MIRANDA
No he tenido oportunidad de hablar con Richard desde ese día, el día en que mi mundo se derrumbó por segunda vez en mi vida. El día en que supe que Fallon fue fruto del amor entre él y yo.
¿Cómo le digo que es su hija? ¿La aceptará? Espero que sí lo haga, porque nuestra hija merece estar con sus padres. Sé que Frank siempre será un padre para ella y nadie podrá reemplazarlo, pero eso no impide que tenga oportunidad de compartir momentos con su padre biológico.
No quise mentirle esta mañana cuando preguntó por él. La verdad es que no sé nada de Richard desde el día que se fue de casa. He intentado comunicarme con él, pero no responde ni mis llamadas ni mis mensajes. Solo espero que esté bien y que pronto se comunique conmigo.
Hay momentos en los que desearía tener a Frank frente a mí para preguntarle por qué me hizo esto. ¿Acaso fui tan mala con él como para que decidiera castigarme de esta manera?
Dejo la revista que estaba leyendo, sobre el sofá, para ponerme de pie y abrir la puerta en cuanto escucho el sonido del timbre.
—Lo siento —es lo que dice cuando abro la puerta—. Sé que me has estado llamando, pero necesitaba espacio.
—Eso es lo de menos, mi amor —dejé un corto beso sobre sus labios—. Lo importante es que estás aquí. Tengo que hablar contigo.
—Yo también contigo, pero empieza tú primero.
—Lo que tengo que decirte no es nada fácil —dije, tomando su mano mientras lo guiaba hacia el sofá—. Así que, por favor, te pido que no me interrumpas.
—Te escucho, cariño. ¿Qué ocurre?
—Blackwood estuvo aquí hace unos días.
—¿Qué quería?
—Vino a informarme sobre algo —en ese momento mis ojos comenzaron a aguarse.
—Miranda —acarició mi mejilla—. ¿Qué ocurre?
—No sé cómo decirte esto. Fueron tantos años perdidos...
¿Cómo le digo que el hombre al que tanto hemos detestado nos hizo caer en su maldito juego durante años?
En más de una ocasión estuvo a punto de alejarse de mí, porque decía que mi lugar era junto a mi esposo y mi hija.
Él siempre quiso lo mejor para Fallon, y nunca olvidaré el día en que estuvo dispuesto a asumir la responsabilidad, aunque no llevara su sangre.
No fui la única que sufrió. Para él también fue difícil, porque durante un tiempo tuvo que renunciar a la mujer que ama. Sin embargo, por más que lo intentamos, no pudimos mantenernos separados. Por eso seguimos viéndonos en secreto.
—¿Estás tratando de decirme que Fallon es mi hija?
—¿Ya lo sabes? —Lo miré un tanto sorprendida— ¿Christian también habló contigo?
—No.
—¿Entonces cómo es que lo sabes?
—No lo sé, simplemente... —deja escapar una risa breve, casi vacía—. Después de tantos años, la duda volvió a rondarme.
—¿Y qué fue lo que te hizo quedar convencido?
—Un día, cuando Fallon fue al colegio y tú te fuiste a la estética, me vi en la necesidad de entrar en su habitación en busca de algo que pudiera servir para una prueba de ADN. El resultado llegó el día que decidí irme de la casa.
Seguro que fue un golpe duro para él enterarse así. Lidiar con el dolor de no haber podido estar allí para ver a su hija crecer… todo por culpa de un miserable que se empeñó en separarnos.
Me gustaría poder dejar atrás este rencor que crece dentro de mí, pero se me hace imposible. Frank nos arruinó la vida.
—Lamento tanto que todo esto haya pasado.
—Si tú dices lamentarlo, ¿cómo crees que estoy yo?
—Frank no debió hacernos esto.
—¡NO FUE SU CULPA, MIRANDA! —explotó—. TÚ Y YO DEBÍAMOS ESTAR SEGUROS DE QUIÉN ERA EL PADRE. ¡FRANK SOLO VIO UNA OPORTUNIDAD Y LA TOMÓ!
—¡NO! Independientemente de nuestro error, él actuó mal.
—Tal vez tengas razón, pero fue un buen padre para Fallon... Mejor de lo que yo podría llegar a ser.
—Todavía estás a tiempo de recuperar el tiempo perdido, mi amor —digo, con una sonrisa—. Y no vuelvas a decir eso, por favor.
—Claro, como si ella fuera a aceptarme.
—Tenemos que darle tiempo.
—No puedo creer que tengo una hija —dijo con la voz quebrada.
—Voy a pedirle a Christian que venga a verme.
—¿Para qué quieres que venga?
—¿Como que para qué? Para que empiece con todos los trámites de divorcio.
—¿Es en serio? —negó con un movimiento de cabeza—. Dudo mucho que ese hombre acepte.
—Me vale lo que él quiera.
Reconozco que cometí un error al entregarle a mi hija. Eso no lo voy a negar y tampoco necesito que nadie me lo recuerde.
Sé que no hay excusa para lo que hice. Pero estaba tan llena de rabia hacia Frank y ciegamente hacia mi hija, que no me importó lanzarla a los brazos de cualquiera con tal de quitarme esa responsabilidad de encima.