Nala salió acelerada de su casa iba. Iba a llegar tarde. No podía darse el lujo de llegar tarde el primer día. Llevaba un bulto de mano pequeño de color negro y franjas naranjas. No era para nada profesional, pero era el único bolso decente que tenía para viajar. Cubierta con un minivestido que le había servido de su amiga Ghita y unos zapatos de tacón de la misma, se sintió expuesta, incomoda y llena de ansiedad.
¿Cómo era posible que hubiera aceptado tal propuesta? se preguntó mientras caminaba hasta la avenida principal para intentar conseguir un taxi.
En el afán de llegar más rápidamente, uno de sus pies decidió no caminar y casi la hace que se tropezar, pero logró controlar la caída y no llegó a tocar el suelo.
—¡Esto sólo me pasa a mí! —exclamó enderezándose y arreglándose el moño del cuál amenazaban con escaparse los mechones rebeldes de sus rizos.
Miró a todas partes para ver si alguien lo había notado pero la gente estaba tan concentrada en su día a día que nadie se dio cuenta de la rubia que no sabía caminar en tacones.
Murmurando maldiciones que no se atrevía a decir estando con Peter, aguardó por un taxi disponible y se montó. Cinco minutos después gracias al descongestionamiento de la avenida, logró llegar al hotel de una sola pieza.
Miró la gran puerta del mismo y con su bulto de mano se bajó del taxi.
—Señorita. — le llamó el taxista. —olvida pagar. —le dijo el hombre y ella se puso colorada de pies a cabeza, sintiéndose avergonzada por la estupidez de olvidar algo tan simple como pagar el taxi.
—Lo.. siento. Lo lamento. —le dijo pasándole un billete de veinte dólares, esperaba que con eso fuera suficiente.
Y si no lo era, el hombre se quedó callado, pues al cerrar la puerta, aceleró y la dejó allí en la acera frente a la gran estructura elegante que se alzaba frente a ella.
En realidad, el hotel no estaba tan lejos, pero considerando que iba a llegar tarde al primer día de la actividad prefirió tomar un taxi.
"Puedes hacerlo"
"Camina y da el paso al éxito"
Intentó llenarse de ánimos, pero nada logró calmar el palpitar acelerado de su corazón.
"Camina, Nala" se instó a moverse, ya estaba allí. Había tomado la decisión, necesitaba pagar la hipoteca.
Les serviría a todos aquellos ricos egoístas y se iría al tercer día con tres mil dólares.
—Disculpe Señor, soy una de las camareras que viene a dar servicio a la actividad de los Royal. —anunció al seguridad de la puerta vestido de traje de color negro y zapatos brillantes.
Eso era justo lo que Ghita le había dicho que dijera el día anterior.
—Es fácil, te detienes frente al seguridad y le dices a dónde vas. Enseñas tu pase y el te dejará entrar sin problemas.
—¿Por qué no puedo entrar simplemente? —Le había preguntado ella.
—Porque a las actividades de millonarios de esta índole siempre se intentan colar mujeres... —su amiga había hecho silencio en aquel punto y Nala comprendió de inmediato la referencia.
Ahora, frente al seguridad, su vestido ajustado y corto, no ayudaba a que no la confundieran con una de aquellas mujeres que vendían su cuerpo a cambio de dinero o estatus social.
El hombre la miró de arriba abajo y pareció creerle todo lo dicho.
—Bienvenida, señorita. ¿Me permite su identificación? — le solicitó el hombre a Nala.
Nana se tocó el vestido los senos el trasero no tenía bolsillos temió lo peor. Efectivamente, al abrir el bolso de mano donde llevaba la ropa y accesorios justos para amanecer esos tres días y prestar la mayor calidad de servicio a la actividad, comprendió que había dejado la identificación para el evento en su casa.
—¡No puede ser! —murmuró. Ella miró al hombre con los ojos humedecidos.
—Señorita, Lo siento. —dijo el hombre entendiendo de inmediato. — Pero sin la identificación para el evento no por permitirle la entrada.
—¡Pero, por favor! —rogó. —Mire... Señor.. Mathias. —leyó el gafete que estaba colgado en la camisa. — Ya son las 3 de la tarde. Debo de estar aquí a las 3 en punto. Tengo mi identificación personal, debo estar en la lista...
—Lo siento, señorita. Debe de buscar el pase de acceso que le suministraron para el evento.
Tocándose la frente, soltando un suspiro acongojado, entendió que no tenía caso hacer que el hombre rompiera las reglas.
Se necesitaba una identificación, ella lo sabía, Ghita fue muy directa con esto y era lo primero que ella había olvidado.
Se dio media vuelta y se puso en la acera otra vez, levantó la mano haciéndole señas a un taxi que por allí pasaba y en pocos minutos estaba en su casa nuevamente, se bajó del taxi pero dejó el bulto pues volvería en menos de lo que cae un rayo, se dijo al cerrar la puerta del carro.
Una sombra la detuvo haciendo que Nala se frenara en seco y que abriera los ojos de par en par.
Él no podía estar allí, se dijo el silencio.
Se acercó cautelosa olvidando de repente porqué había regresado a su casa.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó al extranjero que había conocido el día anterior. A ese hombre de ojos azules como las aguas del mar.
Él no sonrío al verla, pero tampoco se alejó.
—Pasaba por el vecindario. —dijo el con esa voz tan sensual que ella recordaba y con la cual había soñado la noche anterior.
Grenor.
Hasta el nombre le hacía estremecer.
—¿Justo frente a mi casa? ¡vaya! ¡qué coincidencia! —chilló y se dio cuenta que había sonado más eufórica de lo que quería.
Estaba asombrada, atónita y más que nada, sin sospechar de esa aparición.
—¿Esa es tu casa? —preguntó el mirándola curioso.
—Sí, es mi casa. —Murmuró ocultando su rostro avergonzado y jugueteando con el llavero de la casa.
No tenía por qué avergonzarse, pero frente a ese hombre se sentía minúscula, pequeña e insignificante, y a la vez, la forma tan intensa de él observarla, la hacía sentir como si fuese especial.
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Editado: 09.01.2025