FALLON
Ya no estoy tan nerviosa como ayer. Me había tomado por sorpresa.
Y esto podría ser muy útil; sentarnos a conversar me ayudaría a aclarar todas mis dudas.
Al salir de la habitación, le envié un mensaje a Michelle para decirle que iba a desayunar con Christian. Dudo que eso le moleste, porque ella fue la primera en mostrar entusiasmo porque tengamos un "acercamiento". Para mi sorpresa, Anker no me esperaba fuera de la habitación como siempre lo hace. Supongo que debe ser porque voy a estar con su jefe y, probablemente, le dieron la mañana libre.
Había imaginado que iríamos a desayunar a algún sitio, pero no fue así. Al llegar a su Penthouse, lo encontré sentado en el balcón. La mesa estaba puesta para dos, llena de delicias: fruta fresca, tostadas, pancakes, huevos, jugo de naranja, café, té, leche y más. No creo poder comer ni la mitad de lo que hay aquí.
—Tardaste un siglo —se quejó mientras doblaba el periódico que había estado leyendo hace un momento y lo hizo a un lado—. Empezaba a pensar que me habías dejado plantado.
—Ya veo que eres impaciente.
—Es bueno que me vayas conociendo —sonrió de lado—. Pedí que trajeran de todo un poco, porque no sé qué te gusta.
—Gracias —me senté frente a él—. Pensé que iríamos a un restaurante, no que íbamos a desayunar aquí
—¿Quieres que te vean conmigo en público? —negué con un movimiento de cabeza—. Ves, es por eso que estamos aquí. Te imaginas todas las preguntas que no sabremos cómo responder.
—¿Cómo vas a evitar que lo descubran?
—Todo el mundo tiene un precio. —Comenta mientras sirve un poco de leche en su café.
—No puedes andar por la vida pagándole a cada periodista que tiene una noticia bomba sobre ti.
—Si puedo —dijo, seguro de sí mismo—. Por qué crees que nunca ha habido una «noticia bomba» sobre mí.
Su ego es insuperable. He conocido a muchas personas arrogantes, pero, sin ninguna duda, puedo decir que este hombre en serio sobrepasó ese límite. ¿De veras cree que es tan intocable? Puede ser un Blackwood y tener todo lo que quiera, pero parece olvidar que eso no lo hace inmortal.
Aunque en algo tiene razón: nunca ha salido un chisme sobre él. Lo que me lleva a querer saber qué tantas cosas ha hecho que, no quiere que los demás lo descubran.
—¿Finalmente voy a poder saber en dónde vives?
—En Atenas.
—Wow... Atenas —eso me tomó por sorpresa—. Grecia debe ser muy hermoso.
—Sí que lo es.
—¿Me vas a llevar a conocer algún día? —Eso lo dudo, pero nada pierdo con preguntar.
—Puede ser. Solo si te portas bien.
—¿Si me porto bien o si sigo tus órdenes?
—Eso vendría siendo lo mismo, Fallon —me miró como si hubiera dicho algo estúpido—. Y te puedes servir lo que quieras comer. Hoy no hay nadie que lo haga por nosotros.
Sé que puedo servirme lo que quiera, por algo pidió todo esto, ¿no? Si no había empezado a comer, es porque no tengo mucho apetito.
¿Qué otra cosa podría preguntarle? Tenía tantas cosas en mente, pero ahora que lo tengo frente a mí, mi mente está en blanco.
—¿Con quién vives en Atenas?
—Con mi hermano.
—¿Nada más?
—¿Por qué? —arqueó una ceja—. ¿Quieres saber si vivo con alguna mujer?
—Eso no fue lo que dije —no dijo nada, pero se dedicó a mirarme durante unos segundos—. ¿Qué?
—¿Qué? —se encoge de hombros.
—¿Por qué te quedas mirándome?
—¿Te incomoda?
—¿Dónde están Christopher y Steve? —cuestioné, ignorando su pregunta.
—Fueron a desayunar al restaurante del hotel. Digamos que, querían darnos... Privacidad.
¿Darnos privacidad? ¿Por qué actúan como si esto fuera una luna de miel?"
Este es un encuentro entre dos desconocidos que solo tienen una cosa en común: un matrimonio. No es el reencuentro de dos enamorados que llevan tiempo separados.
Él retomó su lectura en el periódico, mientras bebía tranquilamente su café. Era como tener frente a mí esa imagen que veo en las películas: el hombre importante, sentado con una pierna cruzada, disfrutando su café mientras se pone al día de lo que sucede en el país.
—¿Te vas a quedar callado? —él desvió la mirada del periódico para mirarme.
—¿Qué quieres que te diga? Tú eres la de las preguntas.
—¿Cuándo nos vamos a divorciar?
—Ni siquiera hemos consumado el matrimonio, y ya estás pensando en divorciarte —dijo con una sonrisa burlona. Lo miré horrorizada, y él soltó una risa suave—. Tranquila, solo estaba bromeando.
—Es un alivio saberlo.
—Firmaremos el divorcio cuando puedas valerte por ti misma.
—¿Cuando cumpla la mayoría de edad?