CHRISTIAN
Las constantes críticas de Steve sobre el matrimonio me han puesto a reflexionar sobre si mi decisión fue la correcta.
Tengo doce años más que ella. No quiero privarla de sentirse con la libertad de disfrutar su vida plenamente; enamorarse y tener un novio... Si es que no lo tiene en este momento.
Me pregunto con qué artimañas esa mujer va a lograr que su hija acepte hacer esto. En su lugar, yo le diría que no y que se vaya al diablo. No debería obligarla a hacer eso, y yo no debí de haber aceptado. Entendería que la chica me odiara sin conocerme. No me puedo imaginar lo que va a pasar por su cabeza.
Me resultó evidente que esa mujer no tiene instinto maternal. También podría atreverme a afirmar que tampoco quiere a su hija. Es lamentable saber que está sola en el mundo sin nadie que la proteja.
—Estás completamente loco, Christian —dijo, sin despegar su mirada del camino—, vas a arruinarle la vida a esa chica.
—¿A qué te refieres con eso?
—¿No has pensado en que tal vez haya alguien en su vida?
—Hablas como si fuéramos a vivir juntos. —¿Qué clase de hombre cree que soy? Tengo una reputación que cuidar—. ¿No escuchaste cuando le dije a la señora Miller que se quede con su hija porque yo no la quiero conmigo?
—¿Qué va a pasar después? —inquirió, estacionándose a un lado de la carretera—. ¿Van a pasar toda la vida sin verse?
—Esto no va a ser un “Hasta que la muerte nos separe”. —Es algo que, al parecer, él no está entendiendo—. Ella puede seguir llevando su vida como quiera, porque yo haré lo mismo.
—Eso lo dices ahora —negó, como si no estuviera convencido de lo que dije—. ¿Qué vas a hacer cuando salga a «disfrutar» como si fuera una mujer libre?
—Es una mujer libre —me encogí de hombros—, el matrimonio es solo un negocio.
¿Acaso estoy hablando chino?
Necesito que entienda que el hecho de que estemos casados, no significa que voy a intentar ser un esposo para ella o que ella sea una esposa para mí. Cada uno puede seguir viviendo su vida por separado.
Nuestras prioridades son distintas. Ella es una joven que vive el presente, busca diversión sus amigos y disfrutar su vida sin ninguna otra preocupación que no sea estudiar. Mientras que yo, con mi edad, estoy más centrado en mis responsabilidades laborales.
—¿Siquiera la has visto?
—Me da igual su físico —tuerzo los ojos—, no me voy a casar con ella por eso.
—Tu padre va a matarte.
—¿Por qué tendría que hacerlo? Soy adulto. No necesito su aprobación para casarme con quien yo quiera.
—¿Ni siquiera te importa que sea menor que tu hermano menor?
—¿Cuántas veces tengo que decirte que esto es solo un negocio, Steve? —suspiré frustrado—. No habrá ningún tipo de contacto entre nosotros.
—No puedo esperar a verlo —encendió el motor nuevamente—, va a ser divertido.
—Y necesito que te encargues de todo. Quiero dejar este asunto arreglado para que nos vayamos lo antes posible.
—¿Vas a querer un acuerdo prenupcial?
—Obviamente.
Esta decisión no es por la chica, lo hago por la señora Miller que, ha demostrado ser una persona poco confiable. Estoy seguro de que a la hora del divorcio, se las arreglará para que su hija reciba la mitad de todo lo que tengo. Y, en definitiva, eso no va a pasar.
No puedo creer que Frank haya sido capaz de hacerle eso a su propia familia. Entendería si hubiera sido con esa mujer que no es capaz de respetar su memoria, pero, ¿a su única hija? Eso es deprimente.
—¿Estás consciente de que un acuerdo prenupcial se firma ANTES del matrimonio?
—¿Y?
—Le dijiste a la señora Miller que mañana le van a llegar los papeles que su hija debe firmar.
—En este momento no tengo tiempo de esperar. —Quiero que todo se haga lo más rápido posible para poder regresar a Atenas—. Mañana la vas a hacer firmar el maldito acuerdo prenupcial y después el certificado de matrimonio.
—Christian —suspiró—, cualquiera que sea la razón por la que te estás casando con ella, tienes que hacer las cosas bien —negó con un movimiento de cabeza—. Los dos tienen que estar de acuerdo con eso.
—¿Crees que ella está en posición de estar de acuerdo con algo? Debería agradecer que no está en la calle.
—Espero que también estés consciente de que ahora tú te vas a tener que hacer cargo de ella.
—¿Disculpa?
—La señora Miller dijo que su esposo solo le dejó la casa. Dudo que sepa que estaba a punto de quebrar.
Me sorprende mucho que la esposa de Frank Miller hable tan mal de él. A pesar de todo, nunca me pareció una mala persona.
Me dijo que necesitaba el dinero para abrir un nuevo restaurante. Según lo que me explicó, ya tenía el dinero, pero lo perdió por sus apuestas.
—¿Eso qué tiene que ver, Steve?
—Tú vas a hacerte cargo de todos sus bienes, ¿no? Digo, porque ella no sabe nada de cómo llevar un restaurante.