Tron: el codigo fantasma

El pasado de bill

Bill solo era un niño cuando su vida comenzó a torcerse hacia un rumbo más oscuro. Con apenas quince años tuvo que enfrentar problemas que ningún menor de su edad debería soportar. No sabía quién era su familia y, en realidad, tampoco era algo que le importara demasiado: su madre era todo lo que tenía, su mundo entero.

Ella hacía sus días más fáciles; aunque el dinero nunca alcanzaba, se esforzaba para que él no lo notara. Le había construido un pequeño universo de fantasía solo para él. Cada cumpleaños era especial. Su madre se desvivía para crear celebraciones donde Bill pudiera sentirse completamente feliz. Y ese cumpleaños no era la excepción.

Era 4 de marzo por la mañana. Bill dormía en su pequeña habitación, en un diminuto apartamento junto a unas vías de metro, en un barrio peligroso. Era lo único que su madre podía pagar con su sueldo de mesera, pero algo era algo; al fin y al cabo, era mejor que vivir en la calle.

Él descansaba en su cama usada, abrazado a su peluche favorito: un oso cosido por su madre. No estaba bien hecho, pero tenía un valor incalculable, porque provenía de sus manos. Se lo había entregado en uno de sus cumpleaños pasados.

Eran las ocho de la mañana y su madre preparaba su desayuno: waffles, sus favoritos. Quería sorprenderlo llevándole una torre de waffles con velas encendidas. Sin embargo, aquella no era su mejor mañana. Había tenido turno de noche y el cansancio la estaba golpeando con fuerza. A eso se sumaba un dolor de cabeza insoportable.

Pero por Bill ella siempre sacaba fuerzas de donde fuera.

Se tomó una pastilla para soportar el dolor y, respirando hondo, caminó hasta la habitación de su hijo para cumplir el ritual de todos los años: cantarle cumpleaños.

La madre de Bill siempre había tenido una voz hermosa. Cantando suavemente, entró a la habitación. Aunque su voz estaba algo apagada por el dolor, él era su impulso. Bill, al ver la torre de waffles, se incorporó como un resorte, lleno de emoción. Su madre se sentó en el borde de la cama y, con una sonrisa cansada pero tierna, le dijo:

—Sopla las velas, mi amor. Feliz cumpleaños.
Le dio un beso en la frente, y Bill apagó las velas con ilusión, pidiendo un deseo.

Ella arqueó una ceja, sorprendida.
—¿De dónde aprendiste eso?

—Un amigo me dijo que siempre que se celebra un cumpleaños y se soplan las velas, hay que pedir un deseo.

—¿Y qué deseo pediste?

—Mi amigo dijo que eso no se puede decir, porque es privado.

Ella rió, aunque la risa se le transformó en una breve mueca de dolor.
—Eres un niño muy listo… —dijo con dificultad.

—¿Estás bien, mamá? —preguntó él, preocupado.

—Estoy bien, no tienes por qué preocuparte. Todo va a estar bien —le sonrió mientras retiraba las velas—. Mejor cómete los waffles antes de que llegue el señor Bigotes a robárselos. Después prepárate, te voy a llevar a un lugar que sé que te va a gustar mucho.

Además de ellos dos, había un tercer miembro en la familia: un gato callejero que habían rescatado de una caja cerca de un basurero. Su madre no podía permitírselo, pero Bill había suplicado tanto que no pudo rechazarlo. Él lo llamó “Bigotes”, porque tenía los bigotes muy largos. No era un nombre creativo, pero para su madre fue adorable.

—¿A dónde vamos? —preguntó Bill.

—Es un secreto. Una sorpresa de cumpleaños.

Bill se emocionó. Comió sus waffles y dejó la mitad en el plato.
—Sé que también son tus favoritos —le dijo a Bigotes mientras lo acariciaba.

Después de prepararse, tomaron el bus que los llevaría a la “gran sorpresa”: una pizzería. Para cualquier otro niño, era un lugar viejo y espantoso, pero para Bill era lo mejor que había visto. Su madre incluso había llamado a sus amigos para que asistieran, y estos llegaron con sus padres.

Al llegar, Bill abrazó a su madre con fuerza, tanta que le provocó un dolor punzante que la obligó a suspirar. Ella no quería que él lo notara, así que le dijo:

—¿Por qué no vas con tus amigos? Te están esperando desde hace rato.

Bill sonrió y corrió hacia la mesa. Jhon, su mejor amigo, estaba con su madre, quien repartía pizzas. Bill nunca había ido a casa de sus compañeros; su madre se lo prohibía.

La madre de Jhon era imprudente. Murmuraba sin disimulo:
—Qué irresponsable esa mujer por no estar aquí… ¿Dónde está el padre de este niño?

Jhon abrazó a Bill.
—Este lugar da miedo —le dijo.

—Bueno… es lo que mi madre puede pagar.

La madre de Jhon escuchó y preguntó:
—Cariño, ¿y dónde está tu padre?

Bill inclinó la cabeza.
—¿Qué es eso?

La mujer abrió los ojos como si hubiera escuchado una atrocidad.
—¿Cómo que no sabes qué es un padre? ¿Qué tu madre trabaja como… callejera?

—No hables así de mi madre —respondió Bill, rojo de rabia—. ¡Ella no es eso!

De pronto, afuera del local se reunió una multitud.
—¡Llamen a una ambulancia! ¡Hay una mujer convulsionando! —gritó alguien.

La madre de Jhon miró a Bill con una expresión que él jamás olvidaría.
—Si tuvieras un padre, estaría aquí con tu madre… Pero eres un bastardo.

El esposo de la mujer no dijo nada; apenas reprimió una risa. Jhon, en cambio, murmuró:
—Lo siento… mis padres pueden ser malos cuando quieren.

Pero Bill no escuchaba nada. Su mirada estaba clavada en la multitud que rodeaba a su madre. Sus piernas se movieron antes que su mente y corrió hacia la calle.

Lo siguiente que recordó fue el hospital. Su madre estaba internada. A su lado estaba su tía, su único familiar cercano; sus abuelos habían muerto hacía tiempo.

Su tía hablaba por teléfono en el pasillo. Él no sabía con quién. Al colgar, intentó explicarle:

—Sé que tienes muchas preguntas, pero…

Bill la interrumpió:
—¿Qué es un padre, tía? ¿Por qué yo no tengo uno? ¿Y qué tiene mi mamá?

Ella respiró hondo.
—Un padre es alguien que cuida de ti… —buscó las palabras correctas—. Y sí, estaba hablando con alguien… con tu padre. Tu madre tiene una enfermedad extraña.



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En el texto hay: fanfic, disney, tron

Editado: 04.12.2025

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