Tres y un cuarto

Capítulo 57

Llevaba un sombrero con forma de cono en mi cabeza de un horrible color naranja y un collar con perlas plásticas alrededor de mi cuello. Portaba un falso ceño fruncido y una mueca de infelicidad mientras Tyler insistía en tomarme una fotografía.

     —Para ya —chillé—. Me has sacado como mil en cinco minutos.

     —Y te sacaré otras mil más o tu abuela me matará.

     Rodé los ojos y me quité el feo sombrero que aplastaba mi cabello y lastimaba mi barbilla con el fino elástico. Luego me quité el collar y lo dejé sobre la mesa que la madre de Taylor había preparado con chucherías para quienes desearan sacarse fotografías.

     Estábamos en el jardín de la casa de los O’Malley, celebrando con nuestros amigos, familiares y conocidos que Taylor y yo partíamos a la universidad. Era una despedida con todas las letras, pero los globos, la mesa dulce y la música le otorgaban un aire más alegre y mucho menos depresivo.

     —Para con las fotos, Tyler Murphy —exclamé colocando mis manos en jarra—. Lo digo en serio.

     —Una más y listo.

     Negué con la cabeza.

     —Por favor.

     Volví a negar.

     —Porfi. La colocaré de fondo de pantalla y todo si quieres.

     Solté aire por la nariz cual toro enojado para luego desarmar mi postura tensa.

     —Bien, pero tú aparecerás en la foto conmigo.

     —Hecho.

     Tocó el hombro de Theo quien conversaba con el padre de Sophie, su suegro no legal, y le entregó la cámara fotográfica. Corrió hacia mí y sin dudarlo me alzó en el aire provocando que soltara un gritito de sorpresa que atrajo la atención de los presentes.

     Me aferré con fuerza a su cuello para no caer y me carcajeé por su accionar. No dudó en besar mi mejilla y ese fue el momento justo en que el flash de la cámara nos iluminó inmortalizando ese momento feliz.

     —Bájame, bobo.

     Hizo lo que le pedí y luego acomodó su camisa blanca que se había arrugado ligeramente, así como también sus pantalones caquis. Seguí su ejemplo, acomodando mi vestido color lavanda suave para mantener mi imagen de niña buena y educada al menos por lo que durara la fiesta. Luego me quitaría el vestido, me pondría mis más cómodos pantalones y soltaría groserías junto a mis mejores amigos.

     —¡Yo también quiero mi foto! —pidió Theo acercándose a mí.

     No dudó en alzarme como lo había hecho Tyler un minuto antes y en sonreír ampliamente a la cámara. No me quejé, ya no había marcha atrás y esbocé una sonrisa amplia para que él pudiera obtener su fotografía también.

     —Dejen a mi novia en paz, par de idiotas —bromeó Taylor acercándose a nosotros.

     —Deja de ser tan posesivo, amigo —comentó Ty con tono juguetón mientras le robaba de la mano el vaso de limonada para luego darle un largo trago.

     —Yo la conocí primero que ustedes. Es por derecho mía, dudes.

     —No soy de nadie —intervine con una sonrisa—, pero a la vez soy de los tres.

     Mi respuesta pareció agradarles y, presos de esa emoción que producen las fotografías tontas, me hicieron posar junto a ellos por al menos veinte minutos más. El resultado había sido obtener fotos geniales de los cuatro o solo de ellos, también había mías con cada uno que parecían dignas de un álbum de baile de graduación. Sin dudas me encargaría de llevarlas impresas a la universidad para tenerlos cerca de mí.

 

     Empujé con todas mis fuerzas la maleta en el interior de la cajuela del Toyota, emitiendo un gruñido como si de esa manera pudiera conseguir que entrara sin dificultad. Taylor me observaba a dos pasos de distancia con una clara sonrisa en los labios y esa mirada de “te lo dije” que tanto me molestaba.

     —¿Y cómo va lo de usar fuerza bruta? —preguntó con burla.

     —Quiero el divorcio. De ahora en más no estaremos juntos —le dije con el ceño fruncido sin apartar la mirada del bolso que se negaba a cooperar—. Haré un voto de castidad y todo.

     —Sabes que no estamos casados, ¿verdad?

     —Ya no, nos divorciamos. ¿No te das cuenta?

     Soltó una carcajada y se acercó a mí. Me quitó la maleta de las manos y observó el baúl pequeño del Toyota con ojos de estudioso como si estuviera haciendo cuentas mentales y definiendo ángulos para hacerla entrar. Sospechaba que eso era realmente lo que estaba haciendo porque era todo un nerd disfrazado de guitarrista sexy.

     —Espera un momento, sé cómo hacerla caber.

     —Ilumíneme, señor.

     Retiró algunos bolsos y cajas de mudanza del interior para luego comenzar a acomodarlos nuevamente en distinto orden bajo mi atenta mirada. Se concentró tanto en su labor que no se percató de la llegada de Theo y Tyler que lo observaron con confusión al verlo desarmar todo el trabajo que habían hecho la última media hora.

     —Vaya, Tay, ¿quién diría que tenías tan buen trasero? —soltó Tyler con la mirada fija en la retaguardia de su amigo—. Ahora entiendo por qué G te escogió.




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