Tthor sentía que flotaba, ascendiendo sin esfuerzos los peldaños de una escalera transparente hacia un lugar luminoso, brillante. Su cuerpo se sentía liviano, tenía fuerza en los brazos. Por primera vez, la piel no le ardía y se sabía inspirado, con un profundo sentimiento de paz, algo que no tenía memoria de haber sentido antes.
Pero cuando se disponía a disfrutar de esa paz, comenzó a hundirse y a volverse pesado. No podía sostenerse en los peldaños que ahora parecían quemarle los dedos. Y viendo cómo la escalera desaparecía poco a poco, oyó una voz que lo llamaba por su nombre. De repente, una mano lo asió con fuerza del hombro.
- Tthor, despierta, es hora de irnos.
El joven se sentó en la cama y se frotó los ojos, bostezando.
- ¿Ya amaneció?
- Sí,- contestó la mujer- has dormido toda la noche.
- ¡Qué buena noticia! Significa que ya no es mi cumpleaños…
Tthor miró a su madre, aún con la vista nublada. Pero su somnolencia se le fue de golpe al ver la expresión de Ellysa. Su rostro parecía menos pálido que de costumbre y mostraba una leve sonrisa y los ojos de un negro profundo, bien abiertos y brillosos. La extrema delgadez de su cara se disimulaba por un maquillaje sobrio y sus labios, ahora pintados, le devolvían la belleza de sus años de adolescencia.
Tthor parpadeó varias veces para despertarse. ¿Lo había soñado todo? No sería ésa la primera vez que tenía un sueño raro. Soñaba con bosques encantados, con gritos aterradores de mujeres de cabellos azules, castillos…y ahora…con escaleras que desaparecían y hombrecillos pequeños de rostros monstruosos.
Y entonces, con ímpetu, saltó de la cama. Acababa de recordarlo. Un hombre de aspecto siniestro lo había perseguido hasta allí. Sintió un sudor frío que comenzaba a desandarle la espalda. Su madre se acercó a él, justo cuando alcanzaba la puerta.
- Ya es suficiente, Tthor, ¿por qué serás tan cobarde?
-A…alguien m…me persiguió ha…hasta aquí, está afuera es…perándome.
-¡Ya, niño! Está esperando por los dos, no sólo por ti…Escúchame bien y no me interrumpas, que tu tartamudeo sólo nos hará perder tiempo.
Tthor hizo silencio sepulcral y oyó a su madre durante varios minutos. Se iba tranquilizando a medida que procesaba la nueva información.
Al principio le costó creerlo. Se irían de aquella casa. Sólo cuando media hora después pudo encontrar a Wilgenyna, entendió que no todas eran buenas noticias.
- Tía Ellysa me contó la novedad. Sé que se irán con Darius a un nuevo trabajo que tu madre ha conseguido.
- ¿Pero tú n…no vi…vienes…?
- No, Tthor, tía Atenea nunca me daría permiso. Sabes que ella es mi tutora.- dijo la jovencita haciendo una mueca de disgusto.
Pero en seguida se le dibujó en el rostro una sonrisa.
- Estoy muy contenta por ti.- dijo con sinceridad.
-Yo no voy a irme sin ti.- aseguró de pronto Tthor- Si tengo que quedarme aquí y soportarlas toda mi vida, lo haré, pero no te dejaré sola con ellas.
Wilgenyna desvió la mirada, tratando de disimular. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Tthor se quedó un momento mirándola fijamente. Luego, como recobrando el sentido, avanzó hacia ella. La niña pensó que iba a abrazarla. Pero él pasó por su lado sin tocarla. Abrió la puerta y sin mirarla pronunció:
- Soy mayor de lo que era ayer. Y se los voy a demostrar.
Cerró la puerta tras de sí, dejando a la niña con el rostro mojado y abrazando fuertemente a su muñeca de trapo. De repente, su mirada pareció iluminarse; corrió hacia la puerta, gritando el nombre de su primo. La abrió y lo siguió hasta el desván, donde permanecieron toda la mañana, haciendo planes…
- ¿Ya has empacado tus cosas?- le preguntó Ellysa a su hijo a la hora del almuerzo.
- Sí. –dijo Tthor.
-¿Todo está en tu baúl?
El muchacho asintió mientras lo arrastraba hacia la puerta de calle.
Darius, el pequeño hombrecito barbudo que parecía sonreír bajo toda esa mata de pelo, tomó el equipaje y casi sin esfuerzo lo colocó en la parte de arriba de una carreta que estaba en la entrada de Viper tive Rd.
Tthor miró de reojo al cofre mientras se subía a la parte de atrás del carro. Darius tomó las riendas y ayudó a Ellysa a subir a su lado. Justo cuando Darius daba la orden con unas cuantas palabras susurradas para que los cuatro caballos comenzaran a marchar, Tthor saltó de la carreta.
-¡No me despedí de Wilgenyna!- gritó mientras entraba corriendo a la casa.
Apurándose para no ser descubierto sólo besó a su abuelo en la frente y le dijo:
-No te preocupes, vas a estar muy bien; le pedí a la señora Nogg que venga a verte seguido…- y sin mirar a atrás , corrió hasta la calle y se subió de un salto al carruaje.
Y con otro susurro de Darius, se pusieron los tres en marcha.
-A propósito, mi nombre es Darius Beurgh. Y espero que disfrutes el viaje.
Tthor agradeció en silencio que aquel día hubiese amanecido nublado. En general prefería los días así, en los que el sol no le quemaba la piel. Pero había un poco de viento y Tthor temía que el cielo se empezara a limpiar. Aunque su mente tenía ahora algo mucho más importante de que preocuparse. Ya no podía ver su baúl, así que había empezado el viaje mirando hacia atrás a cada instante. Pero como sucedía siempre, comenzó a sentir el estómago revuelto y las náuseas no tardaron en aparecer.
- ¿Ya te sientes mal? ¡Pero si acabamos de empezar el viaje!- dijo Ellysa, frunciendo el ceño.
Esas palabras sólo lo hicieron sentirse peor. La madre del muchacho siempre creía que Tthor exageraba sus síntomas. Decía que sólo era cuestión de actitud y que se descomponía en todos los viajes, no importara qué medio de transporte usara, porque no ponía más voluntad de su parte o no se esforzaba lo suficiente.
Tthor trató de serenarse y cerró los ojos. Respiró profundo y comenzó a susurrar su poema favorito pero el traqueteo de la carreta parecía ir en aumento y el movimiento de su cuerpo, adelante y atrás y a los costados y un salto incontrolable cada vez que decía el primer verso, no hicieron más que empeorar las cosas.