Trilogia Una Noche En Grecia: 1

Capitulo uno: un cartero

—¿Directo al grano, no padre?

Anker Alexandro no se andaba por las ramas, era un tipo franco y siempre le hablaba a su hijo como a un igual.

Parte de los problemas matrimoniales de él y su madre, era que su padre lo educó y le dio la crianza como si de un hermano se tratara.

El matrimonio de Anker Constantine y Anielly Calendre se dio cuando ambos eran apenas unos adolescentes cruzando a la etapa de adulto. Un error que les obligó a ser adultos antes de tiempo. Cuando Anker tenía apenas diecinueve años dejó embarazada a su madre Anielly, su novia de toda la secundaria y con la que pretendía casarse.

Pero no cuando ella aún tenía 18 años.

Pero un embarazo en la familia Constantine era algo que no se tomaba a la ligera.

Un mes después ambos estaban ante el altar jurándose amor eterno.

—Señor, lo he confirmado. La mujer que tiene a su presunto hijo es Nala Prescok. Delgada, ojos verdes, mide 1,52…

—No me jodas la paciencia. Esa maldita desgraciada sabía quién era yo desde un principio. —Asumió Grenor sintiendo la ira correr por sus venas.

—Existe la posibilidad de que la mujer no sepa de…

—¿Quién demonios crees que soy? ¡Todos saben quien soy! — Gritó enfurecido. —Por supuesto que esa mujer sabe quien soy.

Lo que más le incomodaba a Grenor en aquel momento, era el hecho de sentirse un idiota por haberle dado un puñetazo al supuesto ladrón.

Supuesto ladrón, ahora todo debía ponerlo en duda.

Conociendo a Dara, era muy probable que todo fuera una farsa y que aquella mujer que se le mostró tan inocente, no fuera más que una treta, un medio para hacerlo caer en las redes.

Tan débil que era con las mujeres. Se daba cuenta que tenía muy mal ojo para juzgar cuando de féminas se trataba.

—Ella cuida a mi hijo..

No iba a casarse.

Ni ahora, ni nunca.

No le interesaba casarse, nunca lo había hecho.

—Papá, dile a Calisto que puede prenderle una vela a Zeus pero que ni por todo el dinero del mundo me casaré con su hija.

—Greg, tu madre...

—Mamá no dirá nada. — Lo interrumpió — Tengo que colgar. Yo lo resolveré. — prometió.

—Hijo...tú sabes que cuentas conmigo para lo que sea, pero esto…joder, Greg, esto no está bien. Sabes que Calisto posee el 50% de las acciones de la empresa.

—Nada va a pasar.

—Hijo...

—Papá, debo irme. En serio debo irme. —Vio el botón rojo de la línea telefónica que transfiere a su secretaria y supo que debía colgar ya. —Te hablo mañana.

—¿Mañana? — joder, iba a tener que decirle que iba a viajar al otro lado del mundo, a Norteamérica, para confirmar que esa maldita mujer no lo estaba engañando y jugando una muy mala...—Grenor, no me jodas. Esto es serio. Tu futuro está en juego. No me importa nada más, yo ya tengo todo listo, pero tu apenas estas comenzando.

—Papa, quédate tranquilo. Tengo que resolver algo fuera del país pero desde que regrese lo hablamos.

—Hijo...

—Adiós, papá. — si no cerraba él la comunicación, su padre seguiría dándole discurso.

¡Que desastre!

Era que acaso no tenía suficiente con el supuesto hijo que decía esa carta que tenía.

Una carta sin remitente.

—¿Qué quieres, Herna?

—Ya llegó el mensajero que usted le solicitó a Dimitri. Es sobre esa carta…

—No hables de lo que no sabes. — le dijo el de inmediato.

—Señor, pero si es cierto eso..

—¿Abriste la carta? ¡Abriste la carta! — vociferó él. —¡Eres la mujer mas atrevida que conozco! ¿Acaso te molesta tener trabajo?

—No, no, señor Grenor no diga eso. —Vaciló ella tartamudeando — No quise abrirla. Usted sabe que debo verificar todo lo que usted..

—¡Son cosas privadas! — le grito molesto y con las manos temblando de pura rabia. — ¿Quieres conservar tu trabajo, Herna?

—Usted sabe que si…

—¡Ni una palabra de esto o no dudare para sacarte de mi empresa!

—Entendido, señor. Pierda cuidado. Yo no diré nada. — Aseguro ella. Pero aun así, Grenor no se confió ni un ápice.

—Estoy hablando en serio, Herna. No soy muy padre. No voy a tolerar chismes en mi empresa.

—Le aseguro señor Grenor que de mi boca no saldrá una sola palabra sobre esto. — asevero ella, esta vez con tono mas seguro. — ¿Le hago pasar al jovencito?

—Hazlo pasar y que nadie me moleste.

—Entendido. — dijo la mujer y luego escuchó como le decía al hombre que entrara.

Herna Floid, era eficiente cuando deseaba. La mujer de mediana edad, pasada de los cincuenta años, siempre vistiendo de colores llamativos, por más que todos vestían con tonos sobrios y regulares, ella destacaba en todos lados, al igual como su lengua, la cual la precedía.

Su secretaria era capaz de pasar la información obtenida a la velocidad de la luz.

El chisme era su profesión.

Y luego estaba ser asistente administrativa de él.

La puerta se abrió y entró un joven con cara de pánico y cabello desarreglado. Llevaba camisa blanca descolorida y amarillenta y unos pantalones que podían servirle a dos hombres como él.

—¿Señor ...me mandó a llamar? ¿He hecho algo malo? — preguntó nervioso.

No creyó que tuviera más de dieciséis años.

Grenor se pasó la mano por el cabello oscuro desarreglado y lo miró fijamente.

—Dejaste una carta destinada para mi esta mañana. Necesito saber dónde la recogiste.

—Una señora me la entregó justo cuando iba pasando por aquí. Yo… en verdad ni siquiera venía para este edificio...

—¿Cómo dices? — aquello era absurdo. — Ibas pasando, ¿y te abordó una señora con una carta?

—Sí, si...eso…ella me dijo que me daría cincuenta dólares si la subía hasta su oficina. Dejé la carta con su secretaria...yo…en verdad necesito cualquier dinero extra...

—Entiendo. ¿Puedes decirme como era esta señora? — le preguntó saliendo de detrás del escritorio y sirviéndose un trago de metaxa. —Necesito su...

—Lo siento, es que ella tenía lentes y un sombrero. No vi muy bien su rostro. — el chico estaba colorado por completo, y moviendo de forma nerviosa las delgadas manos. — ella solo me dijo que no podía subir, pero que era necesario que recibiera la nota. ¿Estoy en problemas? Estoy en problemas, ¿no es así? — el chico lo miró con los ojos a punto de salir de sus cuencas. —¡Dios! ¡mamá va a matarme! En verdad no sé qué contiene la carta, mire si quiere le doy los cincuenta dólares que ella me dio. — el chico comenzó a palparse el pantalón pero Grenor lo detuvo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.