Tron: el codigo fantasma

El pasado de Aubrey

Aubrey nació en una familia que toda la vida había esperado un hijo hombre. Su madre y su padre deseaban que el primogénito fuera un niño, pero para su mala suerte —según ellos— nació Aubrey. Su padre se decepcionó, pero siguieron intentando hasta que tuvieron a su hermano menor. Él, policía de profesión, soñaba con que alguno de sus hijos siguiera ese camino, pero jamás quiso que una mujer lo hiciera.

Lo que él no sabía era que Aubrey quería seguir su sueño. Ella había nacido con ese deseo: quería ser como su padre. Pero él siempre la apartaba, siempre la mandaba con su madre, que era ingeniera. En cambio, su hermano recibía todo el entrenamiento que ella anhelaba. Lo único que podía hacer Aubrey era mirar cómo su padre era feliz con su hermano, cómo sus ojos brillaban cuando pasaba tiempo con él, mientras que hacia ella tenía una mirada condescendiente, casi como si fuera frágil… o como si no la quisiera.

Su madre era igual.

Finalmente Aubrey se cansó de todo eso: de que sus padres intentaran dirigir su vida, de que quisieran que fuera como su madre. Siempre le decían que la programación era el futuro, que como mujer sería mejor que estudiara eso. Cuando Aubrey mencionaba que quería seguir el camino de su padre, la regañaban y repetían que “las mujeres policías son lesbianas” y que no querían eso para ella. Preferían que tuviera un hijo para que él sí pudiera seguir con la línea familiar.

Cada vez que tocaban esos temas, la conversación terminaba mal: sus padres enojados, ella llorando encerrada en su habitación.

Hasta que un día Aubrey decidió que, si sus padres no querían que cumpliera sus sueños, ella los cumpliría sola.

Entró a trabajar en una cadena de comida rápida que aceptaba adolescentes. Con ese dinero pagó un curso con armas de fogueo. Para su suerte, su mejor amiga sabía falsificar firmas, y falsificó la de su madre. Fue una jugada peligrosa, pero a Aubrey no le importaba.

Solo tenía que sostener su mentira. Fue directo a su madre, porque su padre tenía esa habilidad casi sobrenatural para detectar la verdad. Aubrey usó toda su fuerza para que él no descubriera nada. Le dijo a su madre que había entrado a un curso de programación los viernes en la tarde, cerca de la casa. Su madre le creyó.

Pasó un mes, luego dos, y ninguno de sus padres sospechó. Aubrey tenía una habilidad innata con las armas; su hermano, en cambio, tenía dificultades. Pero su padre siempre le repetía que “el maestro nace del tiempo, no de la habilidad”. Se equivocaba… y Aubrey estaba lista para demostrárselo.

El momento llegó cuando su padre apareció en el lugar donde ella entrenaba. No dijo nada; solo entró con su hermano. Aubrey estaba concentrada, disparando con precisión, todas las balas en el blanco. Su padre la observó detrás, impresionado, hasta que ella se dio la vuelta.

La mirada de él cambió. Se llenó de decepción. Y solo una frase bastó para destruir su mundo:

—Me has decepcionado. Pensé que teníamos confianza, pero… esto es suficiente. Vas a estudiar programación y punto. Olvida todo esto de ser policía y déjaselo a tu hermano. No quiero que dejes en ridículo el nombre de tu familia.

Aubrey cayó en una depresión profunda. No salió de su cuarto hasta el día en que tuvo que entrar a la universidad. Como siempre, su madre escogió a cuál debía ir. El primer semestre fue tortura. Ella intentaba, pero todo era difícil. Sus padres estaban decepcionados porque no era tan brillante como su madre. Aubrey estaba angustiada, sin energía, sin vida.

Hasta que conoció a Luca.

Al principio las cosas fueron complicadas. Él era distante y un poco rudo con ella. Cada vez que fallaba, hacía comentarios sarcásticos, hasta que un día quedaron a solas… y por primera vez hubo un momento genuino.

Aubrey, sentada en el pasto, le preguntó:

—No entiendo cómo eres tan bueno en esto.

—¿En qué? —le respondió él.

—En esta carrera… ya sabes. Tu familia se dedica al arte.

—¿Ya vas a empezar? —bufó él.

—No es eso. Es que… siempre lo intento, pero no puedo hacer nada bien. Mi mamá es la mejor en su empresa, pero yo… yo no puedo hacer nada.

Luca murmuró algo vago:

—Será porque no es lo tuyo.

—Tienes razón… —susurró ella— no es lo mío.

Él entonces preguntó:

—¿Y qué es lo tuyo?

Aubrey le contó todo su pasado. Y por primera vez vio en los ojos de alguien que realmente la entendía. Luca se acercó, lento, cuidadoso, como si temiera romperla.

—Todo va a estar bien —le dijo en voz baja—. Yo voy a estar contigo.

Y en ese momento se besaron. Un beso único, suave, inesperado; un momento que nunca repitieron, pero que tampoco olvidaron.

Desde ese día su relación se volvió más cercana. Luca actuaba como un hermano protector, hasta que llegó el día en que él necesitó ayuda. Después de la presentación universitaria, fueron al mismo lugar de siempre y ella le dijo:

—Si tu familia no está dispuesta a estar contigo, yo sí voy a estar.

—Pero yo quiero que mi familia esté conmigo… como la tuya, en cierta forma, está contigo —respondió él.

—Tú queriendo que tu familia venga a ver tus avances… y yo deseando que la mía se olvide de mí. Si eso pasara, tal vez yo podría cumplir mis sueños.

El silencio los abrazó. Y fue más romántico que cualquier beso.

Después de graduarse, Aubrey tenía miedo de que él la dejara por un trabajo en una gran empresa, pero para su sorpresa Luca le preguntó si quería formar parte del proyecto. Después de todo, iban a necesitar fuerza.

Gracias a él consiguieron apoyo financiero —el apoyo de Luca no era emocional, pero sí económico, cosa que ella no tenía, porque su familia dejó de mantenerla cuando se graduó—. Aubrey siguió entrenando. Y en una ocasión conocieron a Olen… y así el sueño de Luca comenzó. Y no solo se volvió su sueño, sino el sueño de los tres.



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En el texto hay: fanfic, disney, tron

Editado: 04.12.2025

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