El Renacer de la reina
"La venganza es paciente… como una herida que se niega a cerrar."
— Susurro atribuido a la Sombra del Norte
La noche se cernía densa y silenciosa sobre el campo de batalla. Mientras el caos se disipaba y las sombras reclamaban la tierra bañada en sangre, una figura se movía con sigilo entre los restos de la guerra.
No era un espíritu, ni un eco del pasado. Era Lira.
Herida, débil, casi consumida por la muerte, pero aún viva.
A su lado, Theron, su amigo fiel y sanador, luchaba contra el tiempo y las heridas mortales que le habían infligido. Sus manos temblorosas trabajaban con destreza, ocultos en una cueva oculta entre los bosques que bordeaban el reino.
—No te dejaré ir, Lira —susurró Theron, mientras aplicaba ungüentos y murmuraba encantamientos ancestrales—. El odio que sembraron en ti será la llama que arrasará con ellos.
Ella abrió los ojos, una chispa oscura y fría brillando en su mirada oculta tras la máscara.
—Kael… y Velmor —dijo con voz débil, pero cargada de determinación—. Creyeron que me habían destruido. Pero no conocen el poder del hielo, ni la fuerza de quien ha sido traicionado.
Los días se convirtieron en semanas, y el cuerpo de Lira sanó en secreto, alimentado por el deseo ardiente de venganza. Su belleza, oculta tras la máscara, se transformó en un símbolo de misterio y poder que nadie podría olvidar.
Mientras tanto, en las cortes y castillos, el odio, el engaño y la traición seguían tejiendo sus redes. Kael, ahora rey de Astereth y Velmor, gobernaba con mano firme, pero con un corazón dividido, sin sospechar que la sombra de Lira crecía en el silencio.
Ella esperaba el momento exacto para emerger de la oscuridad, para reclamar lo que le fue arrebatado, y para encender una guerra que nadie podría detener.
La batalla no había terminado. Apenas comenzaba.