Tres y un cuarto

Capítulo 41

Mi primer intento de recuperar la amistad de Tyler había sido la tarde del catorce de febrero luego de volver de Rosewood. No había esperado una bienvenida de brazos abiertos, pero, en definitiva, la conversación no había salido como esperaba.

     Quizás fue el haberme reconciliado –como amigos— con Taylor o que el espíritu festivo finalmente había llegado a mí, cualquiera fuera la razón, apenas llegué a casa fui a buscarlo. Estaba en el porche, recostado sobre el sillón con los pies sobre la mesita de café y viendo The Big Bang Theory en la televisión de pantalla plana. Seguía vistiendo como en el instituto: pantalones de mezclilla negros, una sudadera color mostaza y una chaqueta demin clara encima. Las zapatillas negras descansaban a su lado en el suelo y su cabello estaba peinado como a él le gustaba. Se veía tan tranquilo y atractivo que parecía un ente ajeno a mí que llevaba restos de césped en la ropa y el cabello revuelto por el viento.

     —Hola, Ty —saludé con timidez desde la puerta.

     Sus ojos viajaron a mí por un segundo y luego volvieron a la pantalla.

     —¿Puedo sentarme?

     —Es tu casa —contestó con frialdad, la suficiente como para enfriar África—, aunque si lo que quieres es preguntar si deseo que te sientes a mi lado, la respuesta es no.

     —Te he traído algo —admití, no había reunido el valor suficiente para acercarme a él—. Es algo pequeño, pero ya que es el día de la amistad me pareció un lindo gesto.

     Eso lo hizo reír por lo bajo, era una carcajada libre de humor, casi sarcástica.

     —Déjame adivinar. Es San Valentín y Taylor te botó, entonces vienes por la segunda opción.

     Negué con la cabeza a pesar de que no podía verme pues su mirada estaba fija en el episodio. Sheldon dijo su clásico bazinga y por un momento sentí que hasta la televisión se burlaba de mí.

     —No eres mi segunda opción.

     —Es verdad, mala mía. Ni siquiera soy una opción, ¿no es así?

     Apagó el aparato y se inclinó hacia delante en el sillón para alcanzar sus zapatillas. Se las colocó con rapidez y entendí que estaba a punto de irse. Debía hablar o callaría para siempre.

     —Tyler, yo…

     —No. Tyler nada —me interrumpió con dureza—. Sé que te dije que estaba de acuerdo con tener una relación rara contigo mientras salías con Taylor, sé que dije que te enamorarías de él y sé que crees que soy un mujeriego. Lo sé todo, Genesis. Pero eso no te daba derecho a hacer lo que hiciste.

     —Yo no quise jugar contigo.

     —Bueno, te salió muy mal. —Se puso de pie—. Jugaste conmigo, me dejaste entrar a tu casa y a tu vida, me trataste como nunca nadie antes me había tratado y cuando finalmente admití lo que sentía por ti y te lo demostré, decidiste que no habías olvidado a mi mejor amigo y que te vendría bien revolcarte conmigo para hacerlo. Puedo ser el Don Juan del pueblo, sí, pero tú eres una hipócrita.

     Di un paso atrás como si la furia de sus palabras me hubiese golpeado en el pecho con fuerza. Me había dolido, lo que había dicho me había lastimado; sin embargo, tal y como me había prometido, no solté ni una lágrima.

     —¿Yo soy una hipócrita? —exclamé con enojo—. ¿Cómo pretendías que supiera que yo te gustaba si no me lo decías? La última vez que lo comprobé no leía mentes.

     —Las señales eran claras, Genesis. Hasta un ciego podría haberlas visto.

     —Pero yo no lo vi.

     —Claro que no. Solo tienes ojos para Taylor y decidiste jugar conmigo a la casita feliz hasta que él volviera a ti. ¿Lo ha hecho ya?

     Guardé silencio, mordiéndome el interior de las mejillas para no contestar.

     —Claro que sí, él ha vuelto y ahora quieres mi amistad para sentirte completa. Lo lamento, Genesis. No puedo darte lo que quieres.

     Cruzó la habitación con pasos largos y me esquivó al pasar por la puerta. Dos segundos después, la puerta de su cuarto se cerró con fuerza.

     Había sido un rotundo fracaso.

 

     Caminé de arriba abajo por el pasillo, con una de mis manos en la boca para morder mis uñas y calmar de esa manera los nervios que me abordaban. Llevaba un sobre de papel madera en la mano libre y mis pantuflas hacían ruido al caminar. Sentía ansiedad y no sabía muy bien qué hacer para que todo saliera de la manera correcta.

     Mi abuela me observaba desde el sillón con una expresión divertida en el rostro y cuando giré hacia ella con una mirada derrotada, me hizo un gesto con las manos para que hiciera lo que me había propuesto.

     Tomé una bocanada de aire y volví sobre mis pasos para detenerme frente la puerta de madera blanca que se encontraba junto a la mía. Con la mano que había sufrido el accionar de mis dientes, toqué la puerta dos veces. Escuché movimiento en el interior, evidenciando que Tyler estaba despierto, aunque no abrió. Repetí la acción, golpeé una vez y esperé. Nada. Me estaba ignorando a propósito.

     —¡Genesis, hazlo! —me regañó mi nana en un susurro.




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