Tres Zimmerman Para Una Grey (parte 3)

—8—

Hola, chicas. He vuelto con más de esta historia. Pueden seguirme para estar pendientes de mis nuevos proyectos. Gracias por leer. ❤️

 

Pequeños toques en mi cara me despiertan, aunque lucho por mantener los ojos cerrados, puesto que quiero seguir durmiendo, soy incapaz de conseguirlo. Al abrir los ojos, me encuentro con un par de bellos ojos azules, el bebé más hermoso que pueda existir en el mundo.

Ñam, ñam... balbucea mi niño precioso moviéndome con insistencia.

Elevo un poco la cabeza para mirar a mis otros dos acompañantes, peros ambos duermen como osos perezosos aún. Una imagen un tanto graciosa, porque Paul está casi a la orilla de la cama, mientras la pequeña se encuentra muy cómoda, acomodada en sus costillas.

—Vamos Manuel —le susurro al pequeño antes de levantarme de la cama. Cuando ya me he puesto las pantuflas, le cargó en mis brazos y digo: —Iremos a desayunar, mi corazón.

Salgo de la habitación cerrando la puerta con sumo cuidado para no hacer ruido. Manuel balbucea un sin número de cosas que no llego a entender, pero hago el intento por responderle. La casa está en silencio, hasta parece desierta, hasta llega a la planta baja, me desplazo por la sala para pasar a la cocina. Allí me encuentro a Raquel, muy emocionada entonando alguna balada, en tanto pica unas cuantas frutas.

—Buenos días, Raquel —le saludo colocando a mi niño sobre la encimera.

—Excelentes días, Phoe. —Responde dejando el cuchillo a un lado. —Y este precioso que se llama como mi padre —besa a mi niño en la cabeza. —Estoy haciendo un desayuno para ustedes. Lucía y Juan salieron muy temprano hoy, mi hija está emocionada con no sé qué proyecto jodido, y bueno, mi esposo que le consiente todo, se ha levantado temprano para llevarle. ¿Quieren picar?

—Yo no, esperaré a que despierten los otros dos. He bajado por Manuel, ha tenido la decencia de despertarme para que le alimente. —Me sonríe, claro, comprende lo que es esto. —Se llevan bien Juan y Lucía, ¿Verdad?

—Si le ha tenido desde que era una mocosa, han convivido lo suficiente para llevarse bien. A veces me pongo a pensar en que al hombre lo enamoraron mis hijas y no yo. Ambas le tienen mucha confianza, y no puedo hacer más que agradecerle a la vida por ello, me he evitado una cantidad de problemas porque ellos lleven bien. Por aquello de que tus hijos no son míos, y más porque hemos tenido a Juanito, los tres han sabido compartir papá. Y me pone feliz. —Deja unos cuantos trozos de fruta en una tacita para tenderla a Manuel, y él, con lo hambriento que es. No duda nada en coger uno y llevárselo a la boca. —Es de buen apetito el muchachito.

—En realidad, los dos. Rose bebe unas vitaminas que la ponen a devorar todo a su paso —digo divertida. Recordando que debo preparar su zumo. — ¿Puedo dejar a Manuel un momento? Tengo que ir a la habitación por las vitaminas.

—Mujer, que ni permiso debes pedir. Este niño precioso y yo nos hemos hecho amigos. Ve tranquila, que yo le pongo un ojo y hasta los dos.

Salgo de la cocina a toda prisa, sé que en cuanto la cómoda desaparezca, el jovencito va a ponerse loco. Sonrió al escuchar a Raquel cantando:

Sabes una cosa,
No encuentro las palabras
Ni versos, rima o prosa
Quizás con una rosa
Te lo pueda decir...

 

Subo las escaleras de dos en dos, me arrepiento cuando llego al final, ¡Ya no estoy para estas cosas! Avanzo por el pasillo hasta llegar a la habitación. Intento abrir despacio, pero sé que no es necesario, la voz de Rose retumba en aquel lugar. Al entrar, Paul está terminando de colocarle las pantuflas, y ella conversa sobre un oso gigante que regala chocolates, lo más seguro es que haya soñado con ello. Sonrío en su dirección, y aún más, cuando mi amor rubio me descubre observándoles. Me hace un guiño coqueto antes de ayudar a la niña a bajar de la cama.


—Buenos días, mami —dice mi hija, muy sonriente y corriendo hacia mí.

—Buenos días, mi niña preciosa. —Le doy un abrazo y beso su mejilla. — ¿Cómo has dormido?

—Bien, mami. ¿Y Manuel?

—En la cocina, con la tía Raquel.

— ¿Puedo ir?

—Claro, mi vida. Pero ten cuidado en las escaleras. ¡Ve!

Se va, dejando la habitación a saltitos. Rose siempre ha sabido adaptarse a los lugares extraños. Me acerco a la maleta para sacar el frasco de las vitaminas.

— ¿Y para mí no hay buenos días, mami?

—Papi, por supuesto que sí —me mofo ante si intento de burla. Cariño, eso es para mí. —Buenos días, mi amor.

—Buenos días, preciosa —deja un beso en mis labios. — ¿Manuel ha despertado temprano?

—No tanto, pero me ha despertado porque tenía hambre. Raquel le ha dado un poco de fruta y le he dejado comiendo mientras venía por esto —muevo el frasco en mi mano. —Así que, no tardemos más y a la cocina.

—Si, mi señora —dice con sorna, tomando mi mano libre.

Es un poco tonto, pero aún así, lo amo con todo mi corazón.

La hora del desayuno, fue el momento perfecto para escuchar a Rose conversar sobre sus clases, y todo lo que ha aprendido. Además de hacer uso de su habilidad para los idiomas, sosteniendo una fina conversación con Raquel en castellano, y la mujer, que más feliz no pudo haber estado. Si de sus propias palabras ha salido aquello que «Era como volver el tiempo atrás y parlotear con Judith»  Insisto en que eso de hablar hasta por los codos viene de familia, aunque podemos exceptuar a Manuel, el niño va a su ritmo, se encontraba demasiado ocupado llenándose de miel como para prestar atención a cualquier cosa que sucediese en la mesa. Al terminar de comer, nos hemos ido a la habitación para darles un buen baño a ambos, él porque estaba embarrado por todos lados de azúcar, y ella, porque es lo normal, tomar una ducha para mantenernos limpios. Después seguí yo, con papá quedándose al cuido de ambos. Cosa que ha hecho de maravilla, puesto que al salir del cuarto de baño, los tres miraban la televisión como si fuese la última maravilla del mundo.




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