Trillizas del jefe. Capítulo 2: El poderoso jefe y la casita de muñecas
Cuando la reunión terminó, caminé apresurada hacia la sala de descanso. No tenía idea de qué iba a encontrar.
Empujé la puerta con cuidado y la escena ante mí casi me hizo reír.
Alejandro, mi jefe imponente y serio, estaba sentado en el suelo con una corona de juguete en la cabeza.
Sofía, una de mis trillizas, le estaba pintando la cara con un lápiz de colores.
Emma y Lucía tenían una fila de muñecas frente a él.
—Señor Rey, tiene que decidir quién es la princesa más bonita —dijo Emma con un tono solemne.
Alejandro suspiró, claramente derrotado.
—Todas son bonitas —respondió, sin rastro de emoción en su voz.
—¡No puede decir eso! —protestó Lucía—. Tiene que elegir.
Me tapé la boca con la mano para no reír y carraspeé para llamar su atención.
Alejandro levantó la vista y sus ojos oscuros se encontraron con los míos. Por un momento, su expresión fue indescifrable.
—Veo que se ha adaptado bien a su nuevo puesto de niñero —dije con diversión.
Él se quitó la corona de un solo movimiento y se puso de pie con elegancia, pero el dibujo de estrellas en su mejilla le restaba seriedad.
—Tus hijas son… —pareció buscar la palabra adecuada—. Intensas.
—Lo sé.
Miré a las niñas, que reían entre ellas, completamente ajenas a la tensión en el aire.
Era peligroso. Cada minuto que Alejandro pasaba con ellas, cada sonrisa que le dedicaban, era un paso más cerca de la verdad.
—Gracias por cuidarlas, señor —dije con sinceridad.
Él asintió, mirándome fijamente.
—No lo haré otra vez.
Mentira.
Lo sabía porque, por más que lo negara, mis hijas ya habían conquistado al hombre más implacable que conocía.