Trilogia Una Noche En Grecia: 1

CAPITULO NUEVE: UNA ORDEN

¿Grenor le estaba ordenando subirse al auto con él?

Ese hombre tan atractivo y misterioso estaba intentando ayudarla.

No pudo creérselo.

Con el móvil aun en la mano, marcó el número de su amiga bajó la mirada intensa de Grenor.

—¿Qué pasa tesoro? — respondió Ghita de inmediato. —¿Todo bien?

—Te aviso que voy a casa con un…amigo. — murmuró sintiéndose sonrojada de repente. —Se llama Grenor. Estaba en la actividad…y me llevara a casa ahora. —No tenía lógica contarle a su mejor amiga que había perdido el empleo. Al otro día le contaría con lujos de detalles lo sucedido.

—¿Estás bien? ¿Un amigo? ¿Desde cuándo tienes amigos?

—Se llama Grenor. — dijo claro, no sabia porque pero había leído en las noticias sobre mujeres desaparecidas y no quería ser una más de la lista. —Es el que te conté que me ayudó recuperando el móvil del asaltante.

—¡Uy! — chillo su amiga y Nala estaba segura que Grenor estaría divirtiéndose escuchándola. Así que se alejó unos pasos de él para tener algo más de privacidad.

—No digas nada. Fue una pura casualidad. Él estaba en la fiesta y pues…bueno..te contaré después. Solo quería que supieras con quién iba.

—Cuídate cariño. Avísame desde que llegues a casa.

—Te quiero.

—Yo también.

Nala cerró la llamada y descubrió los ojos intensos y azules de Grenor sobre ella.

—Vamos. — se montó en el sedán sin decir nada más y se colocó el cinturón. Era un viaje corto pero nunca iba en los vehículos sin cinturón.

Viajaron en silencio, Nala sentía los ojos de Grenor sobre su cuerpo pero lo intento ignorar, así como lo desbocado que iba su corazón. Al llegar a su casa, casi se lanza por la puerta para alejarse del magnetismo y el intenso poder que emanaba Grenor.

Ese hombre representaba todo lo que ella odiaba.

Hombre ricos que solo se regodeaban en sus posesiones sin ayudar a los más indefensos.

Como su hermana, que aunque no tenía tanto dinero como Grenor, al menos como este aparentaba, era igual de egoísta que un millonario egocéntrico, tanto así como para preferir su vida de soltera y no la de madre.

Jamás perdonaría a Dara por abandonar a su hijo.

Mucho menos a ese padre irresponsable que había engendrado un hijo y nunca lo había buscado.

—Muchas gracias por traerme. — murmuró ella con el bolso en mano y mirándose los tacones.

—Mirame, Nala. — dijo el sorprendiéndola y haciendo que ella siguiera sus órdenes, como un imán, estaba siendo atraída por una fuerza invisible.

—Gracias…—volvió a decir sintiéndose tonta y a la vez llena de miedo.

—No agradezcas.

—Me has traído.

—Dime por qué razón llorabas cuando te encontré.

Nala abrió los ojos verdes de par en par. No se había enterado que Grenor la había visto llorar. Sus mejillas se tiñeron de un rojo carmesí y agradeció a la oscuridad de la noche por no permitir que él la viera así.

—Cosas personales. — dijo ella escueta.

No tenía por qué razón cantarle sus penurias a un desconocido. Por más atractivo que este fuese.

Se sintió incómoda de repente y volvió a agachar la mirada. No quería que Grenor descubriera la verdad con tan solo verla a los ojos.

—¿Algo en lo que yo pueda ayudarte?

—¿Tienes siete mil dólares que no vayas a utilizar? — soltó de repente, sorprendiéndose y provocando que sus ojos verdes casi salieran de sus órbitas. ¡Que grave error! Al ver el rostro rígido de Grenor supo que a él no le había agradado el comentario. — Es una broma — dijo rápidamente intentando salvar el poco de dignidad que le quedaba.

—¿Tienes problemas financieros? — inquirió él sin comerse el cuento de que aquello había sido una broma. —¿Qué tan graves?

Nala se dio media vuelta y se dirigió a su casa. No tenía planes de contarle a Grenor sobre sus problemas. Era un desconocido. Un hombre del que ni siquiera sabía su apellido. ¿Por qué había sido tan tonta?

¿Por qué siempre terminaba arruinando posibles relaciones?

¿Relaciones? Se preguntó mientras sacaba la llave del bolso y abría la puerta.

—Nala. No te vayas. — Grenor estaba detrás de ella y colocó un brazo entre la puerta y su cuerpo, impidiendo que ella entrara a su casa. —Si necesitas ayuda, dimelo ahora. Mañana viajo a mi país y si puedo ayudarte antes de irme, no me hará más rico ni mucho menos más pobre ayudarte.

Nala no podía creer que aquello estaba pasándole a ella.

Sintió los ojos humedecerse y casi suelta un sollozo, pero se contuvo.

Dejó caer el bolso al suelo del pórtico y se giró hacia Grenor.

—Necesito el dinero porque sino perderé…—se detuvo.

—¿Perderás?

—¿De dónde eres? — preguntó ella entonces. Al menos eso debía de saber antes de contarle sus problemas a un desconocido.

Grenor frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Soy griego.

—¡Griego! — Exclamó ella como toda una niña exagerada. —Lo siento. — se disculpó al ver la cara seria de Grenor.

—Mira, Nala. Necesito una niñera temporal. Me he quedado sin una, te he visto con Peter y siento que podrías ser de gran ayuda para mi hijo. No te ofrezco un regalo. Ya veo que eres muy testaruda. —Grenor hizo una mueca con el labio como si la palabra le resultara asquerosa pero Nala no prestaba atención a aquello. Estaba perdida en sus ojos azules que solo la miraban a ella.

Se sintió especial y única.

—¿Niñera temporal? — preguntó reaccionando por fin a lo que Grenor le ofrecía. —¿Quieres que sea tu niñera?

—Mía no, de mi hijo.

—Si, por supuesto que no tuya. — Nala quiso que la tierra se la tragase. Estaba nerviosa y cada cosa que decía sentía que metía la pata.

—Tu necesitas siete mil dólares y puedo pagarte eso por tan solo irte conmigo mañana.

—¿Mañana? ¿Así sin más? ¿Me pides que acepte un trabajo como niñera y que me vaya contigo a Grecia?

—Puedes traer a Peter. Mi casa es lo bastante grande para que ambos tengan su habitación. —Aclaró el.




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