Triplets

CAPÍTULO 1: Venganza

 

El grupo de los tres; tres hermanos, trillizos, tan sincronizados como para saber lo que el otro piensa sin siquiera tener que mover los labios; expertos en el simbolismo; con un espíritu revolucionario tan grande como su fuerza en la lucha; con 35 años y temidos por todo el mundo oculto; criados por las estrictas y revueltas leyes de los magos; tan instruidos en artes marciales, artes mágicas como también en educación y literatura; defensores de sus ideales y del buen corazón. Nadie lo creía, nadie creía que estos tres habían sido... asesinados.

 

XXIII de marzo del MMDCCXLII

Noche

 

Aías Black, un chico de 16 años criado por los magos desde su nacimiento, sin embargo, nadie sabe a qué raza pertenece, ya que fue encontrado en un desierto, por lo tanto, estos lo tratan como a un simple humano. Va corriendo a toda prisa al salón de reunión de los magos, suda copiosamente y se ve a las claras que corre hace ya largo tiempo. Por fin llegó, entrando por la gran puerta principal de roble, que parecía perfectamente encerada, divisó de una forma borrosa aproximadamente a cinco personas; cuatro de ellos vestían de colores diferentes y estaban ubicados uno al lado del otro sentados en sillas de piedra, por encima de la cabeza del último hombre; que vestía de traje ligero y les hacía un tipo de reverencia.

—¡¿Es cierto?! —rugió Aías en cuanto entró al salón, agitado.

Los magos ni se inmutaron al grito, siguieron hablando como si nada.

—¡LES HE PREGUNTADO! —Gritó de nuevo el chico, esta vez la voz le jugó una mala pasada, ya que le falló e hizo un sonido chillón.

Sabiendo que lo ignorarían otra vez, se apropió de una lanza divisada a la cercanía y la arrojó con todas sus fuerzas a uno de los magos que estaba sentado. El mago vestía de rojo y daba la impresión de que estaba en llamas, con solo mirarlo se sentía el fogaje que irradiaba aquella persona. El mago en un acto reflejo sobre humano atrapó la lanza sin perturbarse, justo cuando le iba a impactar en el rostro, se veía como la lanza se convertía en metal fundido desde donde el mago la sostenía hasta los extremos. El mago le arrojó una mirada a Aías, que sintió un calor en el torrente sanguíneo devorando todo rastro de calma.

—¡¿Qué es esta insolencia?! —preguntó irritado el hombre vestido de rojo.

El muchacho quedó petrificado por la gran intimidación que le producía aquel mago, sin duda la imponente aura de ese hombre corroía su valentía.

¿Por qué entre los cuatro le tuvo que buscar a él? —se preguntó el chico mentalmente, sin embargo, lo que le estaba pasando no lo dejaba pensar muy bien.

—Calma Vulcano, ¿no ves que es —hizo una pausa, pensó y retomó—... Aías? —expresó un hombre vestido de azul.

Aías vio los ojos de aquel hombre, aparentaba estar tan calmado, pero se sentía un aura parecida al del mago de vestimenta roja. El chico los conocía. Vulcano, maestro del fuego; Sagar, maestro del agua; Mahisa, maestro de la tierra; Y Eolo, líder de los cuatro y el que da el voto más importante en los asuntos de la más alta categoría, maestro del aire. Estos cuatro conforman las leyes que mandaban en esa era de magos. Los cuatro magos que le negaron a Aías el entrenamiento de magia y el entrenamiento físico. El joven solamente era un huésped mal recibido.

—¿O es que la vejez ya te cobró la vista? —dijo Sagar bromeando, intentando calmar el fogaje que irradiaba Vulcano, sin embargo, hizo lo contrario.

—¿Te crees gracioso? Montón de agua estanca…— respondió el anciano de rojo, pero fue interrumpido con furia.

—¡Basta! —ordenó Eolo de una forma potente, era el líder, se notaba—. ¡¿No sienten que es un asunto importante para él?!

El muchacho entre todo el sollozo y las preguntas, quedó asombrado por el hecho de que el mago lo defendiera, nunca ninguno lo había defendido excepto…

—Lo sentimos Eolo, tienes razón—dijo Sagar.

Vulcano asintió después del comentario del mago vestido de azul como el mar.

—Sigamos— dijo Mahisa, maestro de la tierra, completamente insensible.

El chico se sintió impotente por todas las cosas. Anteriormente habría aguantado todo, pero esta no es una ocasión en la cual pueda soportar.

¡Díganmelo de una buena vez! —quiso gritar Aías, pero lastimosamente su voz no dio la talla, así que no escuchó más allá que en su mente.



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En el texto hay: vampiros, historia, licantropos

Editado: 23.08.2019

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