Tres Zimmerman Para Una Grey (parte 3)

—4—


Viernes.
El famoso día ha llegado, y no me causa nada de euforia, de solo saber lo que me espera en un margen de unas cuantas horas, es abrumante. Al salir de casa, lo último que llegó a mis oídos fue la voz de Rose recordándome su festival, además de la mirada de Paul a lo lejos, él finalmente se ha quedado en casa para ocuparse de los niños. No quiero fallar, por ello, tengo cronometrado cada movimiento que realizo, ninguna actividad va a salirse de su hora establecida. En el set de grabación, no pierdo tiempo, doy un breve salido y de inmediato voy a camerinos para estar lista al momento de mi llamado. Mientras me terminan de arreglar, veo en la televisión los distintos segmentos que van transcurriendo, tras un corte comercial, llaman a mi puerta para que pueda llegar al set de grabación.

—Que no se te olvide, Phoebe. Mencionas el nuevo libro y dejas la incógnita, ningún comentario más en referencia a ello —me recuerda Braulio.

—Factor sorpresa, si, lo tengo claro —murmuro.

Mi nombre se escucha, y uno de los chicos me indica por dónde ir. Al salir, me encuentro con un set conformado por sofás alrededor de una pequeña mesa, las gradas del reducido público y muchísimas luces. Tras saludar a la conductora del programa, tomo asiento en mi lugar. El inicio de la entrevista, es sobre el cambio que ha dado mi vida desde que mi primer libro fue publicado, donde realicé mi única gira extensa, después del nacimiento de Rose, ninguna pasó del mes, y viajes con ida y vuelta. Hubo una en Alemania y España, donde viajó conmigo con dos años. En cuanto quisimos montar otra igual a la primera... ¡Sorpresa, sorpresa! Manuel ya venía en camino.

—Sabemos que tienes una maravillosa familia, ¿Cuál es la mejor parte de ello? —me pregunta, Morgana, la presentadora.

—Todo, mi esposo y mis niños. Es muy grato poder llegar a casa luego de un día cansado y recibir todo su cariño.

—Rose y Manuel, ¿Cómo se toman ellos que su mamá sea muy conocida?

—No son muy conscientes de ello aún. Pretendo mantenerles alejados de todo esto el mayor tiempo posible, que puedan llevar su vida lejos de los reflectores. —Le dijo totalmente sincera, es mi plan. —Rose es una niña muy inteligente, pero no presta mucha atención a lo que hago, ella ve a su madre y eso le basta. Quiero ser mamá antes que escritora, mi carrera y ellos, son dos cosas distintas. Manuel aún no habla, ni camina, es muy feliz un su día a día, aprende cada vez más, y por supuesto que tiene muchas cosas por descubrir.

—Estas preguntas las han enviado tus lectores, y hemos elegido las mejores —me muestra un pequeño rectángulo de cartón. —Tu esposo es alemán, ¿Es un mito lo que dicen de ellos?

—Totalmente —me río. Siempre lo he dicho, mi amor rompe cualquier esquema. —Paul es el hombre más cariñoso que puedas imaginar, atento, un padre encantador. Suelo enojarme yo, muchísimo más que él. 

—Los niños en sus primeros años captan muchísimas cosas para su aprendizaje, ¿Manejan las dos culturas?

—Tratamos de que estén rodeados de un ambiente muy familiar. Y por supuesto que tienen lo mejor de ambos, el papá también debe influenciarlos. La niña, puede mantener una conversación corta en alemán, dice una que otra palabra en español, le gusta el flamenco y es bastante conocedora del país. Mi pequeño niño, ha salido haragán —ella sonríe—, sabe decir mamá. Nuestro plan es que tengan un poco de cada cultura. A veces nos vamos de vacaciones, y ellos logran adaptarse muy rápido. Sobre todo Rose, que ya va entendiendo sobre los cambios.

—Los días deben ser muy entretenidos entonces —asiento, con una sonrisa que lo corrobora. No puede darse una idea de lo "entretenidos" que son. —Aquí hay una pregunta muy interesante, que dicho sea de paso, ha sido la más realizada —miro hacia el publico, me imagino lo que viene. — ¿Tendremos un nuevo libro pronto?

Se escucha una melodía de misterio.

—Si, más pronto de lo que se imaginan. Pero, es lo único que puedo adelantar.

El lugar se llena de aplausos, y algunas quejas que piden más información. De inmediato entran a una pausa comercial, donde aprovecho para tomar agua y preguntar la hora. Cinco minutos más tarde, hemos de regresar a la entrevista, ya para cerrarla, conversando sobre algún nuevo proyecto lejos de la escritura, la familia y algunos consejos para los lectores, eso de que nunca dejen ir sus sueños.

Por tercera vez en el día, hago un cambio de ropa, mientras se arregla mi salida. Cuando estoy lista, reviso mi móvil, me muero de ternura al ver la imagen de mis niños, Paul me la ha enviado, los tres están en el auto y van de camino a la escuela. Dejo que recojan mis cosas, y salgo en busca de Braulio. Me lo encuentro en pleno pasillo, es cuestión de minutos para que salgamos. Nos entretenemos de más al despedirnos de todos, por simple educación, he tenido que atenderles y conversar un poco con ellos. Al conseguir mi libertad, saldo volando del lugar. Sawyer ya está esperando como el auto. Vamos a llegar a tiempo, han sido solo unos cuantos minutos de retraso, lo más seguro es que Sawyer los recupere en el camino, puede conducir como lonja hecho otras veces. Emprendemos el camino.

Me golpeo la frente en el asiento delantero, estoy por explotar. En la desviación ha habido un accidente y hemos tensión que entrar al tráfico, que para no variar está en su apogeo. El tiempo avanza, pero nosotros no. Ni siquiera respondo las llamadas, en mi desesperación, puedo decir cosas que no debo. Cojo el móvil para escribir:

Voy en camino. Hemos tenido un imprevisto, pero llegaré, lo prometo.

 

Le doy enviar yo tiro al bolso. Espero poder llegar a tiempo, de otra forma, ni yo misma voy a perdonarme no cumplir mis promesas con mi hija.

 

—Sawyer, ¿Cuánto falta? —le pregunto por enésima vez.

 

—En cuanto la fila avance, cogeré el desvío siguiente. Tendremos que dar unas cuantas vueltas más.




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