Trono: Fuego y hielo

Capítulo 3. Desafíos y Alianzas.

Malik volvió del pueblo al palacio e iba de un mejor humor, pues estaba seguro que con ganarse el favor del pueblo lograría que su padre y el parlamento lo nombraran ya su padre le daba gran importancia a la opinión de su pueblo, así como el parlamento que consideraba de mayor valor las opiniones personales de su rey.

Fue al comedor para la cena, allí encontró a su familia ya sentada cenando sin él. Normalmente, se hubiera ofendido por ser olvidado, pero estaba tan de buen humor, que lo pasaría por alto, aunque pronto eso se acabaría ya que sus padres lo veían con muy mala cara.

— ¡¿Cómo te atreviste a tratar de conseguir el favor del pueblo a cambio de dinero?! —gritó iracundo sin acordarse de su enfermedad—. ¿No te da vergüenza acaso?

Malik sintió un hormigueo en sus manos por los nervios, pero mantuvo su compostura al igual que sus hermanos.

—Te humillaste ¡y de paso a la familia! —exclamó dando un golpe al comedor—. Deberías aprender algo de tu hermano, en lugar de ser una decepción…

De pronto el aire empezó a írsele al hombre, tosía mucho por la misma falta de este y tanto a su esposa como a sus hijos les empezó a preocupar. Malik quiso acercarse a ayudar, pero retrocedió cuando su padre le hizo señas con sus manos para rechazarlo.

— ¡Ya hiciste suficiente, Malik! —Le reprochó la mujer apenas volteando a verlo—. Vete ya mismo.

Malik fue a su alcoba y ni bien entró, soltó un fuerte grito de frustración. Se sentía inservible e insuficiente para su familia y por más que intentara lo contrario, todos siempre veían brillar solo a su hermano Néstor.

Dichos pensamientos comenzaron a llenarlo de rabia y de celos; levantó su vista llorosa hacia el tapiz de la familia en su pared, tensó la mandíbula sin dejar de fijarse en un solo punto de este y luego se encaminó hacia allá, no sin antes tomar el abrecartas de su escritorio para ir y rasgar el costado de la figura de su hermano.

—Yo no necesito ser como tú porque soy mejor.

Observó fijo el rostro bordado de Néstor como si le hablara a él.

En la noche mientras todos dormían, Malik se escabulló por el castillo para reunirse en una taberna de mala muerte con unos tipos que hacían tratos sucios siempre y cuando les pagaran bien.

Puso sobre su mesa una bolsa de al menos 100 ducados y estos se abalanzaron sobre ella para ver las monedas, pero su líder, un hombre pelirrojo de barba al que en las calles llamaban “el tuerto”, los detuvo al hacer a un lado el oro.

—Tanto oro no puede ser por mera bondad —se burló sarcástico, dio un trago a su cerveza y luego azotó el tarro en la mesa—. ¿Cuál es el costo por semejante… obsequio?

—Nada que no pueda hacer el tuerto, entonces, ¿escucharán mi trato?

El hombre se quedó pensativo, veía el oro en su mesa y se sentía tentado a oír la propuesta del joven pelinegro.

Después de cerrar el trato y añadir algunos ducados más, todo un grupo de encapuchados armados salieron por el atajo del puente de piedra hacia el castillo.

 

Esto de hacer villanos guapos, ambiciosos y rotos se me está dando... mucho, ¿eso es bueno?




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