Tres Zimmerman Para Una Grey (parte 3)

—9—


Abrazos.
CINTHYA.
 


Se ha hecho de noche, y recién termino de arreglarme para la cena. Paul ha descansado un poco, se encuentra totalmente bien, por fortuna el dolo de cabeza le abandonó con unas cuantas horas de sueño. No estoy del todo convencida de dejar a los niños con sus tíos, pues les conozco y no me gustaría que se porten mal. Bajo las escaleras para dirigirme a la sala, donde solo me espera mi amor, con nuestra hija en brazos.

— ¡Mami! —exclama ella corriendo en mi dirección. —Eres linda.

—Y tú preciosa, pequeña —beso su rosada mejilla. — ¿Y manuel? —murmuro buscándole por todos lados con la mirada.

—Lucía se lo ha llevado para darle un poco de agua, tenía un poco de hipo. —Me explica él. —Rose se ha quedado para despedirse de nosotros.

— ¿Me traes un dulce, mami?

—Por supuesto, mi vida. Pero debes portarte muy bien, mientras papá y yo regresamos, ¿Lo prometes?

—Si, mami. —Dice ella alzando la mano en forma de promesa.

—Creo en tí, cuida a Manuel. Come toda tu comida, y no molestes a tus tíos, pequeña. Anda, ve con papi y despídete de él.

Beso su frente y ella se va corriendo hacia mi rubio amado. Él la recibe llevándola a sus brazos para besar repetidamente sus mejillas, mi niña ríe feliz, adora a su padre. Tras dos minutos de jugueteo entre ellos dos, Raquel aparece en la sala para llevarse a nuestra hija. Siento una sensación extraña en mi pecho, no quiero dejar a mis hijos.

—Preciosa, solo iremos a cenar. No nos estamos yendo para siempre. —Murmura sobre mis labios, para darme un casto beso. Me muestra el móvil. —Está encendido y con volumen, si pasa algo nos llamarán. Ahora quita esa cara, y vamos al famoso restaurante, ¿La pasaremos bien esta noche?

—Claro, cariño. —Asiento no muy convencida, pero si consiente de que de vez en cuando necesitamos nuestro momento para compartir.

Es solo una cena, un par de horas lejos de ellos.

***

Tras casi una hora en el tráfico, llegamos al restaurante donde Lucía ha hecho la reservación. Al entrar, el mozo busca en el libro el nombre de Paul Zimmerman, al encontrarle, nos hace pasar. Guiándonos hacia la mesa, el lugar es bastante bonito, un tanto elegante, pero acogedor. La mayoría de las mesas se encuentran ocupadas, por personas que hablan en susurros, tanto que da la sensación de que todos estamos aislados. Observó a Sawyer, ha decidido quedarse en la entrada, esta vez no nos ha permitido salir solos, y por lo que pude percatarme en el auto, mantiene comunicación constante con Ever, quién se ha quedado en la casa para velar por los niños. El maitre nos deja el menú sobre la mesa para hacer nuestras elección, en principio, Paul pide un poco de vino para hacer amena la cena, con tal de que no se me vayan las copas, estaremos bien. Tras llevar la botella de vino y servir las dos copas, Paul deja el móvil sobre la mesa, justo donde puedo verle, es como si me hubiese leído la mente, porque justamente es lo que iba a pedir. Puedo aparentar estar tranquila, pero la realidad es que me siento ansiosa por saber de los niños, nunca les dejamos así, siempre uno se queda con ellos.

Disfrutar la noche, Phoebe. Me digo internamente, ellos van a estar bien. Me distraigo tanto, que solo me devuelve a la tierra, el matre yéndose con nuestra orden. Los quince minutos que llevamos en el lugar, se han ido en silencio por parte de ambos, o por mis momentos de mamá gallina preocupona. Si no han llamado, es porque todo está bien. Soy muy exagerada, y mucho más susceptible que mi esposo en cuanto al tiempo que puedo estar tranquila sin controlar que los niños se encuentren bien, ¡Calma!

—Gracias —digo cuando dejan nuestros platos sobre la mesa. Con una amena sonrisa, dirijo mi vista al hombre más precioso del lugar.

—Disfruten su cena —nos dice el maitre. Me mira —Estaré por ahí para lo que necesiten. Con permiso.

—Es suyo —le gruñe Paul. —Mi esposa y yo lo disfrutaremos, gracias.

Enarco una ceja, divertida. Veo al chico irse hacia la barra del local, y luego mi mirada al guapo alemán. Celoso se mira mucho más atractivo. Corto un trozo del filete para llevármelo a la boca, sin dejar de verlo, sonrío burlesca por su cara de mala leche.

—Está muy bueno —le informo antes de dar un sorbo al vino.

— ¿El qué? —responde de inmediato.

—La comida —susurro con obviedad. — ¿De que más estaría hablando?

—Ah, olvídalo. —Aprieto los labios para no reír. —Este lugar no se me hace muy agradable.

—A mi si, creo que es sensacional —comento para molestar. —Tiene muy buena comida, y la atención es estupenda. —Pone mala cara, con ese gesto glacial de no está de acuerdo con algo. —Estoy jugando, Paul, la comida es bastante rica, pero lo mejor es la compañía. No estés de tonto.

—No me ha hecho nada de gracia —dice cortando su filete, lo prueba. —Sabe bien, pero he probado mucho mejores.

Ruedo los ojos, por uno se lleva a todos en el bolsillo. Sé que miente, sus ojos se iluminaron al probar el trozo de filete. Se encoge de hombros con inocencia, de no tener la culpa de nada, pero si la tiene. No puede sentir celos de alguien que ni siquiera recuerdo el nombre que traía en su distintivo y que posiblemente nunca vuelva a verle en la vida luego de irnos de aquí. Esta definitivamente no era la idea que tenía de una cena en pareja, lo que menos hemos hecho es hablar de nosotros, lo mismo de siempre, otras cosas ocupan el momento.  Mantengo mi mirada sobre él, pero sin dejar de cenar, tiene una muy peculiar forma de parecer molesto y seguir viéndose guapísimo. Mi Zimmerman es un poco loco, mi alemán favorito, el hombre al que amo. De pronto una capa de inseguridad se posa en mí, ¿Y si los años acaban con lo nuestro? Después de todo, las cosas han marchado tan de prisa para nosotros,  que apenas hemos tenido tiempo para vivirlo realmente.

—No pienses esas cosas —escucho que susurra. Mi expresión debe ser de horror, y sin apenas darme cuenta, mi mirada de había perdido en cualquier punto del lugar.




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