Trilogia Una Noche En Grecia: 1

Capitulo Doce: Una verdad

Grenor lograba sacar su mal genio sin siquiera estar cerca de ella.

Nala esperaría a que él regresara de la oficina y pondría los puntos claros. No podía tenerla allí, así como así. Se sintió inestable y a punto de echarse a llorar.

Nala tenía la mala costumbre de llorar si estaba triste, si se enojaba o si estaba feliz, lo cual le dificulta relacionarse como un adulto responsable.

Así que no cuestionaría más a la ama de llaves, ella no tenía la culpa de que su jefe fuera un arrogante bipolar.

Nala se fue a su habitación luego de terminarse el té y aguardo por la llegada de Grenor durante horas, pero este no apareció, así que lentamente el sueño la fue reclamando hasta que finalmente, cuando sintió que se iba a dormir, pensó en s abuela y lo orgullosa que estaría de ella haberse lanzado a esa aventura.

En la mañana Nala despertó con un solo pensamiento en su cabeza: confrontar a Grenor. Se ducho, cepillo los dientes a la velocidad de la luz y se ató el cabello en un moño alto que terminó soltando los flequillos rebeldes y luciendo descuidado. No le importó, tenía cosas importantes y no podía dejar de hablar con Grenor aquella mañana.

Pensó en su amiga, ella no le había marcado, ni tampoco le había mensajeado. Ghita debía de estar casi llamando a la policía para decirles que ella estaba secuestrada.

Así que decidió llamarla ella omitiendo los detalles que aún Nala desconocía.

—Ghita. — dijo ella nada más timbrar una vez el teléfono.

—¡Por dios, Nala! — exclamó — Me tenías de los nervios.

—Lo siento. Anoche llegué y tuve que dormir, estaba agotada. No tenía idea de que volar fuera tan tedioso.

—¿Estás bien? ¿Peter está bien?

—Si. — dijo escueta. Su hijo estaba bien. Escuchó su voz en ese momento en el pasillo y sonrió. Nada mejor que oír la voz de su hijo para ofrecerle paz a su corazón. —Estamos bien. La casa es hermosa. — Agregó puesto que no sabía cómo evadir los temas importantes. Ghita la conocía muy bien y ella sabía que su amiga se daría cuenta que algo no iba bien.

—¿Qué tal el señor estirado? — preguntó Ghita refiriéndose a Grenor. —¿Te ha tratado bien? Espero que sí, porque si no lo ha hecho tomaré un vuelo ahora mismo a Grecia y te juro que…

—¡Tranquila! — exclamó riéndose. Amaba como Ghita la protegía. Ella era la única mujer que en verdad consideraba su hermana.

Dara jamás la había cuidado como Ghita. Es más, no habían sido ni una ni dos veces, que Nala había deseado que su mejor amiga fuera en verdad su hermana. Ella merecía más ese puesto.

Dara era la persona más egoísta que Nala conocía, sin embargo, aun después de esos cinco años desaparecida, ella no podía odiarla.

—Necesito saber que estás bien. — su amiga siempre estaría pendiente de ellos dos. Y Nala eso lo agradecía con toda su alma. —Dime en qué ciudad estás. Mándame la ubicación por el móvil.

—No creo que sea necesario…— comenzó ella a decir pero Ghita la interrumpió.

—¡Eres virgen! — gritó a través de la línea. — ¡Claro que es importante! Eres la persona más inocente que conozco. Te has ido con un completo extraño a otro país. ¿Y si te prostituye? ¿Y si vende tus órganos? ¿Has pensado en eso?

La verdad era que no. Ella ni siquiera había dudado de las palabras de Grenor. Al menos no hasta que habían llegado a la mansión y él se convirtió en un hombre completamente distinto al que ella había conocido en Chicago.

—Debo irme…— le dijo a Ghita cuando sintió que no tenía ninguna respuesta a sus preguntas.

—No puedes huir para siempre de mí, Nala. Te cuestiono por tu propio bien. No conoces a ese hombre.

—Ni tú tampoco.

—¡Pues por eso mismo es que no confío en él! — exclamó ella. — Porque hasta hace dos días no sabíamos de su existencia. Nadie llega por arte de magia para salvar a una damisela en apuros.

—No soy una damisela…—refutó ella. —No soy tan inocente.

—¡Oh, Nala preciosa! Eres peor que un niño. A ti no hay que engañarte con caramelos. Tu te engañas solita.

—No seas así ...— murmuró Nala, aunque sabía que era cierto. Ella siempre quería pensar que las personas no eran malas por que si.

En ese momento sonó la puerta con un golpe seco y Nala se despidió de Ghita, a pesar de su insistencia, le aseguro que la llamaría en la tarde para contarle sobre su nuevo trabajo y que Ghita pudiera hablar con su hijo.

Dejó el teléfono en la mesita de noche y se fue a la puerta.

Al abrirla, se encontró de frente con el causante de su inconformidad.

—¡Tu! — Exclamó ella nada más verlo.

—Buenos días para ti también, Nala. — La voz profunda de Grenor hizo que su piel se pusiera de gallina.

—¿Por qué me dejaste así anoche? ¡Ni siquiera me acompañaste a cenar! — sabía que estaba exagerando, era su empleada, pero por alguna razón fue lo primero que salió de su boca.

—¿Le tienes miedo a la soledad? — preguntó el sarcástico. — Acostumbrate a ella.

—No es tu problema a lo que le tengo miedo.

—Toma. — el le entrego un sobre de color blanco y ella lo miro desconfiada.

—¿Qué es eso? — inquirió.

—Documentos. — En ese momento Peter entró a la habitación. Ya estaba cambiado y perfumado, su cabello oscuro peinado hacia atrás y estaba sonriendo.

—¡Hola, mami! — grito nada más verla. Él se fue a abrazarla y ella se agachó poniéndose a su nivel. Nala sintió los brazos regordetes de su hijo y se tranquilizó un poco.

Sintió la mirada penetrante de Grenor sobre ellos y lo miró.

—¿Tienes algo que decirme?

—Firma el documento. — dijo entrando las manos en los bolsillos de su pantalón. — llevaba un pantalón azul oscuro y una camisa negra de mangas largas. —Tengo trabajo. Mientras más rápido termines, mucho mejor.

—Vaya, gracias por la delicadeza. — dijo llena de ironía. — se alejó de su hijo y este se dirigió a la cama y comenzó a saltar sobre ella.

Nala se debatió entre abrir el documento y cuidar de que Peter no se cayera de la cama.




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