Diez horas después.
—Nala, ¿Estás segura de querer hacer esto? Mira que a Grecia precisamente…— Ghita no estaba muy convencida de su decisión, y ella lo entendió.
Era arriesgado. Incluso una locura. Pero, aun así, lo haría. Ya había tomado la decisión y no iba a arrepentirse.
—Pásame los pantalones de Peter. —Le pidió a Ghita mientras doblaba apresuradamente la ropa de su sobrino.
—No sé, este hombre no me gusta. Nadie ayuda a una mujer, así como así. — Mascullando, Ghita busco los pantalones de la gaveta y se los paso. —No me gusta nada. —Añadió. —¿Lo pensaste bien? —preguntó mirándola a los ojos y deteniendo sus movimientos al colocar las manos sobre las de ella. —Mírame, Nala. Sabes que te quiero como a una hermana. Este hombre… ¿Qué sabes de él? ¿Sabes al menos su apellido?
—Yo…—Nala lo pensó un momento y se dio cuenta que no lo sabía. sacudió la cabeza y miro el reloj pequeño de color mroado que estaba colocado en su mesita de noche. Pronto llegaría Grenor por ellos.
—¡Dios mío! ¡No sabes nada de él!
—¡Siempre me dices que me arriesgue! —grito al hartarse de la actitud de su mejor amiga. — ¡mírame! ¿Qué puede pasarme en la vida? ¡Nada! ¡La vida está pasando sobre mí! ¡No he hecho nada más que encargarme de lo malo que hace mi hermana!
En el instante en que lo dijo, se arrepintió.
Peter la miró con los ojos abiertos de par en par.
—No grites mamá. — le pidió y ella se pasó las manos por la cara. Había perdido los estribos frente a su hijo. Aquello casi nunca sucedía.
—Tengo que ir. — Le dijo a Ghita con los ojos humedecidos y a punto de echarse a llorar. —Nada va a pasarme si me quedo aquí.
—Nada malo, querrás decir. —Intervino Ghita. —No estás perdiendo el tiempo. Eres una excelente mujer, no conozco a nadie mejor que tú. Tienes un alma bondadosa y eres…
—¡Voy a perder la casa! —Grito sin pensar en que Peter estaba allí con ellas en la habitación. —¡La perderé si no acepto la oferta de Grenor! No puedo darme el lujo de perder lo único que me queda para Peter. No tengo carrera universitaria. Gano una miseria en la fundación..
—¡Pero estas haciendo algo bueno! —Rebatió su amiga sacudiendo la cabeza con rabia.
Nala se sintió mal, jamás había discutido tan fuerte con su mejor amiga. En todos los años que llevaban tratándose, Nala y Ghita siempre habían encontrado la manera de llegar a un punto medio en sus diferencias. Pero aquello las estaba superando.
—¿No te das cuenta, Ghita? —preguntó sentándose en la cama y agachando la cabeza para que su amiga no viera las lágrimas en sus mejillas.
Finalmente, sus ojos habían cedido y las lágrimas habían comenzado a bajar de sus ojos.
Aquello en verdad la estaba superando. Quería creer que todo estaría bien, que no tenía miedo de irse con Grenor a Grecia. Su hermana se había ido por un tiempo y regresado con un bebe.
¿Y si le sucediera lo mismo a ella?
¿Y si algo malo le pasaba a Peter por llevarlo a ese país al otro lado del mundo?
¡Ni siquiera sabía hablar griego!
—Nala, linda ...—Ghita se sentó junto a ella en la cama y la miró preocupada, tomó su rostro con ambas manos y la obligó a mirarla a los ojos. Nala levantó la cara y dejó que su amiga viera todos sus miedos en un instante. —Todo saldrá bien. —Aseguro.
—¿Cómo lo sabes?
—Tu no tomas malas decisiones. Piensas todo muy bien. Si dices que no tienes más opciones, que irte a Grecia por este mes es lo correcto, pues hazlo. Se que nunca harás nada para perjudicar a Peter. Eres un ángel de persona, nunca olvides eso.
—Tengo miedo…—susurro Nala.
—Es normal temer a lo desconocido. Se que lo harás muy bien. ¿Y quien sabe? ¡A lo mejor te casas con un griego y vienes convertida en una diva millonaria! — Ambas se rieron y en ese momento sonó el timbre de la puerta.
Nala dio un brinco y Ghita la agarró de los hombros.
—Vas a estar bien. Lo harás bien. Y si no resulta, vienes a casa. Vienes conmigo y te aseguro que encontraré la forma de ayudarte.
—Ya me has ayudado demasiado. —Nala abrazó a su amiga y terminó de recoger todo lo que faltaba. Había hecho tres maletas con todo lo que pudo empacar tanto de ella como de Peter.
Era el cambio más grande que había tenido en su vida.
Un mes, se dijo. Tan solo un mes.
—Vamos a conocer al ángel ese del cual tanto hablas. —dijo entonces Ghita tomando dos de las maletas y yendo a abrir la puerta a Grenor.
—Realmente es un ángel. —susurro Nala mientras seguía los pasos a su amiga.
¿Cómo sino explicar que Grenor había llegado en el momento justo y le había ofrecido ese empleo?
—Hola. —Escucho a Ghita decir nada más abrir la puerta.
Nala se apresuró y se colocó a su lado, empujándola un poco con las caderas para que su amiga cambiara la actitud arisca.
Grenor la estaba ayudando.
Su amiga iba vestida con un pantalón de mezclilla y un top verde que le sentaba de maravilla. Su cuerpo era esbelto y bien proporcionado, parecía toda una modelo de Victoria Secret. Su cabello estaba recogido y llevaba los lentes de sol en la cabeza pues estaba dentro de la casa.
—Esta mujer que ves aquí es mi mejor amiga, casi mi hermana. Si le haces daño te cortaré las…
—¡Ghita! — interrumpió Nala a su amiga, mientras sentía como sus mejillas se teñian de color rojo. —Ya es suficiente. —miro a Grenor y vio que este ni se había inmutado.
El hombre parecía un robot,
Cualquiera en su lugar hubiera estallado ante semejante amenaza.
Al menos ella lo habría hecho.
Su amiga podía ser muy intimidante cuando quería.
—Grenor, disculpa a Ghita es un poco…
—Realista. Eso es lo que soy. Pasa adelante si quieres. Así te veo bien el rostro. —Ghita se hizo a un lado y señaló la sala. Grenor miró a su amiga con los ojos centelleantes y Nala supo en el momento exacto en el que algo detonó en Grenor.
—No tienes que entrar si no quieres. — hablo ella, pero de igual forma se hizo a un lado. Sus manos temblaban y sentía que en cualquier momento iba a desmayarse.
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Editado: 15.01.2025