Una mañana Nala llamó a su amiga, se sentía triste y con ganas de hablar con alguien más que no fuera con la ama de llaves, a pesar de que esta se había demostrado amable con ella, caritativa y más que nada había luchado y enfrentado a Grenor para que él considerara no quitarle a su sobrino. Sin embargo, todavía Nala tenía cierto recelo en confiar en ella y hablarle sus cosas pues sentía que en cualquier momento la mujer iba a tomar el bando de Grenor y la dejaría en la inmunda miseria. Nala siempre había sido una mujer pensante, analizaba cada una de las decisiones que tomaba y por eso todavía no llegaba a confiar completo en la mujer porque sabía que, a la larga o la corta, su jefe era Grenor Constantine y que ella lo escogería por sobre todo.
—Hola, tesoro. ¿cómo estás hoy?— le preguntó nada más escuchar su voz.
Nala, desde que Sanda le devolvió su móvil, llamaba a Ghita todos los días o por lo menos le enviaba mensajes, para que su amiga estuviera tranquila.
—Estoy bien. —Respondió ella.
—¿Qué pasa? ¿cómo estás? ¿cómo te trata el bastardo? — No había forma de que Grenor fuera santo de la devoción de Ghita.
—Estoy… Bien. —Nala dudó y eso le dio la oportunidad a su amiga de hacerse toda clase de ideas.
—Nala en el momento en que sientas que no puedes más, olvídate del dinero. Si tienes que irte, si debes regresar a Chicago, por favor dímelo y te aseguro que voy a buscar todo el dinero necesario para traerte de vuelta tanto a ti como a Peter. No tienes porqué aguantar nada a este desgraciado. —Su amiga volvió a darle el mismo discurso de cada día.
—¿Qué te hace pensar que estoy aguantando algo? ¡Todo está bien! — exclamó esta última parte con el tono más chillón de lo que hubiese deseado. Ni siquiera ella misma se creía eso y así como ella no se lo creía, su amiga tampoco.
Ghita la conocía desde hacía años, sabía cuándo mentía, sabía cuándo estaba enojada, incluso sabía cuándo estaba preocupada con tan solo escuchar su timbre de voz.
En aquel momento Nala sentía que iba a perder la cordura, que no podía controlar su entorno y ella era alguien a la cual le gustaba controlar todo a su alrededor, porque odiaba las sorpresas, había tenido suficientes sorpresas en su vida, la muerte de su madre cuando apenas será una niña, la pérdida de su abuela y único pariente cuando apenas comenzaba a vivir, y para colmo, con la llegada de su sobrino cuando apenas tenía 20 años tuvo que dejar la Universidad, renunciar a sus estudios. No, a Nala le caían terribles las sorpresas. No obstante, por duro que parezca no había sido lo más difícil que había hecho en su vida, su sobrino era lo más importante y eso nada lo cambiaría. Lo más duro que había hecho en su vida era dejar de llamar a su hermana, dejar de buscarla, porque se dio cuenta bastante tarde que su hermana no quería nada que ver con ella, aquello le lastimaba el corazón y oscurecía su alma. Con la desaparición de su hermana, fue cuando entendió que estaba realmente sola en la vida.
—Nala, no te quedes en silencio. Sé que algo está pasando contigo. —Ghita estaba preocupada, percibía en su voz el temor, así que le restó importancia y sonrió soltando un suspiro le restó importancia.
—Todo está bien. Cuéntame sobre la boda. Estoy muy emocionada, ¡mi mejor amiga se casa finalmente! ¿Ya tienes una fecha? Dominic debe estar eufórico. Incluso más que tú.
su amiga comenzó a parlotear sobre la boda y por fin Nala logró que se distrajera, eso era lo que ella necesitaba, que Ghita dejara de pensar en ella por algún momento y que se concentrara en lo más importante: casarse con el hombre que amaba. Ese era un hecho trascendental y más para Ghita que estaba enamorada de Dominic desde hacía años.
—Necesito que regreses ya. Quiero escoger el salón, quiero escoger mi vestido de novia, pero mi mejor amiga y dama de honor está al otro lado del mundo. ¡En Europa! ¿Por qué te fuiste sin mí? — dijo Ghita haciéndola carcajearse.
—Porque sabes muy bien que tengo una deuda que pagar.
—Ese hombre te dio un adelanto. ¿Por qué no escapaste con el dinero? preguntó su amiga con humor.
—¿Será porque él ya sabe dónde vivo y estaría en mi casa en lo que canta un gallo?
—Touché. — entendió Ghita riéndose a carcajadas.
Aquello era real, con lo intenso que era Grenor, estaba segura que si osaba escapar de él, la encontraría al final del día, así fuera debajo de las piedras que ella se escondiera.
Nala cometió el error de decir a su amiga unas palabras que le pesaría bastante.
—Él no es tan malo como se ve.
—¿Qué dijiste?
—Yo…— ella se quedó en blanco. ¿Qué diablos acababa de hacer? —…El, pues le compra juguetes a Peter, incluso le equipó toda su habitación con consolas y juegos electrónicos y didácticos. Es tan…
—¡Ay no! ¡No me digas eso! — Exclamó Ghita. —¡no me digas que te has enamorado de él tan pronto! ¡Eso es patético! ¡Es un tipo arrogante y no te conviene! — dijo su amiga
—No lo conoces como yo. — Lo excuso ella y sin darse cuenta, estaba defendiendo al ogro que intentaba quitarle a su hijo. —No me he enamorado. — dijo ella. — tranquila, todo estará bien.
—Lo escucho en tu tono de voz. — refuto Ghita. —Estás loca por él.
—¡Claro que no!
—¡Claro que sí! ¡Te enamoraste de Grenor Constantine en una semana!
—No digas boberías. Ni siquiera has visto mi cara. — objeto Nala — ahora mismo tengo cara de repulsión al mencionar su nombre. —refutó Nala intentando creerse la mentira.
Hacía días que Grenor se había ido sin decirle a dónde, ella no era quien para preguntarle pero le dolía porque él la había contratado… no, más bien la había engañado para llevársela a Grecia y poder hacerle la prueba de ADN a su hijo.
¿Por que ella no terminaba de entender que Grenor no era su amigo?
Él no era ni siquiera el hombre que ella creía que era cuando lo conoció en Chicago.
Grenor era mucho peor de lo que ella había imaginado y es que con la inocencia de Nala jamás pensó que alguien pudiera hacerle tanto daño como él le estaba provocando a ella.
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Editado: 15.01.2025