Nala sintió que el piso se abría y el fuego del infierno se la tragaba.
—¿Qué diablos has dicho? — pregunto abriendo los ojos de par en par.
No podía creer lo que él había dicho.
¿El padre de Grenor?
¿Cómo podría ser aquello posible?
—No puede ser…— susurró muerta de miedo, pánico, ira. Tuvo demasiadas emociones aglomeradas y a punto de estallar.
Vio por el rabillo del ojo la puerta y quiso marcharse, pero Grenor se atravesó en su camino.
—Ni se te ocurra. Ahora más vas a escuchar. — dijo él con voz profunda.
—¿Qué es lo que quieres de mí?
¡Dios mío! ¡Su mejor amiga tenía razón!
Aquel hombre era un desgraciado. Un manipulador que la había engañado.
—Siéntate en la cama y escúchame. — le ordenó Grenor. —Me vas a escuchar y no vas a irte.
—No puedes decirme qué hacer. Tu no me mandas, Grenor. —Dijo ella casi escupiendo las palabras, aunque su labio inferior temblaba.
—Estas en mi casa, en mi país. No seas tonta, mujer. Harás lo que me de la maldita gana. — gruñó él y se detuvo frente a ella.
Nala solo pensaba en cómo pasar sobre él, tomar a Peter en brazos y largarse de allí.
Pero las cuentas no le daban, ella tenía todas las de perder.
—Me engañaste para venir aquí. — susurro mirándolo con los ojos llenos de lágrimas.
No quería llorar, pero sus ojos no pensaban en colaborarle.
—Hago lo que sea por mi hijo.
—¡Ni siquiera sabes si es tuyo! — Gritó ella levantándose de la cama.
—Es mío. Es igual a mí. Con tan solo verlo se que es mi hijo. Sangre de mi sangre…
—¡Ay, por favor! ¡Qué cursilería! — estaba fuera de su. Se acercó tanto a Grenor hasta que sus cuerpos casi se chocaron. Estaba temblando, pero no iba a demostrarle el miedo que sentía. —Mi hermana es una loca. No tienes idea de si te engaño con otro hombre. En cambio, para mí, Peter siempre será mi hijo.
—¡No es tu hijo! ¡Es tu sobrino! — Esta vez, su tono de voz si la hizo retroceder y se sintió desfallecer, dio cuatro pasos hacia atrás y cayó en la cama. — Tu…— dijo el señalándole. — Has dicho tantas veces que es tu hijo, que ahora te crees la mentira que tu misma creaste. ¡No es tu hijo! ¡Es mío!
Grenor dio media vuelta y se encaminó a la puerta, ella estaba temblando y no podía decir ni media palabra.
Fue entonces cuando ella lo vio volverse y mirarla como si fuera menos que una basura.
—Eres su tía, una mujer igual de despreciable que su hermana. Ninguna de las dos merece estar con mi hijo. No se que diablos te pensaste cuando te lanzaste en el parque a mis brazos, pero no se te va a dar el plan.
—¿Estas demente? — preguntó ella levantándose de la cama y tirándole las almohadas y las sábanas a los pies.
Su ira la estaba consumiendo, estaba perdiendo la cabeza y la actitud arrogante y segura de Grenor no le ayudaba a controlarse.
Miro a todas partes en la habitación, deseaba golpearlo y salir corriendo del lugar con su hijo en brazos.
Su hijo.
Peter era suyo.
Grenor se equivocaba. Madre no era la que daba a luz a un bebe. Madre era la que se trasnochaba cuando el bebe no podía dormir, o cuando este estaba enfermo y debía salir a media noche al hospital. Madre era esa que dejaba de comer ella para que su hijo tuviera alimento.
No. Dara no era la madre de Peter. Ella lo era y ningún desgraciado extraño iba a hacerle pensar diferente.
—¿Demente? — preguntó él mirándola con los ojos entornados y la mirada acerada. — No tienes idea de lo que es estar demente.
Grenor se acercó a su maleta, que estaba en un rincón de la habitación, ella lo observó en cámara lenta y vio como esta abría el bolsillo delantero.
—‘Que haces? —Pregunto confundida. — ¿Qué demonios estás haciendo? —Chilló cuando vio como Grenor saco el pasaporte y su ID personal de su cartera. —¡Deja eso ahí mismo! — grito y las lágrimas cedieron.
Se estaba llevando su pasaporte.
—Por favor…
—Esto es demente. — Dijo él sonriéndole. —No tienes idea de con quién te metiste.
—No he hecho nada. ¡Te lo juro, no he hecho nada!
—Tú y tu hermana sabrán lo que es involucrarse con un Constantine.
—¿Constantine?
—Deja esa careta de mujer inocente y angelical. Sé quién eres. Conozco a las de tu tipo. — dijo él dándose la vuelta con sus documentos personales en la mano. —Me han robado cinco años de mi hijo y me lo van a pagar.
—¡Yo no sabía de tu existencia! — grito ella al verlo salir de la habitación-
¿Cómo iba a decirle que tenia mas de cinco años sin ver a su hermana? ¿Cómo explicarle que se había equivocado de mujer?
¡Ella no era para nada como su hermana!
—Ya te enteraras entonces quién diablos soy.
Nala sintió que iba a desmayarse, el aire dejó de entrar a sus pulmones. Le faltaba oxígeno, las lágrimas surcaban sus mejillas y sus labios temblaban. Un sollozo salió de los más profundo de su garganta y miró su maleta abierta.
Necesitaba llamar a Ghita. Le pediría que enviara a migración al lugar o a la policía.
Grenor podía tener todos los millones del mundo, pero no iba a poder defenderse de la policía.
¿Cómo iba a explicar que tenía secuestrada a una americana?
No había forma.
Busco en el bolsillo delantero, luego en la maleta completa, pero finalmente se dio cuenta que no estaba allí. Busco en la habitación, pues recordó que había estado hablando con Ghita antes de Grenor llenar, pero al ir a la mesita de noche, se dio cuenta que el celular había desaparecido.
—¡Maldito seas, Grenor Constantine! —Exclamó enfurecida.
Nala salió de la habitación dispuesta a destruir al hombre con sus propias manos, pero no lo encontró por ningún lado. Ni siquiera sabía cuál era su habitación, seguramente allí se había llevado sus pertenencias.
—¿Estás bien? — era Sanda.
—¡Usted! —grito crucificando a la mujer con la mirada esmeralda. —¿Se siente bien engañándome? ¿Feliz?
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Editado: 15.01.2025