Bill estaba sentado mirando la ciudad.
El límite del mar separaba las aguas del horizonte, mientras el sol nacía lentamente.
A su lado, Aubrey dormía como si nada hubiera pasado.
Lo que ella no sabía era que Bill estaba a punto de enloquecer a su primo, a quien apenas recordaba de niño.
Tampoco sabía que él sería el responsable de que Julian Dillinger actuara más irracional que nunca.
Pero Aubrey no podía ver el futuro.
Y aunque pudiera, no habría podido cambiar nada de lo que estaba por suceder.
El único que creía entender el curso de los acontecimientos era Bill, quien ya estaba ejecutando la segunda fase de su plan.
Cuando Aubrey despertó, vio a Bill parado junto a la ventana.
Le pregunto con curiosidad
—¿Qué haces ahí parada como un fantasma?
Bill se giró apenas y dijo con frialdad:
—Halcón, vamos a necesitar que reúnas a todo el equipo. Vamos a llevar a cabo la otra parte de mi plan.
Llama a todos, y si dices algo de lo que has visto o escuchado, no tengas duda de que te voy a matar.
No porque te considere una enemiga... es solo que arruinarías mi plan.
Ya sabes cómo son los rumores: se esparcen con facilidad.
Y nadie quiere que su información esté por todos lados.
Si tengo que matar a alguien de tu equipo solo para salvar mi plan, lo haré.
Aubrey lo miró con rabia.
—Eres un sociópata.
Bill sonrió apenas.
—¿Y apenas lo notas? Haz las llamadas que tengas que hacer. Sé que sabes cómo contactarlos.
Aubrey, sin más opciones, escribió por un canal exclusivo del grupo.
Su mensaje fue corto pero contundente:
> “He encontrado la forma de entrar a la red. Los necesito ahora.”
Bill sonrió, complacido.
—Pero qué buena chica eres. Así se hace: siempre obedeciendo. Por eso eres mi favorita.
Aubrey, furiosa, se adelantó hacia él.
—¿Cómo puedes ser así? Todo lo que dijiste fue una mentira. Quiero que sepas algo: yo sí creí que eras mi amigo.
Te conté que quería ser policía, te hablé de mis miedos, de la carrera que nunca quise... y tú solo actúas como...
—¿Como qué? —la interrumpió Bill.
Aubrey lo miró con desprecio.
—Tú ya lo sabes.
Bill sonrió con ironía.
—Será mejor que se den prisa, en especial tu amigo... o novio, lo que sea. Los quiero aquí, a más tardar mañana.
Ella tragó saliva y volvió a escribir:
> “Por favor, Luca, date prisa. Solo tenemos una oportunidad.”
Luca respondió poco después:
> “Estamos de camino, pero es difícil conseguir un jet privado en esta época del año. Ya sabes, no es como visitar a tu familia en Navidad. Estamos haciendo lo posible. Si todo sale bien, llegaremos mañana en la noche. Solo guarda paciencia.”
Aubrey intentó decirle a Bill lo que Luca había escrito, pero él la interrumpió antes:
—Sé lo que están hablando. No creas que ustedes son los únicos que pueden ver su aplicación... toda mal hecha, por cierto.
Dile a Luca que mejore su código.
Y ahora, vete a prepararte. En unas horas nos dirigiremos al aeropuerto.
Quiero que estés descansada cuando llevemos a cabo nuestro plan.
Necesito al Halcón, a la Sombra y al Operario listos.
Esta vez quiero ver tu lado serio, nada de juegos.
Aubrey fue a su habitación furiosa.
“¿Cómo puede alguien jugar así con sus amigos?”, pensó mientras cerraba la puerta de golpe.
Las horas pasaron, y el momento de ir al aeropuerto se acercaba.
Bill llamó a un coche que parecía un taxi común, solo para no levantar sospechas.
Durante el camino, le dijo a Aubrey:
—Le vas a decir a la Sombra y al Maquinista que regresamos a Estados Unidos.
Entraremos en la compañía Dillinger.
Diles que vamos a tomarnos el tiempo que sea necesario para que el plan salga a la perfección.
Obviamente, tú dirás que es tu plan, no el mío.
Yo actuaré como siempre, como el tonto.
Y cuando estemos en la torre, borraré toda la red.
Tú dirás que Julian, en medio de su locura —que muy pronto se desatará—, decidió eliminarla para que el mundo no conociera la verdad.
Y eso será exactamente lo que ocurrirá.
Aubrey solo asintió, en silencio.
Bill continuó:
—Sé que parezco llevarme por la emoción, pero no soy tan malo como aparento.
Puedo ser duro, pero es solo para que las cosas salgan bien.
Después de esto, podemos ser muy buenos amigos.
Podemos hacer esas cosas normales que hace la gente.
Aubrey lo miró con frialdad.
—No quiero ser amiga de alguien que usa a las personas como fichas de un tablero.
No sé qué tienes en la cabeza. ¿Crees que voy a agradecerte por no matarme?
—En efecto, querida —respondió Bill con una sonrisa vacía.
Al llegar al aeropuerto, Bill le hizo una última advertencia:
—Solo quiero que todo salga bien. Y recuerda decir exactamente lo que acordamos.
—Ahí están tus amigos —añadió, señalando hacia adelante.
Aubrey se bajó del taxi como si las horas anteriores nunca hubieran existido, como si todo hubiera sido un mal sueño.
Bill salió detrás de ella con su torpeza habitual, cargando las maletas como si pesaran el mundo, aunque horas antes las había levantado con una facilidad inquietante.
Eso le erizó la piel a Aubrey. Lo observó como si mirara a un fantasma.
—Una ayudita no estaría mal, ¿no, Aubrey? —dijo Bill con su falsa sonrisa.
Luca se acercó y abrazó a Aubrey con fuerza, luego miró a Bill con firmeza.
—Aubrey no va a ayudarte; ese es tu trabajo. Por eso te pagan.
Olen intervino, dándole una palmada a Bill.
—No seas tan duro con el muchacho, es un debilucho. —Le revolvió el cabello y desacomodó sus gafas—. Qué gusto verte, chico.
Aubrey forzó una sonrisa y dijo:
—Es hora de buscar un hotel.
Bill se acomodó las gafas.
—Voy a buscar uno cerca para que podamos quedarnos.