El resto de la mañana medité sobre si ir con Aimon era o no lo correcto La realidad era que al chico no lo conocía de nada, y tampoco sabía su relación con Lexa. Decidí que lo mejor sería no ir con él y continuar con el plan inicial que era encontrarme en el callejón detrás de una conocida panadería con ella. Si no asistía, podía darle al muchacho la razón y pedirle disculpas más tarde. Si estaba tramando algo y yo le seguía el juego, quizás no podría seguir contando la historia o causaría problemas innecesarios para los demás.
Cuando el timbre de salida sonó, me despedí de mis amigos y me dirigí hacia el cerezo que Aimon había mencionado. Allí se encontraba él apoyado muy serenamente en el tronco del árbol. Baco descansaba sobre la reja que circulaba la escuela, con la vista fija en su teléfono móvil y su ya característico ceño fruncido. Me acerqué sin estar muy segura de lo que iba a decir, pero decidida a no acompañarlos.
—Bien Tressa, ¿Nos vamos? — dijo Aimon incorporándose cuando me vio.
—No iré con ustedes, lo siento. No los conozco de nada y tampoco me has explicado de dónde conoces a Lexa.
—¡Te dije que la niña era una pérdida de tiempo! ¡Vámonos ya Aimon! — gritó Baco comenzando a caminar con notable fastidio.
Dudaba seriamente que ese chico estuviera tranquilo o feliz en algún momento del día. Parecía que el simple hecho de existir lo irritaba a más no poder.
—Te entiendo, pero no puedo darte explicaciones en este momento — señaló mi teléfono y se lo tendí algo desconfiada—. Ten, cuando te fíes de nosotros, escríbeme.
—¡No pienso esperarte un segundo más! — gritó Baco desde la esquina.
—Adiós, Tressa. Nos vemos más tarde.
Aimon dio media vuelta y se fue con la misma serenidad que lo había hecho antes del recreo. Miré la pantalla de mi teléfono y había agendado su número. Su forma tan calma de ser me intrigaba demasiado, pero debía ser precavida. Ellos eran conscientes de mis poderes y ya Baco había notado uno de ellos, mi invisibilidad.
A diferencia de ellos, yo no tenía una idea clara de la situación. Aimon, sin duda, tenía poderes, de otro modo el nombre de Lexa no le sería familiar. De Baco, mi única certeza era que era un chico exasperante, aunque su reacción ante mi invisibilidad evidenciaba su conocimiento sobre los poderes.Estaba en clara desventaja y ellos corrían con la ventaja de ser dos y la de conocer uno de mis poderes.
Emprendí mi camino hacia el punto de encuentro con Lexa casi que trotando, se me había hecho un poco tarde y ya había perdido el bus. Llegué con el tiempo justo, algo transpirada pero puntual en fin, que era lo importante. Lexa no se encontraba allí, y comencé a temer lo peor. ¿Y si esos chicos la habían secuestrado? ¿Sí sabían de ella porque la tenían bajo extorsión? Mi cabeza comenzó a maquinar a más no poder con miles de alternativas negativas. El tiempo pasaba y Lexa no daba señales de vida. Me comencé a desesperar, debía hacer algo. Mi única alternativa eran esos dos muchachos, por lo menos de momento. Aimon había dado por sentado que nos veríamos más tarde, lo que me hacía pensar aún más en la posibilidad de que la tuvieran secuestrada.
No sabía cómo llamar a los héroes profesionales, por lo que debía actuar sola. Decidí que si seguía esperando quizás sería muy tarde. Me escondí detrás de uno de los basureros grandes y me puse mi traje especial. Llevaba la enteriza bajo mi ropa todo el tiempo, pero las calzas eran la prenda que, junto a la máscara, debía agregar. Dentro de todo era un traje práctico, y no me llevaba más de dos minutos ponerlo. Agarré mi teléfono y le envié un whatsapp a Aimon que decía: Necesito saber donde están. Él me respondió a los minutos con solamente una ubicación. Abrí el maps y estaban en una antigua estación de tren que no estaba en funcionamiento. Se encontraba a orillas de un río que pasaba por el norte de la ciudad. A pie desde donde estaba serían unos cuarenta minutos, y realmente no sabía si contaba con todo ese tiempo. Decidí que, pese a todavía no tenerlo de todo bajo control, llegaría allí volando, o más bien, saltando. El aumento de mi fuerza permitía que, al saltar, mi cuerpo recorriera una distancia de, máximo hasta ese momento, cuatrocientos metros. Sería la forma más veloz y a decir verdad si me mantenía en salto constante no perdía el equilibrio. Lo perdía cuando decidía frenar.
Sin dar más vueltas sobre el asunto comencé a ir hacia el lugar, intentando volver a tomar impulso en techos o callejones para que la gente no me viera. En diez minutos ya me encontraba llegando a la estación, y mi entrada fue un desastre total. Como les había dicho, el aterrizaje era un gran problema para mí y esa vez no fue la excepción. Caí de frente contra la tierra, que dentro de las posibilidades fue un gran terreno para aterrizar, antes que las viejas y oxidadas vías o el pavimento de la estación. Me raspé las rodillas y mis manos no fueron muy útiles para frenar el impacto de mi cara contra el suelo. Escuché una risa muy fuerte y al levantar la vista pude ver que provenía de Baco, que se encontraba sobre las vías del tren.
—¡Qué poco estilo tienes! — comentó mientras se seguía riendo.
Tan concentrada estaba en su presencia que no me percaté de que Aimon se había acercado hacia donde estaba.
—Ahora veo lo que me decía Lexa — me tendió su mano para ayudarme a levantar — ¿Te encuentras bien?
—¡¿Dónde tienen a Lexa?!— le grité en un intento de sonar agresiva rechazando su mano.
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Editado: 23.07.2025