FALLON
¿Quién está casado con quién?
¿Por qué dice que no soy su responsabilidad? O sea, puedo entender su desprecio hacia mí, pero le guste o no, sigo siendo menor de edad. Pero como mi madre, tiene la responsabilidad de cuidarme hasta que yo pueda hacerlo por mi cuenta.
Necesito entender de qué hablan, pero tampoco estoy segura de querer hacerlo. Esto no me suena nada bien.
—Para decirme de cosas si son buenos, pero ahora que exijo una explicación ninguno dice nada.
—Bájale dos rayas, Fallon —advirtió—. Soy tu madre y a mí me respetas.
—¿Así a como tú me respetas a mí? —no pensé que al decir eso me ganaría una bofetada.
—¡A mí no me vengas a reprochar nada! —otra bofetada—. La única razón por la que estás aquí, es porque el imbécil de tu padre insistió en que debía tenerte.
—¿Me ibas a abortar? —mis ojos se aguaron.
—Obviamente —me dolió mucho la manera en que lo dijo, porque fue como si estuviera hablando de cualquier cosa—. Yo no quería complicarme la vida con un estorbo.
—¿Es por eso que me odias?
—Te odio porque por tu culpa había perdido al verdadero amor de mi vida —entrelazó su mano con la de Richard y ahí fue cuando lo entendí todo— ¿Pensabas que me había casado con tu padre por amor?
Es posible que hayan tenido un romance hace años, antes de que mis padres se conocieran.
La verdad es que me resulta muy difícil comprender cómo llegaron a esta situación. ¿Qué pudo haber pasado para que ella terminara pasando la noche con mi padre y que para su mala suerte, quedara embarazada?
Quizás Richard no estaba preparado para todo lo que implicaba amarla, y no quería un compromiso tan grande como aceptarla con un "paquete". O tal vez mi padre sintió que debía defender sus derechos.
—Lo único que siempre he deseado es que me quieras.
—Supéralo.
—Pueden decirme la verdad, por favor —rogué.
—¿Recuerdas los documentos que firmaste el otro día?
—Si. Mi madre dijo que un abogado había encontrado la manera de... —No terminé de hablar, porque ambos empezaron a reír—. ¿De qué se ríen?
—¿Hasta cuándo vas a dejar de ser tan ingenua? —se burló sin dejar de reír.
—No entiendo —un nudo empezaba a formarse en mi garganta.
—Si entiendes, Fallon. No creo que seas tan tonta como para no ver lo obvio —Dios... ¿Es posible que una madre sea tan cruel como para tratar a su hija de esta forma?
—¿Me estás queriendo decir que, lo que firmé aquel día es...? —ni siquiera tenía el valor de decirlo—. Es broma. ¿Cierto?
—No, no es broma. Y es mejor que lo sepas de una vez.
—¿Cómo pudiste hacerme esto? —rompí en llanto—. ¿Cómo puede una madre dar a su hija en matrimonio a un completo desconocido?
—¿Yo te hizo esto? —ella empieza a reír sin ganas—. Quien te hizo esto fue tu padre al endeudarse, no yo.
—¡Eres mi mamá, maldita sea! —intentó no llorar frente a ellos, pero me resultan imposible—. Deberías protegerme, no aventarme a los brazos de quién sabe quién.
—Deberías de agradecer que es un hombre que nos puede sacar de esta miseria.
—¿Crees que eso me importa?
—Pues debería de importarte —sacó un folder del cajón de su mesita de noche—. Gracias a eso tienes un maldito techo en donde vivir y sigues en ese colegio —arrojó los papeles en mi rostro, bruscamente.
—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
—Tu querido papi dejó la casa como garantía de la deuda.
—Wow... —La miré decepcionada—. Y tú preferiste lanzarme a sus brazos antes que perder la casa.
—Obviamente —admite sin ningún remordimiento—. Esta casa fue lo único que Frank me dejó. ¿Qué esperabas que hiciera?
—¡Mandarlo al diablo y buscar la manera de salir adelante con tu hija! —Estaba a punto de golpearme, pero Richard se lo impidió.
—Fue suficiente, Miranda —hizo que se apartara de mí—. No creo que quieras tener problemas.
—¿Problemas con quién?
—Eres una malagradecida —reprochó, ignorando mi pregunta.
—¿Soy malagradecida por no estar feliz de mi matrimonio con un desconocido?
—Agradece que pagó el dinero del colegio. Para que de una vez te quede claro que no fue el estúpido de Frank.
Todo este tiempo pensé que mi padre había dejado dinero para mi educación. Estaba tan equivocada.
El señor desconocido fue quien se encargó de cubrir toda la colegiatura. Y sí, puede que debería de estar agradecida, pero no puedo. Esto solo hace que me sienta más molesta con él.
—¿Cómo se llama? —Es lo mínimo que merezco saber.
—Eso no importa —como siempre, respondió de mala gana. Miré a Richard con la esperanza de que pudiera decirme algo, pero no lo hizo—. Él es un hombre de mundo y no tiene tiempo para jugar a la casita contigo.