Trono de odio,corona de engaño

Capitulo 6

Máscaras que respiran
La noche cubría Astereth como un sudario de terciopelo, denso y perfumado con los secretos del día. Kael —bajo el nombre de Darian— caminaba por los corredores con la naturalidad de quien ya pertenece, aunque por dentro se sintiera como una daga dentro de su vaina. Cada paso entre los salones de piedra era una danza cuidadosa entre su papel fingido y su objetivo oculto.
En su andar, escuchaba risas, cantos, conversaciones triviales de nobles que desconocían el filo que colgaba sobre sus cabezas. Todo ese esplendor… y, aun así, Kael no veía más que debilidad envuelta en oro.
Excepto cuando la veía a ella.
Lira.
Ella no reía como los demás. No se sentaba entre los festines. No bailaba. Desde el balcón alto del salón del consejo, observaba a todos como si fuese el último muro entre su reino y el abismo. Su rostro, Oculto en la , no mostraba más emoción que una máscara, aunque sus ojos eran pozos profundos de tormenta.
Esa noche, Kael aprovechó el insomnio que solía disfrazar de caminatas meditativas y tomó un desvío hacia la torre de los archivos. Allí, los registros antiguos podrían tener pistas sobre los movimientos militares o los encantamientos protectores del reino. Pero mientras deslizaba su llave robada por la cerradura, una voz surgió de las sombras.
—¿Demasiado tarde para una lectura, Darian?
Kael giró con fingida sorpresa. Lira emergía de entre las sombras como si siempre hubiese estado allí, una figura tan etérea como imponente.
—No sabía que tenía compañía, alteza —respondió con una sonrisa impecable.
—Las torres están cerradas a los nobles a estas horas. A menos que tengas el permiso del bibliotecario… o algo que ocultar.
Kael se inclinó, divertido por la firmeza en su voz.
—La curiosidad es difícil de contener cuando se busca servir mejor. He oído hablar de las defensas de Astereth y quise comprender lo que Velmor podría codiciar.
Lira lo miró fijamente, sus ojos casi desafiantes.
—¿Y qué es lo que tú codicias, Darian? —preguntó, la voz baja pero afilada.
—Solo paz —respondió él, con la mirada que acostumbraba usar para ganarse la confianza de las cortesanas. —Paz para un reino cansado de guerras y traiciones.
Ella río, un sonido frío que no alcanzó a iluminar su semblante.
—¿Paz? ¿Después de las tierras quemadas y las vidas arrebatadas? ¿Después de las sombras que Velmor ha lanzado sobre estas murallas?
Kael la observó, sorprendido por la intensidad que emanaba.
—¿Y tú? ¿No deseas otra cosa que paz?
Lira dio un paso más cerca, su presencia era imponente, casi insoportable.
—Mi deber es proteger este reino, no soñar con ideales. La paz es para quienes tienen el lujo de desearla, no para quienes la deben forjar en el fuego.
Un silencio pesado llenó la estancia. Kael comprendió que bajo esa frialdad había un fuego, una fuerza que podría consumirse o consumirte.
—¿Y si te dijera que no todo es blanco o negro? —musitó él—. Que hay máscaras para proteger el alma, y otras para ocultar las heridas que no se ven.
Ella levantó una ceja.
—Entonces espero que la tuya no sea una mentira.
Kael sonrió con melancolía.
—¿Y la tuya?
Antes de que ella pudiera responder, un leve ruido en el pasillo los alertó. Lira fue la primera en desvanecerse entre las sombras, dejando a Kael solo con su incertidumbre.
En sus aposentos, Lira se miró en el espejo sin necesidad de máscara alguna. Su rostro era terso, hermoso, pero no inocente. Era la máscara que ella misma había elegido, la que escondía un corazón endurecido por la traición y la lucha constante.
Poco después, Theron, el sanador y único confidente, entró silencioso con una taza de té.
—¿Cómo te sientes tras el encuentro? —preguntó, suave.
—Como si el enemigo fuera más humano de lo que esperaba —respondió ella, con un suspiro.
Theron asintió.
—Pero también más peligroso.
—Sí —dijo ella—. Y más cercano.
Ambos sabían que aquel choque era apenas el primer movimiento en un juego mucho más oscuro.
Después de que Lira desapareciera entre las sombras, Kael apoyó la espalda contra la fría pared de piedra y cerró los ojos un instante. En el silencio de la torre, la máscara de noble exiliado parecía más ligera, pero la verdadera carga no desaparecía.
«Ella es hielo… pero un hielo que quema», pensó, con una sonrisa torcida. «Nunca he conocido a alguien que me desafíe así. No solo por mi rostro, sino por lo que represento.»
Se pasó una mano por el cabello oscuro, imprimiendo en su mente cada detalle de esa mujer que parecía más un enigma que una princesa.
«Si logro derribar su reino, ¿qué quedará de mí cuando caiga la corona?»
El pensamiento le incomodó, pero no lo suficiente para detenerse.
—No hay lugar para la debilidad —se dijo a sí mismo en voz baja—. Solo para el poder.
Con ese recordatorio, Kael se enderezó, ajustó su capa y volvió a las sombras del castillo. Su juego apenas comenzaba, y el trono que tanto codiciaba seria suyo.



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Editado: 15.07.2025

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