Desperté en una habitación que no era mía, con un pesado brazo alrededor de mi cintura y un rostro escondido en mi cabello. Reconocí el cuarto rápidamente: los libros en el suelo, los bolsos con ropa, la máquina de escribir, las galletas Oreo a medio comer. Los recuerdos me invadieron en cascada y abrí los ojos de par en par al comprender lo que había sucedido.
Me había acostado con Tyler. Había tenido sexo con Tyler Murphy.
Poco me faltó para empezar a hiperventilar, estaba tan sorprendida como atemorizada. No salí corriendo porque eso lo despertaría, en su lugar tomé el brazo con mucha delicadeza y lo coloqué a un costado del colchón para luego rodar sobre mi cuerpo y bajar de la cama. ¡Estaba desnuda! Y por supuesto, si habíamos tirado las prendas de ropa por la habitación ya que no eran más que una molestia en ese momento en que solo queríamos un contacto de fuego. No tardé en encontrar mi ropa interior y mi pijama y de puntillas para no hacer ruido me vestí.
Tyler descansaba plácidamente, con las sábanas y mantas cubriendo su cuerpo desnudo y terso. Su rostro portaba una expresión de calma y tenía los labios entreabiertos, así como el cabello desordenado. Por un segundo quise acercarme, arrodillarme frente a él y acariciar su dulce rostro, pero no lo hice porque eso hubiese sido una estupidez gigante.
Con pasos silenciosos me encaminé hacia la puerta del baño y con cuidado giré el picaporte asegurándome en todo momento de no hacer ruido. Me colé por un espacio pequeñito entre la puerta y el marco e ingresé al cuarto. Apoyé la espalda sobre la madera blanca y tomé una amplia bocanada de aire para llenar mis pulmones de oxígeno.
Por Dios.
—Oh, por Dios. Oh, por Dios —susurré con rapidez—. ¡Oh, por Dios!
Llevé una de mis manos hacia mi rostro y la presioné contra mi boca. ¡Había tenido sexo con Tyler Murphy! ¡Con mi abuela durmiendo plácidamente al otro lado del pasillo!
Me dirigí hacia el lavabo y apoyé mis manos sobre el frío mármol, alcé mi rostro para verme en el espejo y mi reflejo me espantó. Llevaba el cabello desordenado, pequeñas ojeras bajo mis ojos y lo que parecía una pequeña marca violeta en la zona de mis clavículas. ¿Tyler me había dejado un chupón? Bueno, no sabía por qué me sorprendía si todo en él indicaba que era esa clase de muchachos.
—¿Qué demonios has hecho, Genesis? —me regañé en susurros observando mis ojos a través del cristal—. ¡Tyler! ¿En serio? Nos ha gustado desde siempre, pero conoces su reputación, demonios. ¡Y estás enganchadísima con Taylor!
Había perdido la cabeza y había comenzado a hablar sola. Estaba a un pasito del hospital psiquiátrico, había escuchado que las paredes eran cómodas por lo que esperaba poder dormir bastante cuando finalmente me encerraran.
Abrí el grifo de agua caliente de la ducha y cuando observé el vapor comenzar a subir hacia el techo, me despojé de mis ropas e ingresé a la bañera. El agua impactó de lleno sobre mí y me hizo estremecer por la temperatura elevada. Ignoré ese detalle y rápidamente comencé con la tarea de limpiarme dejando mi cuerpo enrojecer.
Me limpié el recorrido de besos que Tyler había dejado sobre mi piel, continué con las piernas porque había sido lo suficientemente estúpida para no lavarme luego de tener sexo y finalicé restregando mi rostro con furia porque las lágrimas habían comenzado a salir sin control. El entendimiento había llegado a mí y no me gustaba lo que había descubierto: me había acostado con mi amigo por despecho.
De todas las razones que podían existir, había elegido la peor. Él me gustaba, me gustaba muchísimo y me encantaba pasar tiempo con él, pero estaba convencida de que nada bueno podría salir de un “nosotros” más que una relación de amigos con beneficios. Él había dicho que no creía en el amor y yo era una loca por la idea de amar. Eso no era todo, mi corazón sólo gritaba un nombre y lo había hecho mientras nos habíamos movido al mismo ritmo sobre su cama. Yo quería a Taylor, quería al muchacho de cabello oscuro y ojos verdes que cantaba sobre mal de amores y comía caramelos azules que le pintaban la lengua.
Me quedé bajo la lluvia artificial hasta que el agua caliente se acabó y dio paso a una corriente fría. Me envolví con la toalla que había dejado allí en algún momento y tomé otra para mi cabello. Recogí mis prendas, las mismas que pensaba botar para olvidar lo que había sucedido, y salí hacia mi habitación. Me aseguré de ponerle traba a las puertas para que Tyler no pudiera ingresar si por alguna razón quería hacerlo y me sequé con tanta furia que creí que se me desprendería la piel.
No podía quedarme en el encierro, debía dar la cara y prepararle el desayuno a mi abuela. Era temprano por lo que confié en que Tyler no se levantaría hasta dentro de unas horas y con ese pensamiento en la cabeza salí de mi habitación ya vestida y con el cabello creando un camino de gotas sobre la espalda de mi sudadera.
Mientras sacaba el pan de la bolsa para ponerlo en el interior de la tostadora, las lágrimas llegaron nuevamente a mis ojos y me mordí el labio para no sollozar. Continué con el segundo paso de la preparación del desayuno y en silencio dejé que el agua salada se deslizara por mi rostro mientras me regañaba interiormente por lo que había hecho.
Tyler podía tener una larga lista de conquistas, un lugar para romper con sus parejas ocasionales y mala fama, pero yo había elegido acostarme con él para olvidarme de su mejor amigo. Y no lo había podido olvidar, no había podido dejar de pensar en Taylor mientras otro muchacho me besaba y me acariciaba. Eso me hacía peor que él, me convertía en un ser despreciable y que necesitaba ayuda psicológica porque no había una buena razón para hacer lo que había hecho.