FALLON
Esta mujer va a lograr que mi madre me deje sin cabeza apenas se vaya. ¿Cómo se atreve a desafiarla de esa manera?
La desaprobación de mi madre ante la petición era evidente. Pero a Idara claramente no le importa en lo más mínimo.
¿Qué interés tiene en hablar conmigo? Da igual si estoy o no, no marcará ninguna diferencia. Insisto en que ellas deberían de hablar de eso sin mí.
Mis pensamientos se disiparon de inmediato al darme cuenta de que ella seguía esperando una reacción por parte de alguna de las dos.
—¿Ella qué podría aportar? —protestó. Es obvio que está molesta por la situación.
—A mí me da igual si sabe o no del negocio. La quiero presente, y es mi última palabra —dijo firme.
—Okay —fue lo único que salió de mi boca. Las seguí hasta la oficina. Mi madre se sentó en la cómoda silla giratoria y nosotras frente a ella.
—Primero que todo, quiero decirles que me encanta mucho este restaurante —sabía que hablaba en serio, porque tenía una sonrisa en el rostro que me lo dice—. Todavía no he tenido oportunidad de conocer el otro, pero estoy segura de que debe ser una maravilla. Aún así, hay cosas que creo que deberían de cambiar.
—¿Cambiar qué? —intervine, antes de que dijera algo más—. Yo quiero que todo siga exactamente igual a como mi padre lo dejó.
—Cierra la maldita boca y escucha lo que tiene que decir, Fallon.
—No hay necesidad de tratar a su hija de esa manera, Miranda —declaró tajantemente—. Regresando a lo que nos importa... Si queremos que el negocio prospere, tenemos que hacer cambios —dijo firme—. No quedarnos con lo mismo que los clientes llevan viendo durante años. Mi intención no es cambiar la esencia del lugar, solo quiero hacerlo mucho mejor.
—¿Cómo pretende hacer eso?
—Haciendo una pequeña renovación y algunos cambios en el menú.
—Apruebo lo del cambio del menú —expresó alegremente. Nunca le ha gustado nada de lo que hay—. Siempre he pensado que podría tener un poco más de clase.
—A ver, señora Miller —por su expresión, era como si tratara de mantener la calma para no decir algo de lo que se pueda llegar a arrepentir—. El menú está perfecto. Cuando hablo de cambios, me refiero a quitar los platillos menos vendidos y agregar algo nuevo en su lugar.
La propuesta de Idara no está nada mal. De hecho, hubo un tiempo en el que mi padre consideró hacerlo, pero mi mamá lo convenció de que era una locura y un desperdicio de dinero. Ahora, viendo las cosas con más perspectiva, pienso que nunca debió de escucharla, porque lo que propone podría atraer a más clientes.
—Pues yo insisto en que debería de haber platillos más sofisticados y elaborados. —Ella siempre ha deseado convertir este lugar en un punto de encuentro para la alta sociedad.
—No tengo ningún problema en que se contrate un chef de renombre, pero hacer lo que usted quiere no está en discusión —dice firme.
—Fallon —mi madre volteó a verme, esperando una respuesta. Supongo que lo que desea es que esté de acuerdo con su decisión—. ¿Tú qué opinas? Ya que para la señorita Angelis tu opinión es importante.
—No lo sé —murmuré nerviosa.
La propuesta de mi madre suena muy ambiciosa. Quiero que este siga siendo un lugar en el cual todos se sientan bienvenidos, no que se convierta en uno de tantos, donde las personas no puedan entrar si no tienen varios millones en su cuenta bancaria.
La propuesta de Idara me encanta, es fantástica. Lo único que me falta es tener la valentía de hacerlo sin que mi mamá se moleste.
—La decisión es fácil, Fallon —me dedicó esa mirada que dice «Ya sabes lo que tienes que decir».
—¿Intenta intimidar a su hija, señora Miller? —se recostó contra el respaldar de la silla, cruzándose de brazos—. Porque de ser así, le voy a pedir que se retire y deje que nosotras nos encarguemos de esto.
Sé que me va a ir muy mal después de esto. Miranda Miller no suele tomar muy bien que la desafíen, y estoy segura de que tomará represalias.
Se levantó de un salto con sus ojos fijos en los míos, y se marchó sin decir nada. En lugar de sentirme más tranquila y tener la libertad de hablar con Idara sin problemas, me estaba sintiendo aterrada.
—Eso no era necesario.
—¿Hubieras preferido que siguiera aquí intimidándote?
—No digo eso —murmuré—. A ella siempre le ha gustado ser el centro de atención. Y que no la tomes en cuenta para esto, va a hacer que se desquite conmigo.
—¿Te cuento un secreto? —asentí. Ella tomó mis manos entre las suyas—. Yo también tengo una madre así. Y no tienes idea de la cantidad de cosas que hice con tal de tener su aprobación.
—¿Y qué pasó?
—Maduré —sonrió de lado—. Entendí que no debía de mendigar su amor.
—¿Quieres decir que yo debería dejar de hacerlo?
—Solo digo que deberías de darte tu lugar, Fallon.
—Pero es mi mamá.
—¡Exactamente! Es por eso que no deberías de rogarle.