Trono: Fuego y hielo

Capítulo 2. El camino de un príncipe.

Néstor había ido con su madre para almorzar unos postres que él pidió especialmente para su encuentro en la sala de visitas real.

—Hablé con mi padre esta mañana, no lo vi bien y me preocupa un poco lo que dijo —mencionó cabizbajo mientras le servía el té—. El parlamento me está considerando para ascender al trono, pero según la ley, el primogénito debe ser quien suba y hasta donde sé… Malik nació minutos antes.

La mujer dio un sorbo sin apuro y del mismo modo bajó su taza, miró a su hijo y vio un brillo especial en sus iris de color miel, allí se dio cuenta de que ese joven escuálido de cabello castaño y de un hoyuelo pronunciado sería un gran rey.
Le acarició su mejilla y él la vio expectante.

Malik dejó a Anneliese para ir a hablar con su madre y pedir su apoyo para poder pedir el trono como se debe a su padre, pero al llegar al pasillo vio salir a dos sirvientas con bandejas de té y postres.

Frunció el ceño al preguntarse si estaría con alguien, por lo que antes de entrar o siquiera tocar, esperó frente a la puerta a oír la voz de alguna lady, pero en su lugar escuchó la voz de su hermano que hablaba sobre el trono.

«Si por mí fuera, el trono sería para ti, mi príncipe. Siendo honesta, no creo que tu hermano sea apto para gobernar…»

Malik escuchó cada palabra y con cada una, el dolor en su pecho se hizo más fuerte; su mirada entusiasmada y llena de brillo se apagó, su rostro era cansado y triste, al menos por unos instantes porque de pronto empezó a transformarse en una expresión gélida y dura, llena de enojo e indignación.

Cambió su opinión de pedir el respaldo de su madre para el trono, por lo que tenía que buscar el apoyo en otro lado y para eso se marchó apresurado en su caballo negro por el puente de piedra para cruzar el río, de modo que llegara más rápido al pueblo aunque fuera algo peligroso el atajo.

En cuanto llegó al pueblo se dirigió a los sitios de clase baja, donde la mayoría sufría para subsistir ya que los nobles solían aprovecharse de su estatus para no pagarles lo necesario por sus trabajos, todo esto a espaldas del rey. Entró a una taberna que frecuentaba en secreto usando otra identidad al vestir otro tipo de ropa, pero en ese momento se presentó como el príncipe de Dáiren.

Causó una fuerte impresión a los sujetos que se hallaban embriagándose.

— ¿Y por qué lo ayudaríamos? No ha hecho nada por nosotros —alegó sin tapujo un hombre al fondo.

— ¡Es cierto! Los nobles no nos pagan por nuestros trabajos y nadie en la corte ha hecho algo.

La gente murmuraba molesta, estaban por querer hacer un levantamiento contra el príncipe al pedirles descaradamente su favor.

—Gente —alzó la voz sin intimidarse—, entiendo que no he sido el mejor príncipe y que no he apoyado a mi pueblo como debería, pero…

Descolgó del cinturón de su traje una bolsita aterciopelada y sacó de ella un par de ducados, las puso entre sus dedos al alzar su mano para llamar la atención de la gente.

—Les daré lo que necesiten para que puedan solucionar sus problemas momentáneamente y cuando me coronen rey, me aseguraré de que jamás pasen por lo mismo de nuevo —afirmó confiado al ver que la gente lo veía mejor.

La gente había accedido así que festejaron con cervezas a quien sería su nuevo rey, no obstante, en una esquina había un hombre oyendo en silencio.

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