Trilogia Una Noche En Grecia: 1

Capitulo DIeciseis: Un error de calculo

—Mamá, en verdad tengo hambre. — dijo Peter.

—Lo sé, mi amor, pero debemos esperar a que Grenor se desocupe. —Le comentó Nala abrazándolo y acariciándole el cabello.

—Él me dijo que puedo estar con él. — Nala sintió que el corazón se le abría en dos mitades y que no podía repararlo.

—¿Él te dijo eso?

—Si. Dijo que sería mi nuevo amigo.

—¿Solo eso? — preguntó con el alma en un hilo. —¿Nada más?

—No. — Peter ni se enteraba del miedo que atenazaba el corazón de su madre en ese momento.

Inseguridad. No había otra palabra para describir lo que Nala sintió cuando Peter habló.

—Me gustaría que él fuera mi papá. ¿Por qué no tengo un papá, mami?

Nala se quedó muda. Sin palabras. Su garganta se cerró.

Era la primera vez que su hijo le cuestionaba sobre ello, y no estaba preparada para responderle, no estaba preparada para sostener una conversación, sin saber respuestas que llenaran el corazón del niño, y tranquilizaran sus ansias.

—No importa. Greg puede serlo. ¿Le preguntamos? —Nala salió del trance en que estaba cuando vio como Peter se levantó de la alfombra.

—¿A dónde vas? — cuestionó con voz temblorosa.

—Quiero pizza.

Peter comenzó a correr directo al pasillo y Nala fue detrás de él pensando sólo en las palabras de su hijo.

Me gustaría que él fuera mi papá.

El zumbido en su oído le impedía escuchar nada más. Solo la voz de su hijo en su cabeza. Sabía que este momento llegaría, tanto Ghita como su vecina se lo habían dicho por años. Que estuviera preparada para cuando Pete le cuestionara sobre su padre. Puesto que el niño no sabía que en realidad ella era su tía y no su madre, y nadie más que las personas cercanas a su círculo lo sabían, su secreto estaba a salvo.

Pero en cambio, con Grenor, se percató que no solo el lo sabia, sino también la ama de llaves y ahora sus padres era probable que también se enteraran. La noticia se haría de conocimiento público y su hijo, tendría preguntas.

—¡Peter! ¡No! — grito por lo bajito y extendió una mano para agarrarlo pero este fue más veloz y bajó los escalones de dos en dos. — Peter, por favor. — Grenor iba a matarla.

Peter extendió los brazos y se colgó de Grenor el cual se acercó veloz para sostener a su hijo. Nala observó la confusión en sus ojos y se quedó petrificada.

La escena era de lo más hermosa.

Grenor tenía a Peter en brazos y este se reía.

—Dijiste que cenaremos pizza hoy. Mamá no me quiere dar pizza.

La mujer que estaba detrás le llamó y a él se le pusieron los hombros rígidos.

—Grenor.

—Lo siento. —dijo Nala con la voz trémula.

—Greg, dile que me compre pizza.

—Lo siento, campeón. — dijo Grenor concentrándose en Peter. — He estado ocupado, pero ahora le vamos a decir a Sanda para que la ordene y llegue super rápido.

Era increíble, como la voz y las facciones de su cara cambiaban al dirigirse al niño. Para ella, todo era odio, rabia, resentimiento, algo ilógico pues ella no le había lastimado de ninguna forma, pero increíblemente, Grenor la odiaba. Aún no descubre la razón, tan solo sospechaba que era por su hermana, por Dara no decirle.

Entonces ella, como siempre había sido, terminaba pagando las consecuencias de los actos egoístas de su hermana mayor.

—Peter, ve con tu…ve con tu madre. — Grenor la observó mientras decía estas palabras y agradeció a los cielos que él no hiciera un comentario despectivo frente al niño.

Sus ojos azules estaban increíblemente oscuros, de un color tan intenso como el mar en plena tormenta.

Turbulento, oscuro, terrorífico.

Grenor bajó a Peter de sus brazos y el niño lo miró haciendo puchero pero luego subió los escalones hasta donde estaba ella.

—Grenor, ¿No nos vas a presentar? —La señora con vestido beige observó a Nala de arriba abajo y extendió una de sus manos delicadas para saludarla. — Soy Anielly Constantine, ¿y tú quién eres?

—Ella es mi mama. — respondió Peter acaparando la atención de la madre de Grenor.

—Ella ya se va a su habitación.

—¡Grenor! ¡Deja que salude!

—Yo..

—Como acabo de decir, ella ya se iba. — Quizá por su tono de voz, o la forma en cómo su piel se erizó al escucharlo, hizo que ella tomara a Peter en brazos y se diera media vuelta con dirección a la escalera.

Sin embargo, escucho perfectamente cuando la madre de Grenor dijo.

—¿Qué demonios te sucede? ¿Quién es esa chica?

—No es nadie importante, mama. — respondió él restándole importancia a su existencia.

Nala se encerró en su habitación y dejó que Peter siguiera jugando. Su hijo se distraía con facilidad, quizá porque tan solo tenía cinco años.

Diez minutos habían pasado cuando la puerta se abrió de par en par y Peter chilló asustado.

—¿¡Qué diablos pasa contigo!? —preguntó Grenor nada más entrar.

—Lo siento…él se ha escapado, es que…él tiene hambre y yo…—Nala comenzó a tartamudear y a mirar a todas partes menos a los intensos ojos azules de Grenor.

—Peter, baja a la cocina, Sanda te está preparando algo para comer en lo que la pizza llega.

—Pero quiero pizza…

—Cariño…— Nala intervino. —Ve a la cocina, tengo que hablar algo con Grenor y luego bajó a cenar contigo. ¿Vale?

—Vale. — respondió el niño tomando un peluche con forma de oso y corriendo escaleras abajo.

Nala siguió sus pasos sin importar pasarle por el lado a Grenor, el miedo a que Grenor le gritara era mínimo comparado con el temor a que su hijo se cayera bajando las escaleras.

Al verlo con Sanda, se tranquilizó un poco y aspiró profundamente antes de volver a la habitación donde Grenor la esperaba.

—Escuchame, Grenor…—dijo cerrando la puerta para que Peter no escuchara su conversación. —..Esto ha sido un error, un terrible error. No he querido ser vista por tus padres.

—¿No? — inquirió él moviéndose en la recámara como un león enjaulado. — ¿No? ¿Me vas a decir que no planificaste que ellos te vieran?




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