Tres Zimmerman Para Una Grey (parte 3)

—1—

Picar, picar y picar.

La comida de Manuel debe estar en trozos pequeños para que pueda comerla él solo. Echo un vistazo hacia atrás para verlo jugando con el cubo de colores. Regreso a lo mío, aún no he terminado el almuerzo para hoy. Reviso el horno y la lasaña está casi lista,con el tiempo mejoro mis técnicas de cocina, todos los domingos me he propuesto hacer alimentos variados. Es lunes, inicio de semana, fin de la última semana del primer curso de Rose, este año ha comenzado el jardín de infantes, se ha adaptado a ello, pero las últimas semanas ha estado tremenda. 

Dejo el cuchillo sobre la tabla cuando mi hijo empieza a balbucear exageradamente. Al girar, mi precioso esposo, ya lo ha tomado en brazos, el pequeño se deleita con su padre, descansa su cabecita en el cuello de Paul. Así es, Manuel es amoroso.

—Hola, preciosa. —Une nuestro labios dándome un casto beso. —Has venido más temprano hoy.

—Hola, guapo. —Limpio mis manos en el delantal, deben oler terrible a pollo. —Danielle tenía su examen final hoy, así que he tenido que ir por Rose a la escuela.

—Oh, lo había olvidado. Por cierto, ¿Dónde está?

—Castigada en su habitación.

— ¿Mal día en la editorial? —dice cansado. Como si hubiese hecho la cosa más rara de la vida. —Phoebe.

—Sabes muy bien que están siendo semanas difíciles para mí, pero no todo va en relación a ello. Hoy he llegado a la escuela,  y lo primero que me encuentro es a Alana con un frasco de pegamento en su cabello, si, fue nuestra adorada hija. Además, ir por ella me sirvió para saber que no es la primera vez, ¿Por qué no me lo habías dicho?

—Cariño, ha sido una cosa de niñas, no le vi porque hacer las cosas más grandes. Hablé con ella para que no lo volviese a hacer.

—Y no sirvió para nada. —Le digo molesta. —Será muy niña, pero debe aprender que todo lo que hace, trae consigo una consecuencia. Te prohíbo que le levantes el castigo, yo no voy a permitir que se convierta en una malcriada. Hay que estar conscientes de que querer es una cosa, y dejarle hacer lo que quiera es otra. Ahí tienes a Louise, la tía Mía le ha consentido todo, y con seis años es la reina de los berrinches. Seré la policía mala de esta relación, pero Rose, no va a ser aplaudida por  todo, también  va  a  ser reñida cuando sea necesario.

—Iré a hablar con ella, por supuesto que ha estado mal lo que hizo. Pero, por favor, no quieras desquitar todo lo que ocurre en tu vida a nivel profesional, con la niña.

—Definitivamente, tienes esa cabezota de adorno. —Bufo enojada. Mis palabras se las ha pasado por el arco del triunfo. —Ve con ella, dile que baje a comer. Y dame a Manuel.

—No, voy a llevarlo conmigo en busca de su hermana.

No, no y no.
Me niego a entrar en una discusión, me giro dándole la espalda para revisar mi lasaña. Escucho sus pasos abandonando la estancia, jodido alemán. Saco la bandeja del horno para dejarla sobre la isla, huele delicioso, sirvo los platos de los tres y por último el del niño, para el día de hoy tiene papas y pollo. Llevo todo a la mesa para tenerlo listo cuando bajen, coloco los vasos de zumo y dejo los cubiertos a un lado.

Miro a través de la ventana que da al jardín, en busca de serenidad. Puede que Paul tenga razón, y no esté tan enojada con Rose, es solo que el cansancio y los problemas en la editorial me tienen asediada. Al día de hoy, admiro mucho más a mi madre, estar a cargo de la dirección no es tan fácil como ella lo hacía ver o yo no soy tan buena como ella. Tres semanas atrás, hemos cancelado el lanzamiento de un libro por falta de organización, y por supuesto, eso trajo pérdidas económicas. La semana pasada, devolvimos alrededor de veinte escritos previamente revisados, porque ninguno cumplía con las expectativas. El mundo parece haber confabulado en mi contra, porque se ha desencadenado una especie de complot, desde las cosas cualitativas a la descomposición inexplicable de los aparatos electrónicos. Mis primeros ocho meses al frente de la editorial Grey, y todo parece ir directo al caño. También debo añadir que el borrador de mi séptimo libro debe estar listo para estos días. Ser madre, escritora y directora es la combinación a mi perdición. Han sido meses sometido a la presión que antes no sentía, y responsabilidades que van a mis hombros voy a volverme loca.

Escucho la voz de Rose, viene conversando con su padre. Espero a que bajen las escaleras para ir tras ellos al comedor. Paul deja a nuestro pequeño en su sillita especial, para luego acomodarla a ella y finalmente tomar asiento. Esta vez no ha abierto la silla para mí. El ambiente se torna un poco incómodo, haciendo caso omiso a todo, cojo mi lugar y le dejo su tasa a Manuel. Como los últimos días, coge pedazo por pedazo para llevarlo a su boca, sus primeros dientes ya han aparecido y su pediatra ha recomendado darle comida sólida para que él aprenda a usar sus manos, además de que le ayuda a sus actividades psicomotrices. Cuando está en la alfombra, gatea, va muy despacio, pero lo hace, también puede ponerse de pié mientras se sostiene de algún lado. Es un niño muy listo, y solo van nueve meses. Miro de reojo a Rose, su comida favorita es todo aquello que contenga pasta y queso, todavía es un desastre con la cuchara, por lo que su padre le ayuda, enseñándole la forma correcta de tomarla y llevársela a la boca, aún utiliza su vasito de entrenamiento. Sabe decir su nombre completo y puede tener conversaciones cortas en alemán, nos hemos decido porque maneje con fluidez los tres idiomas, aunque el español no es si fuerte. Es una curiosa empedernida y no se calla nunca. 

Se escucha un ruido que me regresa a la tierra, miro al suelo, Manuel ha tirado su taza y para colmo, llora.

—Yo lo arreglo. —Dice Paul, inclinándose a recoger el desastre.

Tomo al niño en brazos para hacerlo callar, doy vueltas por la habitación tratando de tranquilizarle. Me voy a la sala para darle el pecho, y eso resulta, como el dormilón que es, no tarda mucho en cerrar los ojos, la noche anterior durmió poco y estuvo inquieto, lo más seguro es que sea por algún diente que se asoma. Su manito se desliza, y es la señal de que puedo llevarlo a su cuna. Conforme avanzo en el pasillo de la habitaciones, escucho mi móvil sonar más fuerte, dejo pasar la llamada para acostarlo.




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