Los finales no siempre eran malos, muchas veces hablaban de nuevas oportunidades y aventuras que estaban a un segundo de iniciar. El baile de graduación, sin dudas, era un final, pero también el inicio de algo mucho mejor. Y para convertir una noche común en algo mucho más emocionante, ese baile en particular implicaba el uso de ropa de gala. Al menos una vez en la vida todos deberíamos vestirnos elegante y poder ver a nuestros amigos con trajes a medida.
Mi noche fue especial, mi baile un poco aburrido, aunque el recuerdo durará hasta que mis neuronas se agoten y mi cerebro considere que mantener unas pocas horas no tiene sentido. Lo que sí tenía sentido eran los planes que mis mejores amigos y yo habíamos preparado. No los llamaban el trío de oro por nada.
—¿Cómo me veo?
—¡Excelente! —contestó Sophie con una amplia sonrisa—. Tus citas quedarán embobadas.
—Mis citas —repetí con diversión—. Suena extraño.
—Yo digo que suena genial. Genesis, has ganado la lotería, todas querrían estar en tu lugar.
Lo sopesé por unos segundos y asentí de acuerdo. Durante ese último mes de clases, sin importar que mi relación con Taylor se hubiera hecho pública, muchas chicas le habían pedido ser su acompañante para el baile. Tyler no se quedó atrás, rechazó a cada una de nuestras compañeras e incluso a alumnas más jóvenes que querían tener el privilegio de ser escoltadas por el rompecorazones del pueblo. No podía decir que me hubiese resultado barato o sencillo tener a dos de los chicos más codiciados de Rose Valley como citas, pero el trabajo había valido la pena.
—Tú te quedaste con Theo. —Sonreí con complicidad—. Has ganado la batalla.
Sus mejillas regordetas se tiñeron de rojo y escondió su rostro de mí antes de que pudiera divertirme a su costa. Era sencillo hacerla sonrojar, casi tan sencillo como hacer sonrojar a Theo.
—¿A qué hora vendrán por nosotras?
Miré el reloj sobre mi mesa de luz y sentí la emoción burbujear en mi estómago. Era tonto sentirme así, lo sabía y eso no significaba que pudiera disminuir las sensaciones. Me entusiasmaba la idea de compartir un último baile escolar con mis mejores amigos, sobre todo, me enloquecía la idea de ver al trío dorado luciendo como modelos.
Sí, no era la primera vez que los vería con traje, aunque no había podido disfrutar como se debía en las ocasiones anteriores. Más aun, nos quedaban pocos días para separarnos ya que Taylor y yo marcharíamos en una semana a Massachusetts y no podríamos estar juntos de nuevo hasta que Ty y Theo encontraran la manera de ir a visitarnos ese verano a la universidad. Me entristecía la idea; sin embargo, era parte de crecer y volar fuera del nido o como fuera que las personas lo llamaran.
—Estarán aquí en cualquier momento.
—No puedo creer que esté sucediendo —chilló mi amiga y dio un saltito en su lugar.
El vestido pomposo color celeste de Sophie se ondeó con el movimiento y sus perfectos bucles bailaron a la par. Ella lucía como una princesa de cuento de hadas, por el contrario, mi aspecto era más como el de la villana. Me encantaban los vestidos de princesa, pero había utilizado muchos a lo largo de mi vida. Esa noche había decido utilizar algo más arriesgado, un vestido que mi madre me había comprado en un momento de locura y que había alterado a mi padre. Verde oscuro, ajustado en los lugares correctos, con un largo tajo que recorría mi pierna izquierda y con los hombros caídos. Había combinado el atuendo con unos zapatos que me daban vértigo de solo verlos y un maquillaje simple. ¿Me gustaba? No, me encantaba. Y algo me decía que lucir como una villana provocaría que mi lindo novio se quedara sin palabras.
—¿Genesis? —La voz de nana llegó a mí y unos golpecitos leves acompañaron mi nombre—. ¿Están listas, niñas?
—Sí, abuela. Puedes pasar.
Le bastaron dos segundos para abrir la puerta de un tirón y sonreír de esa manera dulce que ella hacía. Sus ojos me recorrieron por completo y las lágrimas se acumularon en ellos provocando que una sensación cálida se apoderada de mi pecho.
—Estás bellísima, mi niña —articuló con dificultad—. Tus padres estarían tan orgullosos de ti.
Mordí mi labio inferior para no romper en llanto y caminé hacia ella abriendo mis brazos. La envolví en un fuerte abrazo y concentré toda mi energía en no protagonizar otro drama. Suficiente habíamos tenido con el de la mañana anterior en la que la mera idea de salir de mi habitación para recibir un diploma me parecía una tortura.
—Gracias, nana.
—Tú también luces hermosa, Sophie.
La dejé ir y le dediqué una sonrisa que esperaba calmara sus lágrimas silenciosas. Ir a Massachusetts y dejar a mis amigos, dolía; no obstante, ir al MIT y dejar a mi nana era sinónimo de agonía total. Le había propuesto mudarse conmigo, conseguirle un lindo hogar cercano a la universidad para poder mantener un ojo sobre ella y verla a diario. No me lo permitió, por supuesto. Rose Valley era su hogar y no planeaba dejarlo en el corto plazo.
—Los muchachos han llegado —anunció—. Están esperándolas en la cocina mientras buscan algo para comer.