FALLON
Conseguí trabajo de medio tiempo en el cine de la ciudad. Aunque para ser algo de medio tiempo, siento que hago demasiado. Un día estoy vendiendo entradas, otro preparando deliciosas palomitas y hoy me tocó estar en la puerta de una sala asegurándome que todos hayan pagado su tiquete. El trabajo aquí es súper dinámico. Y puedo entenderlo, ya que no hay mucho personal.
La verdad es que, después de las clases, no me había tomado la molestia de ver el resultado de mis exámenes. A veces siento que seguir en el colegio es solo una pérdida de tiempo y de dinero.
Richard aún no se ha marchado. Me da la impresión de que mi madre lo prefiere a él antes que a cualquier cantidad de dinero que Christian pueda darle.
—¿Estás bien? —Anker preguntó preocupado, mirándome a través del retrovisor—. No has hecho tu interrogatorio de siempre.
—Yo sé que muy en el fondo lo amas.
—Eso no responde mi pregunta.
—Pienso en que... —suspiré—. No puedo creer que Richard siga en casa. Si se tratara de mí, ya estaría viviendo debajo de algún puente.
—¿Me estás diciendo que sientes celos de tu padrastro?
—No son celos —dije segura de mis palabras—. Solo... Nada.
—Te duele que ponga a ese tipo por encima de ti.
—¡Por encima de todo!
—¿Puedo hacerte una pregunta? —preguntó nervioso—. Si te incomoda, no tienes que responder.
—Puedes preguntar lo que quieras.
—¿Cómo murió tu padre?
Nunca me habían planteado esa pregunta. Ahora que lo pienso detenidamente, mi padre siempre fue un hombre sano. Cuidaba mucho de su salud y siempre acudía a sus chequeos médicos. Mi madre ni siquiera se molestó en decirme qué fue lo que realmente pasó. Pudo haber estado enfermo, pero nunca dijo nada para no preocuparme.
—Lamento mucho si te hice sentir mal —se disculpó apenado.
—No —dije rápido—, no me has hecho sentir mal. Esa es una pregunta para la que no tengo respuesta.
—Debe ser una tortura.
—Si —mis ojos se aguaron—. Ese día discutimos y no tuve oportunidad de disculparme.
—Lo siento.
—Estoy aprendiendo a vivir con ello.
—Sabes que si le pides a Christian que lo investigue, lo va a hacer, ¿verdad? Solo lo digo por si quieres saber qué fue lo que pasó realmente.
—Yo pienso que él estaba enfermo y pensó que era mejor si no me decía nada.
A veces me enojaba que me ocultara las cosas. Pensaba que como soy una "niña", sería algo que yo no podría controlar. Fue lo que pasó cuando empezó a sospechar del amante de mi madre. No quería que me decepcionara de ella y dejara de verla como siempre lo había hecho.
—No quiero molestar a Christian con mis cosas.
—Te puedo asegurar que no será una molestia para él.
—Creo que voy a hacer lo que me dices. Ahora lo llamo.
Al llegar a casa, me llevé una sorpresa al ver que la calle estaba abarrotada de coches. Solo espero que no se trate de una de esas noches en que mi madre se reúne con sus amigas para sentarse a hablar acerca de la vida de los demás. Al menos ahora ya no tendrá que hablar de lo miserable que es su vida junto a papá.
Sus amigas son esas típicas "amas de casa" que se la pasan todo el día echadas en un sofá leyendo alguna revista de chismes. Esas mujeres que no tienen respeto hacia ellas mismas, porque hacen ver que no valen nada si no tienen un hombre a su lado que vele por ellas económicamente.
—¿Vas a estar bien? —preguntó al estacionarse unas casas más adelante—. Puedo entrar contigo si quieres.
—Voy a estar bien, Anker. No te preocupes.
—Cualquier cosa no dudes en llamarme, ¿okay? Ya tienes mi número —asentí—. También puedes gritar —dijo gracioso.
—¿Hasta qué hora te quedas aquí afuera?
—Hasta que el jefe diga.
—¿Si te pide que te quedes aquí durante toda la noche lo vas a hacer? —él se encogió de hombros.
—Es mi trabajo.
—Wow... ¿Cuánto te paga por soportarme?
—Buenas noches, Fallon.
—Okay —reí—. Ya entendí. Buenas noches.
¿Tengo derecho a enojarme por lo que estaba viendo? Por supuesto que sí. Sé que mi madre me dirá que no me meta, que al fin y al cabo esta es su casa.
Lo que era una sala de estar acogedora, se convirtió en una pista de baile. Parecía que disfrutaban de un momento especial, uno que no tenía por qué involucrarme.
No conocía a ninguna de las personas presentes. Algunos de ellos me miraron con curiosidad, como preguntándose qué hacía una mocosa en una fiesta de adultos. No sería extraño que Miranda haya preferido mantener en privado el hecho de tener una hija adolescente.
—La princesa de la casa —Richard se acercó a mí con una enorme sonrisa en su rostro.
—¿"La princesa de la casa"? —traté de no reír—. ¿Estás ebrio?