CHRISTIAN
Tengo que empezar a controlarme. No es justo que descargue mi frustración en Fallon por las estupideces que hago. Estoy tan molesto conmigo mismo que, no mido mis palabras.
Cuando la llamé, mi intención no era decirle nada de lo que le dije antes. Solo quería saber cómo estaba y qué le había parecido Washington. He visitado la ciudad varias veces, y, sin duda, me parece espectacular.
Después de mi torpeza, intenté llamarla un par de veces más, pero había apagado el celular. No creo que fuera para tanto. Puedo comprender y hasta justificar su reacción, pero una de las cosas que más me molesta es que me ignoren.
Ahora, con todo lo que ha sucedido, tengo mis dudas sobre si Idara aún querrá viajar conmigo. Conociéndola, creo que quizás decida ir sola.
Christopher, Idara y Steve disfrutaban de una cena en el balcón. Habían ordenado comida china. Claro, solo para ellos. No puedo creer que sigan molestos a pesar de que ya me disculpé.
—¿Entonces si te vas a ir, Chris? —ella preguntó, tomando un bocado.
—Creo que por ahora será lo mejor.
—Todo va a ser más aburrido sin ti.
—Idara tiene razón, mini Chris. ¿No podrías dejar tu orgullo de lado? Christian ya se disculpó.
—Eso no es algo que él haga muy a menudo —ella afirma, y Steve asiente estando de acuerdo—. Y sabes que aunque no lo diga, la está pasando mal.
—Puede ser —mi hermano suspira—, pero tiene que aprender a controlarse. No puede andar por la vida hiriendo a los demás y luego pensar que todo se soluciona con una disculpa.
—En eso estamos de acuerdo.
—¿Saben qué es lo que más me molesta? —deja salir un bufido—. Su actitud con Fallon. Ella sigue siendo una niña, es lógico que quiera disfrutar y pasarla bien con sus amigos. Pero él no ve eso. Es como si quisiera hacerla madurar antes de tiempo.
—En eso concuerdo contigo, hermanito —dije, saliendo de donde había estado antes—. Entiendo que Fallon siga siendo una mocosa, pero eso no significa que voy a alabar todo lo que hace, sea bueno o malo.
Entiendo perfectamente que, a su edad, aún no se preocupe demasiado por el futuro, y me parece totalmente comprensible. Tampoco digo que deba calentarse la cabeza con eso en este momento. Lo que sí me resulta difícil de comprender es que quieran que la premie cuando no se lo merece. Pero ya qué, está allá y no puedo hacer nada.
No se trata de que quiera ser su padre. Solo quiero que entienda que en la vida las cosas cuestan, y que no siempre va a tener un premio por cada cosa buena que haga. Lo único que quiero es que ella se esfuerce por salir adelante y crezca como persona.
—No vamos a discutir otra vez, Christian —rogó.
—Y no es lo que intento hacer, hermanito—aclaro, recostándome contra la puerta de cristal—. Solo digo que entiendo lo que dices.
—¿Pero...? Porque contigo siempre hay uno.
—No quiero que ninguno de los tres vuelva a involucrarse —declaro en tono firme—. Sea cual sea la situación entre nosotros, Fallon es mi esposa, y lo que suceda, es entre ella y yo.
—Pues... No te quito la razón —acepta, y los demás estuvieron de acuerdo—. Solo no te pases y recuerda que es tu esposa, no tu hija.
—Prometo tenerlo muy presente.
—¿Ahora puedes decirnos qué tienes? —inquirió, cruzándose de brazos—. Pareces un poco... molesto.
Les conté lo que había pasado con Fallon.
Como era de esperarse, comenzaron a reírse. Y es que, realmente, les resulta gracioso que la mocosa no se digne a tomar mis llamadas.
—¿Esperabas que aguantara tu mal humor? —Era como si le hubiera dado un ataque de risa, porque no dejaba de reír.
—Reconozco que me pasé, pero ¿por eso tuvo que apagar el móvil?
—Yo hubiera hecho lo mismo —Idara se encogió de hombros.
—En fin... —solté una bocanada de aire mirando a mi hermano—. ¿Tú y yo ya estamos bien?
—Supongo que sí.
—¿Te vas a ir?
—Si lo hago, ¿quién se va a asegurar que tengas los pies sobre la tierra? —reí ante su comentario—. De verdad te amo, hermano, pero odio cuando actúas como un idiota.
Comienzo a sentirme más aliviado ahora que las cosas con Christopher están mejor. La verdad es que no podría haber estado en paz sabiendo que, por mi culpa, todos sus sueños y su futuro se fueron al diablo.
—¿Tienes hambre?
—No, gracias —forcé una sonrisa—. ¿Ahora sí me ofrecen?
—También ordenamos para ti, Christian —dijo entre risas—. No seas orgulloso.
—Acabo de recibir un mensaje del piloto —comentó, desbloqueando su móvil—. Quiere saber a dónde vamos. Ya sabes, por lo del combustible —los tres se quedaron mirándome curiosos.
Este debió ser un viaje de una semana, pero como las gestiones con Abigaíl Francis se resolvieron más rápido de lo esperado y la construcción del casino arranca mañana, ya no tengo mucho más que hacer aquí. Aunque me encantaría quedarme y supervisar todo personalmente, la verdad es que ahora mismo no tengo cabeza para eso.