CHRISTIAN
Idara y Christopher aprovecharon para descansar en el penthouse, mientras que Steve y yo nos reuniremos con la arquitecta a cargo del proyecto, en el restaurante de su hotel.
Espero poder desconectarme de todo lo demás y concentrarme en lo importante. No tenía cabeza para otra cosa, más que para pensar en el hecho de que Frank Miller no podía tener hijos. ¿Por qué habrá guardado silencio? La verdad es que me intriga saber si Miranda está al tanto de esto.
—Todo está muy confuso.
—¿Estás pensando que Miranda le metió el paquete a Frank?
—No lo creo —admito, soltando una bocanada de aire—. Recuerda que su relación con Richard acabó hace años cuando ella quedó embarazada.
—¿Estás diciendo que ella no sabe que Frank no era el padre de Fallon?
—Exacto.
—Dios... Esto es una locura.
—Lo que me lleva a pensar que... —me quedé callado. No puedo creer lo que estoy a punto de decir—. Es posible que Richard sea el padre biológico de Fallon.
—Te imaginas lo que va a pasar.
—Lo único que puedo pensar ahora, es que Miranda ha odiado a su hija durante años por nada.
—Solo imagínate que la ha odiado y que resulte ser hija del hombre que ama.
Sería una situación muy dolorosa para los tres. Descubrir que el hombre al que tanto amó y admiró durante toda su vida, no es su padre biológico, le romperá el corazón a Fallon. El embarazo "inesperado" y el posterior matrimonio con Frank han generado en Miranda un odio intenso hacia su propia hija, a quien quiere hacer responsable de su desgracia. Y Richard tomó la difícil decisión de dejar ir a la mujer que amaba para dejarla formar una familia con otro hombre.
En realidad no siento pena por Richard ni por Miranda, pero no quisiera estar en los zapatos de ninguno cuando esto estalle.
—¿Se lo vas a decir a Fallon?
—No. Voy a hablarlo con Miranda.
—¿Estás consciente de que ella es la persona menos indicada para decírselo a Fallon?
—Es su madre, Steve —le recuerdo—. Ella es la que debe lidiar con eso.
—¿Por qué no lo hablas también con Richard? Aunque no te agrade, tiene derecho a saberlo.
—No quería tener que regresar —entre menos tiempo tengo que estar ahí, es mucho mejor para mí—. Tengo muchas cosas pendientes en Atenas.
—Pero esto es algo importante. No puedes solo llamarlos y darles semejante información por teléfono.
No tengo ningún problema en enviarles un mensaje de texto. No me interesa ser empático con ninguno de los dos. Y puedo entender que se amen, porque se merecen el uno al otro.
De verdad no quiero tener que regresar. Eso solo va a seguir retrasando mi agenda.
—Tú deberías de ir a hablar con ellos —dije, en un tono que sonó más como una orden, que como una petición. Por lo que él me dedicó una mirada reprobatoria.
—Es tu familia política, no la mía —se excusó bajando del coche e imite su acto.
—¿Entonces prefieres que se los diga por medio de una llamada? —él negó moviendo su cabeza, incrédulo—. Y que quede claro que no son mi familia. En dado caso, solo Fallon lo es.
—No intentes usar esa carta conmigo —advirtió.
—¿Cuál carta? —me hice el desentendido.
—No te hagas. Intentas hacer que sienta la empatía que tú no tienes.
—¿Eso quiere decir que vas a ir?
—No me pagas para hacer eso.
—¿Nuestra amistad no es suficiente pago? —Entramos al lujoso restaurante y fuimos bien recibidos por el hostess.
—Bienvenidos a Moró —saludó con una sonrisa—. ¿Tienen reservación?
—Blackwood —revisó su tableta y asintió moviendo la cabeza.
—Claro. Su acompañante ya los espera —lo seguimos a una de las mesas que da una espectacular vista a la ciudad.
Algo que no suelo hacer en el ámbito profesional es trabajar con mujeres. No quiero decir con esto que las subestime o que piense que no son capaces. Creo firmemente en el empoderamiento femenino, pero en situaciones como esta, mi experiencia personal me lleva a sentirme más cómodo relacionándome con hombres para este tipo de trabajo. Las que saben cómo hacerlo, tienen un poder de convencimiento increíble que me podría hacer perder la cabeza.
En la mesa destinada para nosotros, nos esperaba una mujer de porte elegante y sofisticado. Su rostro es armonioso, con pómulos altos y una mandíbula sutilmente definida, mientras que sus labios, llenos y bien definidos, dibujan una sonrisa suave y acogedora. Sus ojos, grandes y expresivos, son de un color profundo que parece cambiar según la luz. Enmarcados por largas pestañas oscuras, reflejan una mirada inteligente y serena, pero con un toque de misterio que despierta la curiosidad de quienes la rodean. Su cabello cae en suaves ondas hasta sus hombros. Y tiene un estilo sencillo pero impecable, proyectando una mezcla de gracia y confianza en sí misma. Tengo que reconocer que me ha dejado sin palabras. No es para nada lo que yo esperaba.