Ecos del juramento
"Un mensaje puede cambiar el rumbo de una guerra… o abrir la herida de otra."
— Scarleth
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El salón de guerra estaba envuelto en un silencio inquietante, roto solo por el crujir del fuego en las antorchas. Lira permanecía frente al mapa desplegado, pero su mente estaba lejos de las fronteras de Velmor. Sus pensamientos se adentraban en la figura de su padre, en su mirada cada vez más sombría y en el extraño poder que parecía fluir en él como un río subterráneo de oscuridad.
Velmor era un enemigo tangible. Su padre, en cambio, se había convertido en un abismo que no podía medir.
Theron entró sin anunciarse, como si supiera que ella lo necesitaba. Sus pasos resonaron en el suelo de piedra.
—Tu rostro dice que la guerra no es lo único que te preocupa —comentó, acercándose a la mesa.
Lira levantó la mirada.
—Velmor no es el mayor peligro, Theron. El verdadero está sentado en el trono de Astereth.
Él la observó con cautela, sabiendo que esas palabras eran casi un sacrilegio.
—He sentido lo mismo. La energía que lo envuelve… no es natural. La reconocí la última vez que te curé después de un entrenamiento.
Lira frunció el ceño.
—¿La misma del incendio?
Theron asintió lentamente.
—Sí. Es la misma fuerza que sentí esa noche, cuando tu madre… —calló, respetando el dolor que aún vivía en ella—. Y hay algo más que debes saber.
Se inclinó hacia ella, bajando la voz.
—Existe un arma. Una espada forjada antes de que Astereth y Velmor existieran como reinos. Forjada para atravesar no solo carne y hueso… sino aquello que vive más allá: el alma.
Lira lo observó con atención, su respiración contenida.
—¿Estás diciendo que esa espada podría… matarlo?
—No solo matarlo —corrigió Theron—. Podría romper el vínculo que lo ata a esa oscuridad. Pero es un riesgo. No sabemos si el hombre que quedaría… seguiría siendo tu padre.
Ella apartó la vista, mirando de nuevo el mapa.
—Si esa espada existe, la encontraré. Velmor caerá… y si mi padre se interpone, terminaré lo que el destino comenzó la noche del incendio.
Theron tragó saliva.
—Lira… si haces esto, no habrá vuelta atrás.
—Ya crucé esa línea hace mucho tiempo —susurró ella, y su voz sonó como el filo de una hoja lista para cortar.
En la penumbra del salón de guerra, se está preparando un plan para derrocar a dos grandes reyes. Silencio y murmuró era lo único que se podía escuchar.
Lira se enfrentaba a sus tenores y su furia sería la peor tormenta de ambos reinos.