Trono: Fuego y hielo

Capítulo 5. Pacto de sangre.

—Las cosas hubieran sido diferentes si hubieras renunciado al trono —masculló.

— ¿Ah, sí? —Chistó burlón—. Seguro, los comentarios del parlamento no te hubieran afectado.

Malik apretó sus dientes tomando un fuerte respiro, uno que ni siquiera lo hizo prestar atención a los pasos corriendo por el pasillo hacia él.

La voz de Anneliese se escuchó lejana al momento de que Malik bajó la espada, luego esta tomó una de las dagas que encontró en el piso junto a los cuerpos de los enmascarados y fue hacia su hermano para apuñalarlo con la única intención de herirlo.

Malik sintió el dolor atrás de su hombro, se quejó un poco y soltó por un instante su espada para tocarse la herida que le goteaba sangre; alcanzaba a oír la respiración agitada de su atacante y no se le ocurrió voltear a ver quién lo hirió porque en su mente solo había una cosa, tomó de nuevo su espada y enseguida se giró para clavarla al abdomen de la persona.

Su piel se quedó helada, sus ojos se agrandaron y sintió un dolor en su pecho qué no provenía de algún golpe físico. La daga cayó al piso y logró hacer eco en el lugar, Malik retiró la espada del cuerpo tembloroso de su hermana y la sostuvo entre sus brazos mientras se iba bajando con ella al piso.

Malik tenía la vista nublada por lo llorosos qué tenía sus ojos, sentía un duro nudo en su garganta qué no podía pasarse, estaba arrepentido de todo lo que llegó a hacer y deseaba poder regresar el tiempo.

—Perdón, perdón —balbuceó sobreponiendo su mano en la herida de ella—. Tú no tenías que estar aquí…

Anneliese lo veía en silencio, aunque tampoco era como si tuviera fuerzas para hacer otra cosa.

—Esto no debía pasar, no debía, se supone que vivirías… —Soltó un lamento que se ahogó en su garganta cuando la vio expulsar sangre de la boca.

La tomó del cuello desesperado por querer poder hacer algo para salvarla, pero Anneliese se estaba ahogando con su propia sangre y tras una última lágrima qué escurrió por su sien, murió en brazos de Malik.

La madre de Malik se apareció sola atrás de él, lo vio junto a los cuerpos y llorando sobre uno de ellos.

—Pero ¿qué has hecho?

Quería romper en llanto, pero la rabia y el repudio se fueron incrementando hacia él de forma rápida, lo que hizo que ahogara su tristeza.

A Malik no le salían las palabras para explicar lo que pasó y su madre lo veía evadiéndole su mirada.

—Vete. —Logró qué la volteara a ver—. Para tu buena suerte y mala mía, te di a luz y llevas mi sangre así que aprovecha esa piedad y lárgate muy lejos de este reino.

—Madre…

—Yo ya no soy tu madre.

Ambos se quedaron viendo fijo antes de que ella se doblará del esfuerzo al gritarle.

¡Lárgate! ¡Largo!

Malik tragó duro y se limpió el rostro para poder huir antes de que lo vieran.

Por su parte, la reina lo ignoró por acercarse a sus hijos muertos mientras balbuceaba lamentos; se quedó hincada gritando tan fuerte que podía incluso oírse por varios de los pasillos.

Malik escuchó los gritos, quería mirar a atrás, pero solo tensó su mandíbula y se fue.

Se llevó a cabo el funeral y todo el pueblo estuvo triste lamentando la muerte de sus príncipes. Posteriormente, el rey tuvo que anunciar el exilio oficial del traidor frente a todos.

—Nosotros no mancharemos nuestras espadas con sangre y dejaremos que el traidor encuentre su castigo divino más allá de la frontera…

Los cuchicheos surgieron rápido, muchos no estaban de acuerdo con esa decisión, pero otros aseguraban que era peor encontrarse con alguna de las misteriosas y peligrosas criaturas que se decía habitaban las cuevas afuera de la frontera.

—Que el señor se apiade de su alma.

El rey empezó a toser, perdiendo un poco el aliento y la gente ya inquieta aprovechó para cuestionar sobre el nuevo heredero. El parlamento se tensó al oír ya que ellos tampoco sabían que ocurriría, por lo que no hubo de otra para el rey más que exponer su verdad más oscura hasta ese momento.

A solas, con expresiones indiferentes estaban la reina y el rey en el comedor sin decirse nada. Clarissa apenas tenía apetito, no hacía más que ver su trozo de carne una y otra vez, luego por fin se atrevió a dar un bocado para luego hablar.

—Siempre supe que esa mujer era tu amante, pero no imaginé que te atreverías a tener un hijo con ella y mucho menos… —Tragó con repudio su saliva antes de seguir—. Nombrarlo como tu sucesor.

Volteó a verlo molesta y sintiendo un gran repudio.

—Es un bastardo, no puede ocupar el trono y lo sabes. ¿Qué crees que pasará cuando Malik sepa lo que has hecho? —Lo miró juzgándolo—. Regresará a pelear por su legítimo derecho al trono.

—Eso no pasará y Augusto se quedará en el trono como de lugar —espetó tajante, cortando un trozo de su carne—. En cuanto a Malik, no lo creo demasiado estúpido como para cometer el mismo error dos veces y arriesgarse a perder su cabeza.

Clarissa sintió una punzada en el pecho y apretó sus cubiertos.

— ¿Error? —Masculló irritada—. ¿Así es como llamas al hecho de que tu propio hijo asesinará a sus hermanos? ¡¿A eso llamas error?!

Azotó los cubiertos luego de gritarle.

—Si ibas a poner a tu bastardo como rey, lo hubieras hecho desde el inicio y así mis hijos estarían con vida.

Se levantó abrupta del asiento para abandonar con prisa el lugar, pero antes de salir del comedor lo quedó viendo fijo y levantó la voz.

—De una vez te digo que no seré parte de tu plan para poner al bastardo en esa silla maldita.

Malik pasó varios días huyendo y escondiéndose, todo gracias a Ravena, una gitana con quien había mantenido una amorío secreto debido a que estaba prohibido practicar la magia, la herejía y otras cosas similares que su pueblo sí hacía.

—Toma esto. —Le entregó algunas cosas, entre ellas, algo de ropa—. También hay comida, alcanzará para una semana.




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