Tressa de cabeza

Capítulo 4

—Bien, haré lo que pueda.

Nos levantamos y lo seguí por detrás, a paso lento porque todavía me dolían las rodillas. Nos paramos frente a un viejo vagón que estaba muy oxidado. El lugar estaba tranquilo, se escuchaba el correr del río muy suavemente. Corría una pequeña brisa primaveral.

—Necesito que muevas esto, con el 50% de tu poder. De verdad necesito que te concentres en ello. Un esguince o algún tirón muy fuerte en tus ligamentos nos atrasaría, cuan lo mínimo, dos semanas de entrenamiento. Y en este contexto no podemos darnos ese lujo.

No sabía cómo hacer lo que Aimon me planteaba. La mayoría de las veces que usaba mi poder intentaba hacerlo al 100%, aunque estaba segura que no superaba el 80%. Y en otras siquiera lo media o lo tenía en consideración. Lo miré y él se encontraba con la vista puesta en mí, expectante.

—¿Y cómo sé que solo estoy usando el 50% de mi poder? ¿Cómo puedo controlar algo así?— pregunté de manera dubitativa.

—Lo que a mí me funciona es pensar en que lo estoy usando contra ancianos o niños, con quienes por moral más allá de que fueran villanos, los trataría con más delicadeza. Con esa imagen en mente puedo calibrar mi poder— contestó mientras me seguía observando con seriedad y las manos en sus bolsillos.

Bueno, era algo razonable, aunque no sabía cómo iría a funcionar. Su mirada me ponía nerviosa, no porque fuera molesta o intensa, sino porque estaba completamente concentrado en mí y eso no me resultaba familiar. Me paré en la parte trasera del vagón, mentalicé la imagen de unos abuelos y con la mente puesta en ello comencé a moverlo. Coloqué mis dos manos en la parte trasera, con las piernas algo más alejadas. Lo sentía pesado, pero no estaba imposible. Lo moví algunos metros sobre la vía, hasta que chocó con uno que estaba por delante. No me había percatado de aquel y el golpe hizo que todo el vagón temblara, haciendo que me desestabilizara y cayera hacia atrás.

Me sentí algo avergonzada, no había puesto atención a mi entorno ni a lo que había enfrente. Algo que Lexa siempre me decía. Me levanté y miré a Aimon, él se encontraba anotando algo en una diminuta libreta. La guardó en su bolsillo y me miró.

—Bien, olvidaste analizar el entorno, pero ya aprenderás a hacerlo.

—Lexa siempre me lo dice, pero estaba tan concentrada en controlar el porcentaje de mi poder que me olvidé de lo demás— dije a modo de disculpa.

—No te preocupes, con el tiempo aprenderás a hacer varias cosas a la vez.

—¡Ya es hora de irnos Aimon, papá y mamá nos esperan! — gritó Baco desde un rincón más alejado de las vías.

Aún no sabía cuál era su poder porque no había puesto atención en lo que hizo luego de que yo llegara.Había estado muy concentrada en mi nuevo tutor y seguir al pie de la letra todo lo que me decía. Si bien el tono de Aimon jamás se había mostrado exigente, su mera presencia tan serena me hacía querer hacer todo bien para no decepcionarlo.

—Bien, hoy ha sido poco porqué has llegado tarde.

—Lo siento, no me fiaba del todo — me disculpé.

—No te preocupes. Nos vemos mañana en la escuela. Adiós, Tressa — dicho esto dio media vuelta y se fue hacia donde estaba su ¿Hermano?

Había dicho que sus padres los esperaban, por lo que deduje que eran hermanos. Me quedé allí un rato, a orillas del río analizando toda la situación. Los muchachos solo se llevaban un año de diferencia, y no se parecían tanto físicamente y mucho menos de personalidad. Se notaba que Aimon era una persona muy centrada y capaz, se tomaba las cosas con mucha calma y aún no lo había visto perdiendo los estribos. Baco en cambio, era demasiado explosivo y temperamental. No me imaginaba ni de broma a esos dos chicos conviviendo en una misma casa.

Me escondí en uno de los vagones para cambiar mi ropa y a eso de las cuatro de la tarde volví a mi casa, llegué y me fui directo a mi cuarto, evitando las preguntas de mis padres. Tenía varias preguntas para hacerle a Aimon, pero no sabía si el chico volvería a contestar mis mensajes. Quería saber sobre sus poderes, como había hecho aquella figura en el agua, de dónde conocía a Lexa, dónde había aprendido tanto a tan corta edad y un millón de preguntas más que rondaban por mi cabeza.

Sabía que escribirle quizás sería una pérdida de tiempo, pero de todos modos lo intenté. Había visto como tenía a muchas chicas en sus chats a las que siquiera había contestado o abierto el mensaje. Le envié un simple Gracias por lo de hoy. Necesito saber el precio del gimnasio para poder ver si puedo pagarlo. Dejé el teléfono sobre mi mesa de luz y fui a tomarme un baño. Cuando salí, incluso antes de vestirme, tomé el teléfono para ver si tenía respuesta; nada. Decidí restarle importancia y me puse a hacer los deberes.

A eso de la hora y media mi teléfono sonó, lo tomé ansiosa. Aimon había contestado: No te preocupes, ya está pago. ¿Llegaste bien? Su preocupación me hizo sentir cosquillas en la panza, aunque sabía que lo hacía porque Lexa me había dejado bajo su responsabilidad. Entrenar con él era una idea que me parecía interesante, después de todo si una heroína profesional lo había dejado como mi guía, era claro que el chico sabía mucho. No volví a preguntar por el gimnasio, supuse que era algún acuerdo que los héroes tenían con el dueño. No quería contestarle con un simple "llegué bien", así que me lo pensé unos segundos y tecleé: ¡Genial! Sí, llegué bien. ¿Cuándo quieres que comencemos a ir? envié el mensaje y dejé el teléfono para seguir con mis deberes, ansiosa por que me contestara. Esa ansiedad se disipó cuando luego de dos horas Aimon aún no había contestado. Di por sentado que no lo haría más y me dispuse a ordenar mi habitación.




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