Trono de odio,corona de engaño

Capitulo 13

La Ruptura del Velo

"Un beso dado entre enemigos no une corazones, marca el inicio de la guerra."
— Verso prohibido de los Cantares de Astereth

La noche había envuelto a Astereth con un manto de incertidumbre. En la gran sala del consejo, las antorchas titilaban inquietas, como si la piedra misma del castillo sintiera el peso de lo que estaba por venir. Los consejeros se encontraban reunidos en torno a la mesa ovalada, aguardando el ingreso de la princesa. Pero antes de que Lira apareciera, un estremecimiento recorrió el aire.
Fue como un suspiro antiguo, una energía que brotó desde las entrañas del castillo. Las llamas danzaron hacia atrás, y un viento helado, imposible dentro de una sala cerrada, atravesó los muros.
Theron se levantó primero.

—Algo… no está bien —murmuró, sus ojos recorriendo los techos.

Entonces, las puertas se abrieron solas, golpeando contra la piedra con un estruendo que sacudió el alma de los presentes.

Entró él.

El rey Valdrik, padre de Lira, al que muchos creían demasiado enfermo para gobernar. Su figura parecía la sombra de lo que una vez fue: delgado como un cuchillo oxidado, cubierto con una capa negra con bordes de plata. Pero sus ojos ardían con la magia de antaño, la antigua magia que hacía temblar incluso a los más escépticos.

Lira, que acababa de ingresar por la puerta trasera, se quedó inmóvil al verlo. Su rostro cubierto por la máscara no reveló emoción alguna, pero todos los ojos se posaron en ella.

—¿Padre? —fue lo único que dijo.

—¿Pensaste que moriría antes de impedir tu locura? —su voz era grave, cargada de poder, y resonó como una sentencia.

Todos en la sala se inclinaron por reflejo, menos Lira.

—Velmor ha declarado la guerra. Debemos preparar una respuesta, no quedarnos inmóviles bajo un trono que se desmorona —dijo ella, con tono sereno pero firme.

El rey alzó su bastón —un artefacto antiguo, engarzado con cristales oscuros— y lo golpeó una vez contra el suelo. La piedra vibró. Theron dio un paso adelante.

—Majestad, con respeto, su presencia no ha sido anunciada. Creímos que estaba… incapacitado.

—He despertado porque el reino ha perdido el rumbo. Y porque hay un traidor en estas paredes —dijo Valdrik, mirando a cada uno con desdén.

Los murmullos comenzaron de inmediato.
Kael mantuvo la cabeza baja, los músculos tensos. El rey no podía saber quién era realmente… ¿o sí?
Lira lo interrumpió.

—¿Por qué apareces ahora? ¿Después de años en la sombra?

—Porque mi deber no ha terminado —respondió él, caminando hacia la mesa—. Y porque aún conservo el derecho de gobernar hasta mi último aliento.

Esta guerra no se decidirá por espadas ni alianzas… sino por fuego antiguo.

Valdrik alzó su mano y en ella apareció una esfera de energía negra, palpitante.

—La magia regresará a Astereth. Aunque eso signifique quebrar el Velo.

Savia retrocedió.

—Eso… está prohibido. Las crónicas lo dicen. El Velo protege nuestra realidad de lo que yace del otro lado.

—Y también nos debilita —dijo el rey, mirando directamente a Lira—. Tú querías ser reina. Ahora verás lo que eso significa.

Una grieta invisible rasgó el aire. El consejo se disolvió en caos. El suelo tembló brevemente, y una figura oscura apareció entre las sombras de la estancia
Kael, desde su rincón, se sintió por primera vez… insignificante.

El tablero había cambiado. Ya no era un juego de mentiras, política y seducción. Era algo más antiguo. Más peligroso.

Lira levantó la cabeza, y su voz sonó clara:

—No necesito magia oscura para proteger mi reino.

—Entonces lo perderás —dijo el rey.

La reunión terminó en caos. Los consejeros huyeron por diferentes pasillos, algunos jurando lealtad al rey, otros esperando que Lira se revelara. El palacio estaba dividido.
Esa misma noche, Lira, en compañía de Theron, Nyra y Kaeril, se reunió en una cámara secreta.

—Él ha abierto el Velo —dijo Kaeril—. Eso traerá consecuencias.

—Monstruos, antiguas criaturas, ecos de lo que el mundo olvidó —agregó Savia, llegando tarde, con el rostro pálido

—. Hay que elegir, Lira. Entre obedecer… o enfrentarlo.
Lira levantó la mirada, la máscara sobre su rostro brillando con la luz de la vela.

—Si enfrentarlo significa romper la sangre que me une a él… entonces lo haré. Porque mi lealtad está con Astereth.

No con su sombra.

Y así, la verdadera guerra comenzaba. Una que no solo enfrentaría reinos, sino que desataría las antiguas fuerzas selladas por generaciones.

Una ofrenda de fuego… una hija contra su padre.
El destino de Astereth había cruzado un umbral. Y no había retorno.



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Editado: 05.08.2025

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