Trono: Fuego y hielo

Capítulo 8. El Ocaso de los imperios.

Azula convenció a su sirvienta para que fuera parte de su plan de escape y lograra llegar al río de la frontera a caballo antes de que nevara. Del mismo modo, Kailen escaparía de Dregary para encontrarse con Azula y escapar juntos a más allá de donde la guerra entre ambos imperios no los alcanzara, pero Malik se adelantó al plan y usó sus influencias para lograr retrasar la aparición de su hijo en la frontera mientras él llegaba.

El rey Augusto se enteró del escape de Azula y ordenó a los guardias alistar los caballos incluyendo el suyo para salir en su búsqueda.

Azula llegó a tiempo al encuentro y asustó al caballo para que corriera en otra dirección, escuchó unas pisadas atrás suyo y sonrió aún sin voltear.

— ¿Anneliese?

Azula volteó desconcertada por la voz desconocida y al ver a un hombre mayor pelinegro de ojos verdes se desconcertó.

—No, Azula… —Lo vio curiosa—. ¿Quién es usted?

—Ah, discúlpame. —Carraspeó avergonzado—. Es que eres muy parecida a ella y tienen el mismo color esmeralda en su mirada.

Azula miró a los lados nerviosa en busca de Kailen, pero no veía algún rastro de él y ya se había arrepentido de haber ahuyentado al caballo.

— ¿Buscas a Kailen? —Llamó su atención—. Él no vendrá, va rumbo a la corte de Dáiren para asesinar a tu padre.

— ¿Qué? ¡Mentira! Kailen no haría eso. ¿Quién es usted?

—Soy su padre, Malik Dregaria o… antes llamado Malik Kiran —confesó serio sin pestañear y Azula se fue para atrás—. Veo que has oído de mí, eso hace todo más simple entonces porque entenderás el motivo real del por qué Kailen se acercó a ti.

Malik se fue acercando a ella despacio mientras le confesaba los planes que tuvo para conquistar Dáiren y como Kailen fue parte de ellos sin objetar, afirmaba que todo lo que él tenía con ella era una farsa como parte del plan y Azula no quería seguir oyendo.

—Él dijo que me amaba…

—Si fuera así, ¿por qué estoy yo aquí y no él?

Los ojos de Azula se cristalizaron y su mente dejó de pensar claro, solo quería volver a su casa y pedir perdón a su padre por haberlo desafiado por un simple engaño.

Malik tensó su mandíbula mientras veía a la joven, sentía que veía a su hermana muerta de nuevo y eso le revolvía el estómago, sobre todo por lo que iba a hacer; desenvaino su espada y la empuñó fuerte, caminó hacia ella y respiró hondo.

— ¡No!

A unos metros de distancia estaba el rey Augusto cabalgando lo más rápido que podía para llegar hasta su hija y salvarla, pero lo único que alcanzó a ver fue a Malik clavando su espada en el vientre de Azula antes de irse.

Augusto llegó con Azula y se tiró a la nieve junto a ella, la tomó entre sus brazos sollozando y ella quería hablar, quería pedir perdón, pero la sangre que se escurría por su boca no la dejó hablar sin ahogarse; Augusto siseaba para calmarla y que no gastara fuerzas, pero luego él las necesitó para ponerse en pie luego de que su hija muriera.

Los gritos del rey fueron atroces, se escucharon por todo el lugar y nuevamente, Malik los escuchó de lejos, sin embargo, Kailen tuvo que oírlos detrás de unos árboles; Kailen contuvo sus lágrimas y apretó sus puños mientras veía la nieve cubierta de sangre.

Kailen regresó a su hogar con un vacío en el estómago y un nudo en el pecho que ni con todo el alcohol del imperio podía tragarse.

Su padre lo vio y se acercó, aprovechó el dolor y tristeza de su hijo para convertirla en rabia y sed de venganza en contra de Augusto, así mismo, este también se llenó de odio en contra de Kailen y su padre.

Fue así como la guerra entre ambos imperios, norte y sur, que durante 35 años había permanecido congelada se había derretido por las llamas del odio, la venganza y la sed de sangre.

Dregary llevó sus tropas lideradas por Kailen al imperio Dáiren y allí lo estaban esperando las tropas de Augusto, quien por vez primera había perdido el razonamiento frío que lo caracterizaba en las batallas y mismo por el que siempre ganaba, pero que lamentablemente en esa ocasión lo había traicionado y le había hecho perder no solo el imperio, sino también la cabeza.

Todo el pueblo de Dáiren sucumbió al poder de Dregary tras perder a su rey y la reina fue encerrada en los calabozos ya que representaba una amenaza en caso de querer conspirar.

Malik ya se encontraba en el palacio admirando su nuevo trono delante de él, luego escuchó los pasos y el sonido del metal de un traje de batalla.

—Padre, te entrego la corona de Dáiren.

Kailen se apareció cubierto de sangre y se arrodilló delante de Malik para alzar la corona ante él; Malik la tomó y acarició con placer.

—Por fin, después de tantos años, finalmente el trono de todo es mío.

Se dio vuelta y caminó rumbo al trono para sentarse y atesorar el momento.

—Padre… —Vaciló inquieto, pero Malik interrumpió.

— ¿Augusto dijo algo antes de que lo asesinaras?

Kailen lo miró por atrás con recelo y se incorporó despacio para caminar hacia él sin llamar su atención.

—Me refiero a Azula…

Kailen se detuvo en seco al oír el nombre.

—Debió serle difícil asesinar a su propia hija, ver esos ojos verdes por última vez antes de apuñalarla y todo por odio a nosotros —comentó extrañamente abatido al pensar en la joven.

La mano de Kailen temblaba sobre la empuñadura de su espada, sintió su piel erizada y su respiración agitada.

— ¿Cómo sabes que los ojos de Azula eran verdes? —Interrogó haciendo más grave su voz.

—Tú me lo dijiste, hijo —respondió sin dar la cara.

—Jamás te dije siquiera su nombre… ¿Tú tuviste algo que ver con su muerte?

—Kailen…

— ¡Responde!

Malik dio la vuelta mientras preparaba excusas para envolver a su hijo, pero ni bien se había girado cuando sintió el filo de la espalda dentro de su cuerpo y observó el rostro lloroso de quien la empuñaba, luego sintió como le enterraron más la espada al empujarlo contra el trono y soltó la corona.




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