Él estaba en el lugar antes de lo pensado. Cuando ellos llegaron —antes de encontrarse con Bill— Olen le dice a Luca:
—No podría ser más perfecto. Es increíble que ya esté aquí antes de lo pensado; hasta tiene la cara de idiota, es increíble.
Aubrey responde:
—No sean tan duros con él, está haciendo lo mejor que puede.
Bill se notaba visiblemente nervioso cuando ellos lo ubicaron. Traía una maleta y estaba vestido como un turista que va a subir a un barco. Olen se aguantó las ganas de reírse, pero Luca lo detuvo con una simple mirada. Bill, con una sonrisa, saludó a cada uno de ellos diciendo:
—Si se nota que estoy nervioso no es porque nunca me haya subido a un barco; es porque le tengo respeto al mar. Es muy enorme y está lleno de criaturas extrañas.
Olen comentó con sorna:
—Tienes razón; de pronto llega un tiburón y se te come las manos.
Bill lo miró con miedo y preguntó:
—Los tiburones no hacen eso, ¿verdad?
Luca respondió, como algo obvio:
—Claro que no, eso no puede pasar, Bill.
Bill solo respiró, como si aguantara el aire. —Eso es bueno de escuchar.
Aubrey soltó una risita y añadió:
—Creo que ya es hora de embarcar. Olen, dile a Bill que se encargue de las cosas; ya comenzó a trabajar, que no se le olvide ese pequeño detalle.
Bill asintió y subió las cosas con mucha dificultad; sin preguntar, solo hacía su trabajo. Mientras Olen revisaba el equipo del barco que los llevaría al lugar de trabajo, Aubrey fue a saludarlo. Al ver a Bill subiendo los bultos con cierta torpeza, le dijo en tono burlón a Olen:
—Es increíble que esto esté pasando; cómo alguien tan idiota puede trabajar sin preguntar. Mira: se le cae un maletín. Espero que esa maleta no sea de Luca.
Olen respondió:
—No, es la mía. Ese chico es realmente torpe; es una fortuna haber encontrado a alguien con ese nivel de... torpeza.
Luca entró con ellos y dijo:
—Es como el premio dorado de los idiotas.
Al llegar al barco, todo estaba técnicamente como lo dejaron; al parecer no habían detectado su intento de hackeo como amenaza. Solo había polvo. Entraron en la bodega del barco pesquero. Olen examinaba los circuitos eléctricos, revisando que todo funcionara, mientras Bill entraba detrás de ellos diciendo:
—Me espera mucho trabajo.
Luca le respondió:
—¿Qué esperas? ¡Trabaja ahora! El sol no va a estar aquí todo el tiempo. Además, Olen tiene que organizar todo.
Bill, subiendo sus gafas, preguntó:
—Sí, señor… ¿quién es Olen?
Aubrey los presentó con sutileza: señaló a Luca —un hombre de unos 1,80 m, pelo castaño, no muy musculoso, ojos cafés casi amarillos y un tatuaje de dragón en el brazo derecho— y dijo:
—Él es Luca Valen; es el responsable de recibir toda la información sobre la misión.
Luego señaló a Olen —un tipo grande en estatura y cuerpo, piel morena, pelo con canas— y dijo:
—Y ese es Olen Young; él repara la energía y se ocupa de las cosas mecánicas.
Finalmente se señaló a sí misma: una chica joven, piel clara, pelo rubio y ojos verdes, con pecas en las mejillas. —Yo soy Aubrey Holmes, responsable de captar las imágenes de las ballenas.
Bill, paciente, comenzó a limpiar: organizar cables, recoger platos, limpiar mesas. Le tardó algo de tiempo, pero todo quedó bien ordenado. Incluso encontró la memoria que tanto buscaban. Dijo en voz alta:
—Encontré esto. ¿Qué hago con esto?
Luca se lo arrebató de las manos y dijo:
—¡Esto es mío! Ya que dejaste el lugar limpio, ve rápido a cocinar; me muero de hambre.
Bill se levantó y fue a buscar la cocina; como no la encontraba, volvió con Luca y preguntó:
—¿Dónde está la cocina?
Luca, impaciente, indicó:
—Está en la puerta de enseguida.
—Gracias —respondió Bill.
Aubrey entró en la habitación y, con una sonrisa, comentó:
—Ese tipo es realmente bueno; dejó esto mejor que antes.
Luca le mostró la memoria a Aubrey:
—Lo encontró. Esto es lo que necesitamos para retomar nuestra misión: arrebatar la red de las manos de los Dillinger. Esto es lo que tanto hemos esperado. Podemos crear nuestro propio espacio si logramos robar el código. Fue suerte que no tomaran nuestro ataque como algo real.
Aubrey le respondió:
—Esta vez tuvimos suerte, no como las otras ocasiones.
Luca replicó:
—Eso quedó en el pasado. Es hora de avanzar. Ahora está Bill; él se encargará de que esto no pase sin que él sepa nada de lo que queremos hacer.
Así transcurrieron los días, los meses y los años. Bill empezó a confiar más en ellos, tanto que hasta cometía errores: quemar el pan, contar chistes incómodos, hacer viajes a puertos para comprar provisiones. Eso ayudó a Luca, porque podía trabajar más tiempo en sus códigos. Incluso las Navidades eran más alegres: en esas épocas Bill contaba historias que a los demás les parecían ridículas.
Sentados en la cubierta del barco, Bill contaba sus anécdotas:
—Ustedes me ven y creen que sé cosas de informática, como Luca, que hace cosas raras...
Luca, con ironía, le preguntó:
—¿Y qué es lo que sabes de informática?