Trono de odio,corona de engaño

Capitulo 4

El veneno en los pétalos

La corte de Astereth era un jardín de mármol y espinas. Belleza estéril. Sonrisas afiladas. Un lugar donde la reverencia no era respeto, sino supervivencia. Y en el centro de ese veneno, se encontraba ella: la princesa sin rostro. La maldita.

Lira avanzaba entre los salones como una sombra con corona. Las nobles inclinaban la cabeza, los consejeros abrían paso. Pero nadie ofrecía ternura. Nadie pronunciaba su nombre con afecto.

La razón estaba escrita en los libros prohibidos y los susurros de pasillo:

“La reina murió, la niña vivió… y con ella, la maldición del fuego.”

Nadie sabía con certeza qué ocurrió aquella noche. Solo rumores. Algunos decían que la madre de Lira practicaba magia antigua, arte prohibido para los de sangre real. Otros aseguraban que Lira había nacido bajo una estrella maldita, que su llanto de bebé hizo que los relojes se detuvieran por una noche. Pero el rumor más venenoso… el más repetido… decía que ella era la causa del incendio. Que su alma ardía con una llama no humana.

Y aunque no lo dijeran en voz alta, la corte la temía.

Ella lo sabía. Lo sentía en las manos que temblaban al servirle vino, en los pasos que se alejaban un poco más de lo necesario, en las jóvenes nobles que no la miraban a los ojos. Nadie desea ver de frente a su propia superstición.

En otra ala del castillo, Kael recibía una carta cifrada con el sello de su padre: un cuervo de dos cabezas, símbolo de Velmor, el reino enemigo.

La desplegó con lentitud. Sus dedos no temblaban. Nunca temblaban. Solo sus pensamientos, a veces, cuando soñaba con sangre.

Avanza. Ya has sembrado la duda. Si logras quebrarla, el trono caerá como un castillo de humo, No nos falles, Kael. Lleva el fuego donde el hielo aún resiste.”

– Rey Azarion.

Kael leyó y luego quemó el papel sobre una vela, viendo cómo el mensaje se convertía en ceniza, como tantas promesas rotas.

Velmor no era como Astereth.

Allí, el poder se tomaba con garras desnudas. Su padre, Azarion, había iniciado guerras con una sonrisa. Su lema era claro: “Si no puedes arrebatar una corona, destruye a quien la lleva.”

Kael había crecido entre espadas, traiciones y estrategias de sombra. Su madre había muerto envenenada por la nueva reina, su madrastra, Selene, una mujer de ojos dorados y palabras tan dulces como un tajo bien dado. Desde entonces, Kael fingía sumisión, pero tejía su propia venganza. Selene y su hijo bastardo, Theren, querían el trono… pero sabían que Astereth era la llave. Porque si ese reino caía, Velmor sería imparable.

Su padre lo envió con una identidad falsa. No como guerrero. No como embajador. Como veneno lento.

Y, sin embargo… Kael no esperaba a Lira.

No así.

Había leído sobre ella. La princesa de hielo. La máscara de plata. La mujer maldita. Pero los libros no advertían lo más peligroso:

La frialdad no era ausencia de emoción… sino dolor contenido. Y el dolor, bien manipulado, podía convertirse en devoción… o en fuego.

Ese día, Lira se presentó ante el consejo real. Ocho ancianos, vestidos de púrpura y temor, debatían sobre el estado del reino mientras su padre, el rey enfermo, seguía recluido entre fiebres y delirio.

—La frontera con Velmor ha visto movimiento, alteza —informó un capitán—. Tropas. Exploradores. Silencio extraño.

Lira no respondió. Solo apoyó una mano sobre el mapa, marcando los puntos con precisión.

—Astereth no caerá mientras yo respire —dijo con voz baja.

—Pero si caes tú —replicó un consejero viejo— caemos todos.

La amenaza era apenas velada. Y Lira lo entendió.

No confiaban en ella. Nunca lo hicieron. Y si fallaba… buscarían a otro.

Tal vez a un noble extranjero con una sonrisa encantadora y modales perfectos. Tal vez… Darian.

Esa noche, Kael caminó por los jardines internos, fingiendo admirar las esculturas. Pero su mente se debatía entre el deber y algo más oscuro.

¿Y si no destruía a Lira?

Porque había belleza en ella. Sí, belleza, pero también una sombra que hablaba el mismo idioma que él.

Y en su pecho, algo susurraba una promesa:

“Si te acercas demasiado… ella también podría quebrarte.”

Y eso… lo intrigaba



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Editado: 05.08.2025

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