Trono de odio,corona de engaño

Capitulo 14

Máscaras Resquebrajadas

"A veces, el enemigo de tu enemigo también guarda una daga para ti."
— Maerith, hechicera de Astereth

El cielo sobre Astereth ardía con nubes negras, como si el Velo rasgado por el rey Valdrik hubiera comenzado a filtrar su oscuridad en el mundo tangible. Relámpagos sin trueno desgarraban el firmamento, y el aire olía a hierro y a magia quemada.

En las calles de la ciudad, el pueblo murmuraba historias, rumores que se deslizaban como serpientes entre muros agrietados: el rey había regresado de la muerte, la princesa había desafiado su sangre, y una sombra antigua se despertaba bajo el castillo.

En lo alto de la torre sur, Kael se encontraba solo, mirando hacia las torres de vigilancia. Su postura era relajada, pero sus pensamientos eran espinas. El tiempo del disfraz comenzaba a pesarle, y la realidad se colaba como veneno por las grietas de su control. Había venido como un espía, pero cada paso lo alejaba del hombre sin rostro que había sido.

Detrás de él, Nyra apareció, con su andar rápido y el ceño fruncido.

—La princesa te busca —dijo.

—Y tú, ¿vienes a advertirme o a guiarme? —preguntó Kael sin girarse.

—Ambas. Algo en ti ha cambiado, "Darian". Tal vez demasiado. Cuidado con lo que muestras.

Kael sonrió, una sonrisa sin calidez.
—Tal vez es hora de que lo vean.

Descendió por la torre y encontró a Lira en el jardín interior, donde la luna pintaba reflejos plateados en el estanque. Ella estaba de pie, rígida, con los brazos cruzados, su silueta envuelta en una capa púrpura que apenas rozaba las flores dormidas.

—Llegas tarde —dijo ella sin mirarlo.

—O tú demasiado temprano. Las noches largas nos hacen olvidar la diferencia —respondió Kael, con un tono más auténtico que nunca.

Ella se volvió. La máscara seguía en su lugar, pero sus ojos… sus ojos eran brasas detrás del acero.

—¿Qué es lo que quieres realmente, Darian? —preguntó.
Kael se acercó, sin miedo.

—Quiero entender en qué clase de infierno han convertido este reino. Quiero ver quién eres cuando no estás fingiendo ser la piedra que todos esperan que seas.

—Y tú… finges mucho mejor que yo —dijo ella, con veneno dulce.

Kael soltó una risa, baja y real.
—Tocas más de lo que crees, princesa. ¿Y si yo te dijera que lo que ves es más mío que el nombre que llevo?
Lira no respondió de inmediato. Caminó hacia el borde del estanque y observó su reflejo distorsionado. Luego, lentamente, se llevó la mano al rostro… y alzó apenas la máscara, lo suficiente para que él viera la línea de su mandíbula, su boca, la curva triste que ocultaba del mundo.

No fue una revelación completa. Fue una grieta. Pero bastó para que algo cambiara entre ellos.

—Si mientes… —dijo ella.

—Lo hago todos los días —interrumpió él, con brutal honestidad.

Un silencio se extendió como un sudario.
—La magia de mi padre… ha corrompido los cimientos del castillo. Theron dice que algo debajo de la sala del consejo ha comenzado a moverse. Piedras que no deberían ceder —dijo ella, volviendo a cubrirse.
Kael suspiró, sus ojos más oscuros que nunca.

—La magia antigua no se rompe sin precio. Lo aprendí en Velmor. Cuando el poder se libera… exige sangre. Siempre.

—¿Entonces has visto esto antes? —preguntó ella, girándose hacia él.

—Sí. Y no terminó bien.

Lira lo estudió, cada músculo de su cuerpo tenso.
—¿Quién eres realmente, Darian?

Él dio un paso hacia ella, y por un instante su mirada fue la de un príncipe, no un espía. Un hombre entre dos lealtades.

—Alguien que empieza a no saberlo con claridad —respondió.

Antes de que pudieran decir más, Savia apareció, pálida

—Lira. Nyra ha visto tropas moviéndose en la frontera este. Velmor no espera. Atacarán pronto.

—¿Dónde? ¿Cuántos? —preguntó ella de inmediato.

—No lo sabemos. Pero no están solos. Algo se mueve con ellos. Algo que no es humano.

Kael intercambió una mirada con Lira. El Velo, su ruptura… los ecos ya caminaban con pies propios.

—Convoca al consejo —ordenó Lira—. Y reúne a los aliados. No podemos luchar esta guerra sin saber quién está realmente con nosotros.

Esa noche, las estrellas parecían apagarse una a una sobre Astereth. La verdad se aproximaba con garras silenciosas, y las máscaras comenzaban a caer, una por una.

Y Kael… Kael sintió por primera vez que no sabría en qué bando se encontraría cuando llegara el amanecer.




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