Trono de odio,corona de engaño

Capítulo 32

Ecos de Traición
"A veces, la verdad se oculta mejor entre mentiras que parecen salvación." — Kael de Velmor

El viento frío de la frontera azotaba el campamento con un ulular constante, mezclando el olor a humo, tierra húmeda y el hierro de las armas. Las tiendas de lona se desplegaban como manchas oscuras sobre el suelo gris, y el murmullo de las tropas preparándose para la guerra era un bajo latido de ansiedad contenida.
Lira descendió de su montura con paso firme, la máscara aún cubriendo su rostro, pero sus ojos brillaban con una mezcla de determinación y cansancio. A su llegada, un mensajero la esperaba con un pergamino sellado.
Con manos rápidas y seguras, rompió el sello y leyó las palabras de su padre, el rey Valdrik:
Ø “El destino de Astereth está en tus manos. La victoria no es una opción, es una obligación. Recuerda que el honor del trono depende de ti. No traiciones la sangre que te ha dado la vida.”
Las palabras, lejos de infundirle valor, avivaron una llama amarga dentro de Lira. No era solo la presión de la guerra; era la sombra del desprecio y la traición que su padre le infligía, una carga que pesaba más que cualquier armadura.
Los susurros de los soldados se apagaron momentáneamente cuando Kael apareció, con su usual porte arrogante y sonrisa calculada, entrando al campamento con paso firme. Sus ojos se posaron en Lira, pero había algo diferente en su mirada: un destello frío, casi esquivo, que no pasó desapercibido para ella.
Kael no había contado nada a Lira sobre su encuentro con el rey Azarion. Ni sobre lo que le había revelado, ni sobre las palabras cargadas de amenaza y manipulación que le había escuchado. En aquel encuentro, Azarion había dejado caer entre líneas planes oscuros, insinuaciones de un movimiento más profundo para desestabilizar Astereth, y Kael, silencioso, había absorbido cada detalle con una mezcla de cálculo y preocupación.
Lira sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando notó el aire sospechoso que emanaba Kael al acercarse. No podía sacudirse la sensación de que algo no estaba bien, como si el enemigo estuviera más cerca de lo que parecía, infiltrado entre sus propias filas.
—Has llegado tarde —dijo Lira sin ocultar su desconfianza—. Esperaba más de tu palabra, Kael.
Él ladeó la cabeza, esbozando una sonrisa torcida.
—Los asuntos de Estado no permiten prisas. Pero ahora estoy aquí, y listo para lo que venga.
—¿Y qué te dijo tu padre? —preguntó ella, manteniendo la guardia alta.
Kael frunció el ceño, sus ojos oscuros reflejando sombras.
—Lo mismo que tú: que el trono no perdona debilidades. Pero también me advirtió que hay más en juego que esta guerra… secretos que podrían cambiarlo todo.
Lira apretó los labios. No podía confiar del todo, pero necesitaba saber más.
—¿Secretos? ¿Qué secretos?
Kael desvió la mirada, y por un momento, Lira vio en su expresión una chispa de duda.
—No puedo decirlo aún. Pero te prometo que estoy de tu lado.
Las palabras sonaron huecas, y en el fondo, Lira no pudo evitar preguntarse si el verdadero enemigo no estaba solo en las tierras de Velmor, sino mucho más cerca, bajo la misma máscara que Kael llevaba.
Mientras el campamento se preparaba para la inminente tormenta de acero y fuego, Lira sabía que la guerra que venía no sería solo de espadas, sino de traiciones, secretos y corazones oscuros. Y que en ese campo de batalla, nadie era lo que parecía.




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