FALLON
"Bien, Fallon, ya estás a solas con él. Y está aquí porque tú se lo pediste." Fue lo que dije en mi interior.
¿Ahora por dónde empiezo? No quiero expresar las cosas de manera que él las tome como algo malo y no acceda a ayudar a los abuelos de Ethan.
—¿Qué es lo que pretendes? —Eso no resultó exactamente como lo había imaginado.
—Me temo que no estoy entendiendo, mocosa.
—La granja que quieres comprar —dije mientras cruzaba los brazos. Él me miró confundido.
—¿Y tú cómo es que sabes sobre eso?
—El cómo lo sé es lo de menos —digo de mala gana—. No puedes comprarla.
—¿Que no puedo comprarla? —soltó una sonora carcajada—. Dame una buena razón.
—Es la granja de los abuelos de Ethan.
—Ah... Esto es por tu novio —dice soltando su corbata—. Lo siento, mocosa, pero no voy a cambiar de opinión.
—¿Para qué quieres esa granja?
—Me temo que ese no es asunto tuyo.
—¡Lo es si lastimas a mi amigo!
¿Cómo no va a ser mi asunto? Claro que lo es, especialmente si se trata de una de las personas que quiero.
No me gustaría que Ethan y su familia perdieran el lugar que tanto aman. Entiendo que lo de la hipoteca representa una suma considerable, pero no deberían permitir que Christian se aproveche de la situación.
—¿Prefieres que pierdan la granja? Tienen una hipoteca que no se ha pagado en mucho tiempo.
—Podrías prestarles el dinero —le propuse. Pero su respuesta fue una carcajada—. ¿Qué? No dije ningún chiste.
—Prefiero no volver a hacer eso. ¿Acaso no ves cómo estás tú por un préstamo?
—Entonces simplemente les entregas el dinero y listo. —En cuánto dije eso, él soltó una risa contagiosa— ¿De qué te ríes?
—No me considero un filántropo.
—¿Has considerado invertir en la granja?
—Fallon, los abuelos de tu novio están considerando vender —dijo con un suspiro de agotamiento—. Ya son personas mayores y lo único que desean es disfrutar de un merecido descanso. ¿Acaso ustedes no han pensado en eso?
—Vaya, no lo había considerado desde punto de vista.
—Parece que tu novio es el único que no está del todo de acuerdo. Al principio pensé que se iban a negar, pero al final terminaron aceptando.
—¿Y qué pasa con las personas que trabajan ahí?
—Tranquila, Fallon. Todos van a conservar su trabajo. ¿Qué clase de hombre crees que soy?
—Uno que, sin lugar a dudas, actúa como si el resto no importara.
Últimamente digo cosas sin detenerme a pensar en cómo podrían sentirse los demás. Y quizá no sea lo ideal, pero honestamente ya no me importa.
Tengo que admitir que hay un gran punto a su favor. Es cierto, después de tanto tiempo trabajando, es normal que quieran encontrar un sitio tranquilo donde puedan relajarse y disfrutar plenamente de su jubilación. No había considerado lo mucho que ellos han dedicado a ese lugar a lo largo de los años.
Ahora veo que fui un poco egoísta al priorizar mis sentimientos sobre los de los demás, ya que solo pensaba en lo que significa ese lugar para mi infancia.
—¿Me vas a decir por qué quieres la granja?
—Compré el viñedo que está al lado y me gustaría hacerlo crecer y llevarlo a su máximo potencial.
—¿La habrías comprado incluso si no tuviera hipoteca?
—Les hubiera presentado una propuesta tan irresistible que no podrían rechazar.
—¿Siempre actúas así? —le dije con una mirada de ligera desaprobación—. No puedo creer que lo único que te importe sea hacer crecer tu fortuna.
—Por favor, Fallon —suplicó con un tono casi desesperado—. ¿Qué parte de «No tuve que mover un dedo porque sus abuelos aceptaron de inmediato» no te queda clara?
—Sí, claro... Lo que tú digas.
—¿Hay algo más que te gustaría saber?
—No. ¿Quieres algo de tomar? —él lo pensó por un momento antes de asentar con la cabeza.
—Te acepto una taza de café.
Me sorprende bastante que siga aquí, considerando que siempre ha dicho que L.A. no es su lugar favorito. Pero sí asegura que es por negocios, supongo que no tengo más opción que confiar en su palabra.
Con pasos tranquilos, caminé hacia la cocina sintiendo su presencia justo detrás de mí. Al llegar, él exploró el espacio con curiosidad antes de acomodarse en uno de los taburetes.
—¿Hay algo que te haya llamado la atención?
—Conociendo a tu madre, jamás hubiera imaginado una cocina tan bonita.
—Imagino que toda mi casa podría caber en tu cocina —digo, provocando que estalle en una risa contagiosa.
—Bueno, puede ser.
—¿Cómo te gusta el café?
—Sin azúcar está bien.