1- Podemos investigar sobre nuestros escritores favoritos prestando atención a qué es lo que los hace tan buenos y qué les falta a nuestras obras para brillar de ese modo. No hay que estancarnos en el sentimiento de envidia por querer ser como ellos, sino que hay que pensar qué pasos podemos dar nosotros para llegar a donde queremos.
2- Sigamos nuestra intuición. Muchas veces planificamos algo y por querer seguir aquello que armamos, no prestamos atención a nuevas ideas que pueden ser mejores.
3- No dejemos que el miedo a equivocarnos nos paralice. Intentar conseguir la perfección es una de las principales causas del temido bloqueo del escritor. Escribamos sabiendo que aquella no será necesariamente la versión definitiva de nuestro texto. Es preferible dejar rienda suelta a la imaginación y luego corregir los errores, que quedarse paralizado pensando en que está mal. Recordemos que vale más una novela terminada que un montón de obras empezadas.
4- El descanso forma parte del proceso. Si estamos estresados, intentemos no agobiarnos y tomarnos un respiro. Cuando estamos tranquilos es cuando surgen las mejores ideas. Es necesario buscar un equilibrio entre el trabajo y el descanso.
5- Gestionemos nuestra atención lo mejor posible. Seamos conscientes de a qué le dedicamos nuestro tiempo y cuánto tiempo de nuestras vidas invertimos en eso. Hay muchas actividades a las que dedicamos horas y que no nos reportan beneficios.
6- Probemos cosas nuevas saliendo de nuestra zona de confort. El mundo cambia demasiado rápido como para quedarnos estancados en nuestra zona de confort. Busquemos hobbies y aprendamos cosas nuevas. El conocimiento no ocupa espacio y todo lo que aprendamos puede ser potencialmente útil para nuestras obras.
7- No intentemos ser como los demás. No perdamos nuestra identidad imitando lo que está de moda. Las obras que realmente destacan es porque se diferencian del montón. Contemos la historia que necesitamos contar y démosle una mirada única.
8- No nos censuremos por tener miedo a lo que piensen los demás. Las personas siempre van a opinar de lo que hagamos o no. Escribamos para nosotros mismos aquello que necesitamos decir y una vez escrito decidamos si queremos compartirlo o no con el mundo.
9- Podemos ponernos metas diarias o semanales de palabras escritas para obligarnos a avanzar.
10- Dediquemos por lo menos un día a la semana a hacer algo que nos guste. Las mejores ideas surgen cuando uno se relaja.
11- Identifiquemos aquello a lo que le tenemos miedo, aceptémoslo y sigamos adelante sin que nos paralice.
12- Es mejor si nos centramos en el proceso que en objetivos que no controlamos. No podemos estar seguros si ganaremos un premios o seremos publicados, pero podemos esforzarnos escribiendo seguido, investigando sobre distintos temas, aprendiendo las reglas gramaticales y ortográficas o anotándonos en un curso o taller literario. Nuestro esfuerzo nos llevará a tener buenos resultados.
13- Intentemos rodearnos de personas que nos motiven y de objetos que nos inspiren.
14- Las metas que nos pongamos tienen que ser realistas. Es mejor escribir un poco cada día que empezar con ambiciones muy altas que luego no cumplimos.
15- Hagamos que escribir sea lo más sencillo posible. Tengamos a mano cuadernos o dejemos abierto el documento del texto en el que estamos trabajando. De esta forma podremos empezar lo antes posible sin que requiera de ningún esfuerzo extra.
16- No desvaloricemos el poder de las recompensas a corto plazo. Cada vez que terminemos de escribir un capítulo hagamos algo que nos gusta. Puede ser comer un dulce o ver una película.
17- Organicemos nuestra agenda y apuntemos un momento del día para escribir.
18- Anotemos nuestro progreso y nuestros logros. Así sabremos en qué épocas somos más productivos.
19- Pongámonos pequeños objetivos diarios, semanales o mensuales. Cada meta que cumplamos nos va a motivar a seguir escribiendo.
20- Disfrutemos del proceso de escribir. Los objetivos los veremos a largo plazo y no tiene sentido forzarnos a escribir si al hacerlo lo pasamos mal.