Grenor
Grenor escuchó el sonido seco de un golpe y de inmediato miró hacia la escalera de inmediato, sintió que su corazón se detuvo en su pecho y salió aterrorizado corriendo como si su vida dependiera de ello. Notó la mirada de Anastassia, la cual se quedó extrañada y le preguntó si algo sucedía. Grenor no escuchó nada más, se acercó a la escalera subiendo de dos en dos, encontró a Nala desmayada en el suelo y se arrodilló junto a ella.
—Nala, despierta. ¡Nala! — la llamó.
Grenor no quería tocarla y sentir esa electricidad que antes había sentido cada vez que la tenía cerca.
El cabello de Nala estaba suelto y cubría gran parte de su pequeño y delicado rostro. Grenor le retiró algunos de los flequillos y notó por primera vez, que Nala tenía pecas diminutas en las mejillas y la nariz.
Anastasia se acercó a él después de unos segundos y miró con desprecio a la mujer en el suelo.
—¿Quién es ésta? — le preguntó ella, pero Grenor no respondió. —Grenor, tesoro, más te vale que no te estás revolcando con esta perra…
—Cállate, Anastassia. — gruñó él. —¡Sanda! — vociferó. —¡Sanda! — volvió a llamar.
—Deja tanto grito. — Grenor miró a Anastassia y esta estaba con la mano en su frente simulando calor. — Me estoy casi a punto de desmayar del calor.
—No hace calor. Vete de mi casa. —Grenor levantó a Nala en brazos y se percató que la diminuta mujer no pesaba más de cincuenta kilogramos.
—¿A mí? ¿Qué tienes con esa mucama? ¿Me estas dejando por esto? — Anastassia subió una de sus manos y sostuvo un mechón de cabello de Nala. Grenor la alejó de inmediato y bajó la escalera con Nala en brazos.
—Anastasia, es mejor que te vayas. — le dijo él llegando al último escalón. — ahora mismo. Si sigues aquí dentro de tres minutos, te sacaré yo mismo.
—No te atreverías. Estamos destinados, nuestros padres…
—¡Deja ya esa historia! — Grenor llamó una vez más a Sanda y esta apareció de inmediato.
—¡Ay no! — Sanda se acercó a él y con los ojos abiertos de par en par, le puso la mano en la frente y luego tomó su muñeca y la apretó suavemente.
—¿Qué diablos haces? — preguntó sin entender.
—Calla, Grenor. — La forma en la que Sanda le habló le hizo aterrizar de su pesadilla. —Estoy verificando su pulso. ¿Qué demonios le hiciste a la pobre chica ahora? ¿Qué le hizo esta ... .amiguita tuya?
—¡Eh! — exclamó Anastassia. —¡Más respeto para la futura esposa de Grenor! — la rubia abrió su cartera y sacó su móvil.
—No tengo tiempo para esto. — Dijo Grenor moviéndose a hacia la puerta, Sanda vio sus intenciones y abrió la puerta de inmediato. — Cuida de Peter. Te avisaré desde que me digan algo de ella.
—Claro. — Sanda lo acompaño hasta el vehículo y allí le abrió la puerta para que la colocara acostada en el asiento de atrás. —¿Me dirás que paso? — Preguntó su ama de llaves al cerrar la puerta el montarse en el carro.
—No tengo la menor idea.
—¿No le hiciste nada? — Grenor pensó en la cantidad de cosas que le había hecho, desplantes, desprecio, humillaciones.
La lista era larga.
Pero en aquella noche, no le había hecho nada para que se desmayara.
—A lo mejor solo es estrés.
—O anemia. La pobre no come casi nada. —Dijo Sanda soltando un suspiro.
Grenor aceleró el vehículo y dejó a Anastassia allí. Esa mujer le irritaba. Comenzaba a sentir repulsión por ella. La chica no se daba cuenta de cuanto Grenor la despreciaba. Estaba tan empecinada en casarse que ni se percataba que le resultaba molesta.
Muy pronto hablaría seriamente con ella. Le aclararía las cosas a ella y a su padre.
Miro hacia atrás por el espejo retrovisor y vio que Nala seguía desmayada.
¿Por qué le habría sucedido aquello?
Grenor intentó no preocuparse, pero le fue imposible. Él le había hecho demasiado a la tía de su hijo.
¿Ahora solo es la tía de su hijo? Pensó con sorna.
Recordó el beso que le había dado y su entrepierna se endureció.
Ese beso había sido el mejor que había tenido. Tan cálido, tan suave, sin ese deseo desesperado, ese que hacía que todo fuese deprisa.
Grenor llegó al hospital y de inmediato exigió que Nala fuera tratada de emergencia. Todavía la mujer no se despertaba y a cada segundo su corazón se aceleraba un poco más y le impedía respirar correctamente. Al cabo de varios minutos que se le hicieron eternos, como una condena en el infierno, Nala es llevada a una habitación donde un especialista medicina general la revisa y confirma que sólo ha sido un desmayo.
Varios minutos después de realizarle algunas pruebas, un hemograma y tomarle la presión arterial, determinan junto a los resultados Nala tiene anemia. Una anemia crónica, gravísima.
El médico le pide a Grenor que la deje allí al menos a pasar la noche pues está demasiado débil para viajar
—No va a viajar, iría a mi casa, ella es una invitada mía. —él estaba preocupado por ella. Prefería tenerla en casa para que Sanda pudiera atenderla mejor
—Sé que cree que estará mejor allá, pero prefiero mantenerla aquí en observación, darle un poco de hidratación, algunas vitaminas por vía intravenosa.
—Está bien. Usted es el doctor. Ella se quedará aquí. — aceptando su destino, Grenor llamó a su secretaria, iba a quedarse junto a Nala. No la dejaría sola.
Eran más de las diez de la noche, pero no le importó. Herna siempre estaba dispuesta a que le contaran algún chisme y por consiguiente estaría dispuesta a hacer su trabajo.
Al cabo de varios segundos la mujer tomó la llamada.
—Jefe, ¿qué pasa? — le preguntó. —Debe ser gravísimo para que me llame a esta hora. — Ahí estaba la voz del chisme. Grenor sacudió la cabeza con ira.
—Cancela todas mis citas para mañana. No voy a poder ir a la oficina temprano. De hacerlo, sería después del mediodía, pero de momento no estaré disponible para nadie.
—Con relación a eso señor permítame decirle que hoy a las once se van a hacer las actualizaciones de los computadores y creo que es mejor si usted se da una pasada por allá y verifica que todo esté en orden.
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Editado: 15.01.2025