CHRISTIAN
No tengo duda de que soy un gran imbécil. Nunca pensé que me atrevería a decirle algo así a mi hermano. Lo lastimé al intentar imponerme y demostrarle quién tiene la última palabra.
No soy capaz de enviarlo de regreso con nuestros padres. Entiendo lo difícil que fue para él vivir junto a ellos, antes de que tomara la decisión de invitarlo a vivir conmigo.
Ahora con qué cara voy a pedirle perdón.
—Esta vez si te pasaste, Christian —opinó, todavía sin poder creer lo que había pasado—. Eres la persona que Christopher más admira.
—Estoy de acuerdo con Idara. Tu maldito ego y tu manía de querer tener el control de todo, te está haciendo perder la cabeza —dijo Steve, en un tono molesto—. ¿Qué crees que va a pasar cuando regrese a esa casa?
—Es obvio que al señor no le importa nada más que hacerse respetar, Steve. Así que no pierdas tu tiempo con él.
—Con esa actitud de mierda te vas a quedar solo.
—¡Pueden callarse! —exploté—. No necesito saber lo que opinan.
—Porque la verdad no peca, pero incómoda.
Era comprensible que ambos estuvieran molestos, y lo entiendo, pero ya no necesito oír cómo me recuerdan lo mal que actué con mi hermano, porque soy plenamente consciente de ello.
Hace algunos años, cuando Christopher tenía trece, tomé la decisión de hacerme cargo de su crianza, buscando darle un mejor futuro. Desde entonces, Steve también se ha sumado a este camino, y ahora Idara intenta ser parte.
Dejar que regrese a Los Ángeles sería como quitarle sus alas y apartarlo de sus sueños. No podría hacerle algo así.
—Chris —toqué la puerta un par de veces, pero no obtuve respuesta—. Christopher, por favor... —rogué.
—¿Qué quieres, Christian? —inquirió al abrir la puerta—. ¿Vienes a ver si ya hice mi maleta? Porque estoy en eso.
—Me excedí, y lo siento por eso.
—Ahora si lo sientes. Pero no era así cuando querías imponerte.
—Muchas veces digo las cosas sin pensarlo.
—No trates de justificarte —habló entre dientes—, porque sabías perfectamente lo que estabas diciendo.
—¡LO SIENTO! ¿Vale? No quiero que te vayas.
—Pues hace un rato estabas muy decidido.
Nunca he sido muy bueno para pedir disculpas; de hecho, no suelo hacerlo. Pero con Christopher, todo eso es distinto.
Tengo claro que nada de lo que diga va a hacer que cambie de parecer. Sé que, aunque me arrodille y le suplique, él seguiría firme en su decisión. ¿Por qué? Porque estamos hablando de Christopher Blackwood, y esa va a ser su manera de darme una lección.
—Si no quieres perdonarme, está bien —no pensaba seguir insistiendo con eso, porque sé que no voy a lograr nada—, pero por lo menos quédate unos días.
—¿Quedarme unos días? —ríe como si hubiera dicho una estupidez—. Ahora voy a tener que cambiar de universidad y escoger otra carrera. Sabes que tu padre no me va a dejar estudiar música.
¡Por Dios! No puedo creer lo terco que es.
¿Por qué se hace esto a sí mismo?
Ya no le estoy pidiendo que me perdone; solo le pido que se quede aquí, al menos hasta que ambos estemos más tranquilos y esto haya pasado. No vale la pena que eche a perder su futuro solo por orgullo. Pero, al final, es su decisión.
—Haz lo que quieras, Christopher —declaro, dándome por vencido. Ya no tiene caso—. Al fin y al cabo, yo hago lo que quiero y lo que me gusta. Tu futuro está en tus manos.
—¿Hablaste con él? —preguntaron al unísono, cuando regresé al living.
—Si, pero eso no cambia las cosas.
—¿Vas a seguir con eso, Christian?
—Yo me disculpé —dije en mi defensa—, si él insiste en que se va a ir, ¡bien! Llama al piloto para que tenga el avión listo para mañana.
—Tienes que empezar a medir tus palabras.
—Y tú, la manera en que me hablas.
Ella me miraba fijamente, como si esperara que dijera o hiciera algo más.
No tengo tiempo para sus reproches, y siento que este no es el momento adecuado para ello.
Necesito salir de este lugar, o voy a terminar perdiendo la calma y arrancandole la cabeza a todos.
CHRISTOPHER
Aunque Christian haya venido a "disculparse", eso no cambia mi decisión. Si su intención era que me sintiera culpable por desobedecerlo, lo consiguió. Pero no puede esperar que olvide todo por su estúpida disculpa.
Él es consciente de que es la persona que más admiro y respeto, pero cuando se comporta como un idiota, siento que debo hacerle ver que no está actuando bien.
—Mini Chris —tocó la puerta—. ¿Puedo pasar?
—Mientras no vengas a abogar por tu amigo... Eres bienvenido.
—Sabes que no voy a hacer eso —dijo, cuando abrió la puerta—. Todos sabemos que Christian es un idiota y ya nada lo va a hacer cambiar.