Trilogia Una Noche En Grecia: 1

Capitulo veintidos: Un dolor grande

—No sé porque…

—Eres una mujer sin clase, mira cómo llevas ese cabello y esa ropa de bajo costo. ¿Qué diablos va a ver Grenor en ti?

—Yo…— Nala intentaba comprender a qué venía todo aquello, pero no pudo.

—Tu…así con tu cara de mosquita muerta. Mi padre ya organizó todo para nosotros.

—Le juro que no sé de qué habla. — Balbuceo Nala llena de confusión.

¿Esa mujer tan despampanante estaba celosa de ella?

¿Acaso pensaba que Grenor y ella estaban juntos?

—No te hagas la desentendida. Se cómo te ha mirado él. ¡No estoy loca! — Su comportamiento distaba mucho de sus palabras, pensó Nala, al ver como la mujer elevaba la voz.

—Mire, señorita, estoy mareada, acaban de traerme al hospital….

—Es mi prometido. — repitió la rubia. —Soy la mujer con la que va a casarse en dos meses y tú no eres nadie. — la mujer hizo tanto énfasis en la palabra prometido que Nala sintió una arcada aún mayor y tuvo que sacar un poco la cabeza y terminó vomitando en el suelo de la habitación del hospital.

—¡Qué asco! — chillo la mujer. —¡Eres desagradable y una cerda! —La mujer comenzó a saltar intentando quitar el vómito de sus botas. —¡Qué asco! ¡Qué asco! — chillaba ella y una enfermera se acercó y miró la escena.

Nala dejó caer la cabeza de la almohada y se limpió la boca con la sabana.

Se sentía fatal.

—Eres una mujercita tan desagradable y pordiosera. ¡Mira lo que hiciste! ¡arruinaste mis botas! —La rubia sacó su celular y comenzó a tomar fotos de Nala en la cama y el vómito en el piso.

—¿Qué haces? — sorprendida, Nala intentó incorporarse en la cama y enfrentarse a la mujer.

— No se preocupe, señorita. — dijo la enfermera. — Ya busco a alguien para que limpie todo. Quédese tranquila. — La enfermera salió y regresó con ayuda.

Una señora vestida de uniforme blanco y zapatos de goma entró a la habitación y comenzó a limpiar el desastre que Nala había hecho.

—¡Me las vas a pagar! ¡Más te vale que te alejes de Grenor! ¡Él es mío! — Nala se sintió avergonzada pues tanto la enfermera como la señora de limpieza la observaron curiosas.

La rubia salió de la habitación y Nala por fin soltó el aire que había estado conteniendo.

Estaba en shock. Como si cuerpo estuviera allí pero su mente estuviera en un lugar completamente distinto, alejado de todo lo malo que le estaba sucediendo.

Un lugar donde pudiera tener esa felicidad que ella sentía que podía merecer.

—Disculpe. — ella llama a la enfermera y esta se acerca. — Perdóname por todo esto.

—¡Oh no linda! — la mujer le sonrió y tomó su mano. — Esa señorita no tuvo compasión de usted, se nota que es insegura. Usted esfuércese por recuperarse y regresar a casa.

—Espero en verdad volver pronto a casa. —susurró Nala.

—Aquí la cuidaremos bien. El señor Constantine ha dicho que le demos todo lo que usted necesite. Aunque mañana en la mañana seguro se va a casa. El doctor Heist solo ha querido dejarla en observación.

Nala no supo qué decir ante aquellas palabras y se sintió aún más ansiosa.

¿A que se refirió la rubia cuando habló sobre la forma de Grenor mirarla?

—¿Puede darme algo para la cabeza? Siento que va a estallarme en cualquier momento.

A los pocos minutos Nala se encontró más tranquila y casi adormecida por los medicamentos. Finalmente descansaría.

—Disculpe, ¿la habitación 603?

—Es una habitación VIP. No puede acceder a ella. — Nala escuchó voces y abrió los ojos.

Se percató que ya era de día, la luz entraba por un pequeño espacio del ventanal. Tenía flores frescas en un florero de cristal en espiral y bostezó. Había dormido toda la noche.

La puerta se abrió de repente y un flash la cegó por completo.

—Pero ¡qué hace! — escuchó la voz exaltada de la enfermera. —¡Le he dicho que no se puede.

Nala, desorientada, se levantó de la cama y entonces vio que seguía aun canalizada y que no podía alejarse sin que la aguja no rasgara su piel.

—¡demonios! — exclamó furiosa.

Sus manos comenzaron a temblar y sintió náuseas de nuevo. Su migraña regresó y se agarró la cabeza con fervor.

—¡Déjeme en paz! —le gritó al hombre con cámara que seguía fotografiandola.

Ella estaba con bata de hospital, no sabía en qué momento se la habían colocado, ni tampoco quien, pero intento no pensar en ello, le resultaba mejor concentrarse en que ese hombre se marchase.

—¡Váyase de aquí! — gritó.

Otro hombre se acercó y entró a la habitación, tomando fotografías de su ropa colgada en el closet y de ella en la cama.

— Señor, le pido que se retire. Nuestra paciente..

— Es mi trabajo. — le dijo el hombre haciendo a un lado a la enfermera que tan buena había sido con Nala.

— Señor, tendré que llamar a seguridad. Ustedes no pueden entrar a la habitación privada de los pacientes.

—Sonría a la cámara. — dijo el hombre antes de pulsar el botón y tomarle una fotografía, despeinada, enferma, débil, así como estaba.

Nala estaba furiosa, pero se sentía débil y la voz no le salió.

Ella tenía la costumbre de congelarse cuando algo sucedía, incluso de llegar a desmayarse si se sentía presionada.

—Por favor ....— susurró. —Haga algo. — dijo con los ojos verdes humedecidos mirando a la enfermera.

(***)

Grenor había ido y regresado del hospital. El cambio de software había tomado más tiempo de lo que él había pensado. Se sintió cansado y se acercó a la máquina de café que tenían en la oficina. Pincho el botón de expreso dos veces y al ver el café salir se sintió más tranquilo.

No había dormido nada en toda la madrugada.

Había pasado la gran parte del tiempo en la habitación con Nala mientras ella descansaba.

La observó dormir, respirando apaciguadamente, tan tranquila, tan hermosa.

Grenor se maldijo pero lo que había comenzado a notar en ella. Cada detalle, desde las pecas en sus mejillas, hasta el lunar que tenía en la parte de atrás de su oreja derecha.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.