El Mensajero de la Sombra
"Quien ordena la guerra no siempre es quien sangra en ella." — Crónicas militares
La noche había caído sobre el campamento de Astereth con una quietud inquietante, como si la misma tierra contuviera la respiración ante lo que estaba por venir.
Las antorchas chispeaban contra la oscuridad, lanzando sombras danzantes que parecían jugar con los temores más profundos de los soldados.
Lira permanecía en su tienda, mirando un mapa desplegado sobre una mesa de madera tosca.
La pesada carga de la corona parecía haberse vuelto aún más insoportable después de la marcha, pero no había espacio para dudas. Su mente repasaba cada movimiento, cada posible estrategia para resistir el asalto inminente de Velmor.
Un golpe seco y urgente en la puerta la sacó de sus pensamientos. Un guardia apareció, señalando hacia la entrada del campamento.
—Se acerca un mensajero del rey Azarion —anunció con voz grave—. Trae un mensaje para la princesa.
Lira se levantó, ajustando su capa y recogiendo su espada con naturalidad. Su corazón latía con fuerza, consciente de que cualquier encuentro con el enemigo era una danza mortal.
El mensajero entró, envuelto en una capa oscura, con el rostro semioculto por una capucha. Sus ojos brillaban con una mezcla de respeto y calculada amenaza.
—Soy enviado del rey Azarion de Velmor —dijo con voz firme—. Traigo un mensaje para la princesa Lira de Astereth.
Lira mantuvo la compostura, pero una sombra de cautela cruzó su mirada.
—Habla —ordenó con voz fría.
El mensajero desenvainó un pergamino sellado con cera roja, mostrando el emblema real de Velmor, un cuervo de dos . Lo dejó sobre la mesa ante Lira y se retiró unos pasos.
Con manos firmes, Lira rompió el sello y desplegó el mensaje. La tinta oscura describía palabras que helaron su sangre:
"Por orden del rey Azarion, se convoca a la princesa Lira a una reunión en territorio neutral. La guerra no solo se librará con espadas, sino también con palabras. Se espera su respuesta en menos de tres días."
Lira cerró el pergamino y miró al mensajero con ojos llenos de desafío.
—¿Qué garantías tengo de que esto no sea una trampa? —preguntó—. ¿Por qué debería confiar en la palabra de un enemigo que busca destruir mi reino?
El mensajero mantuvo la calma, su voz era un susurro cargado de ironía.
—Porque la guerra solo traerá ruina para ambos si continúa sin diálogo. El rey Azarion desea evitar una catástrofe mayor, pero la decisión final es suya, princesa.
Antes de que Lira pudiera responder, un ruido sordo sacudió el campamento. Guardias alertas comenzaron a correr en dirección a la frontera, señales de que la tensión estaba lejos de disminuir.
Lira sabía que aquel mensaje no era solo una invitación, sino un desafío envuelto en oscuras intenciones.
Mientras el mensajero desaparecía entre las sombras, la princesa se quedó pensando en las implicaciones. La posibilidad de una reunión con el rey de Velmor abría una puerta peligrosa, una que podía cambiar el curso de la guerra… o llevarla a un abismo sin retorno.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban en un cielo sin luna, Lira comprendió que cada decisión que tomara pondría en juego no solo su reino, sino su propia alma.